Beethoven. Sinfonía núm. 9 en re menor opus 125 "Coral”
Angela Denoke. Waltraud Meier. Burkhard Fritz, tenor. Rene Pape.
Chor der Deutschen Staatsoper Berlin.
West-Eastern Divan Orchestra.
Director: Daniel Barenboim
Warner Classics. 2564 63927-2 DDD. 1 CD
Tercero de los compactos que la joven West-Eastern Divan Orchestra y su titular y cofundador, Daniel Barenboim, tienen editados en el sello Warner. Éste procedente del concierto ofrecido el 27 de agosto de este 2006 en Berlín. Qué rápido se edita cuando hay grandes intereses! No sorprende la obra elegida, buen reclamo de atención, tras un verano de gira con ella y que se adscribe perfectamente al poso de la especie de cruzada pacífica a través de la música que es la Fundación Barenboim-Said. Una versión que nos quita la espina veraniega del concierto ofrecido en el vigésimo Festival del Castell de Peralada en donde los resultados de los mismos intérpretes –a excepción de la soprano, que no era Denoke- no cumplieron las expectativas.
Mejoran y mucho aquí con una lectura formalmente bien acabada, con nitidez constructiva y una enorme labor que se traduce, principalmente, en el alto rendimiento de la joven plantilla instrumental. Barenboim infunde tensión y gran temple enérgico, de trazo bastante impulsivo en un corpus sonoro musculoso aunque lejos de tendencias apocalípticas y oscurantistas (primer movimiento). Capaz de desplegarse con enorme proyección (fermata de 10 segundo en el "vor Gott!”) y recogerse con cierta gracilidad y poca agresividad (scherzo). Adagio menos ensoñador y profundo, sin un trasfondo que nos lleve a alguna parte, hace evidente la tendencia prosaica de la lectura en la cual es muy relevante la aportación balsámica de la cuerdas en la introducción, la exposición del tema hímnico -con un fraseo que ennoblece cada repetición hasta el estallido del tutti- y en el fugado del último movimiento. Nos sorprenden en este movimiento dos detalles inusuales: la repetición de unas figuras primero (3' 19”) con el inicio del tema de la alegría en buscado pianíssimo tras el silencio; y luego, en el ataque de los violines del presto final (a los 23'34”). ¿Un error técnico en el estudio? ¿Alguna entrada en falso bien soslayada? ¿Alguna particularidad de la edición utilizada por Barenboim? (Quien esto firma ha contrastado con una decena larga de lecturas distintas estos dos detalles sin hallarlos en ninguna de ellas.)
De entre los solistas, Rene Pape solventa con aplomo –alguna leve oscilación mate del timbre- el duro recitativo y singulariza la primera estrofa de la oda con un marcado forte en los dos primeros tiempos del segundo compás del segundo verso, en "feuertrunken” (pista 4 a los 8'30”). Algo en ocasiones levemente enfatizado pero nunca tan descarado. El tenor Burckhard Fritz no sufre en ningún momento del alla marcia con una línea muy regular que como Waltraut Meier, en su tesitura natural de mezzo –siguen las cooperaciones con Barenboim-, asume su parte destacándose de una deficiente Angela Denoke, con un registro agudo tirante, mal timbrado, y dificultades de colocación, por ejemplo, en la sección del allegro ma non tanto y esa especie de cadencia de los solistas antes del orgiástico presto final.
Poco que objetar al coro, el de la Staatsoper de Berlin, sobradamente conocedor del temperamento barenboimniano en la que es otra Novena de buen nivel. Sólo que en el tramo religioso no logra esa latente metafísica, casi de cuestionamiento existencialista y se conforma con la recreación del pasaje a modo de cántico eclesiástico. Paradisíaco pero superficialmente. No impregna de aquella especie de liberación contemplativa, de redención, sin una sonoridad casi de cámara, momentos como el "Ihr stürzt nieder Millionen”.
De corte estándar, resulta tan recomendable como muchas otras de su enorme saco discográfico que, escuchada sin conocimiento de intérpretes y en clave purista, lo más destacado a achacar es la falta de un sonido más personal. Más maduro. Más autónomo. El tiempo lo cura todo. Su calidad no es cuestionable. Aunque habría que plantearse, aunque innecesario tras un mensaje como el de ésta sinfonía, el porqué al igual que en Peralada y a diferencia del compacto del concierto en Ramallah –más allá de su inevitable necesidad en este último lugar-, se echa de menos un discurso elocuente que invite a la reflexión y nos mantenga viva la ilusión de que todo el montaje de esta orquestra tiene alguna utilidad –mínimo símbolo- más allá de la formativa para estos jóvenes músicos. Y más en plena crisis bélica a finales de este verano. Sea como sea, con una obra que se presta, el argentino sigue sumando puntos en su escalada hacia al Nobel de la Paz.
Albert Ferrer i Flamarich