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El Petit Teatre del Liceu

5/2/2012 |

 

 

Si se pueden cerrar quirófanos, se pueden cerrar teatros. Lo dijo Lluís Pasqual al anunciar la suspensión de varios espectáculos en el Teatre Lliure que dirige. Y no le falta razón. Solo que hay salas de operaciones teatrales obligadas a usar el bisturí no exactamente o no solo por la crisis. En todo caso, la crisis ha servido para poner en evidencia y agudizar los males de una deficiente gestión y de la falta de previsión.

Y este es el caso del Gran Teatre del Liceu, al que el calificativo de ‘gran’ ya empieza a resultar excesivamente pretencioso, porque con la interrupción de la temporada en dos fases con ERE incluido, y lo que será la próxima, el teatro de La Rambla puede convertirse fácilmente en el Petit Teatre del Liceu.

En unas declaraciones tras el anuncio de la reducción de la temporada, el director general, Joan Francesc Marco, aseguraba que ello no implica el desprestigio del teatro. ¡Hombre! ¿Y qué es si no reducir las representaciones a mitad de temporada cerrando el teatro en dos ocasiones en tres meses? La crisis afecta en mayor o menor grado a todos los teatros de ópera de Europa, y todos han tomado medidas, pero a nadie se le ha ocurrido los cierres intermitentes a mitad de temporada.

Asegura el director general que uno de los criterios seguidos para eliminar representaciones es el nivel de preventas de los espectáculos. Así, del programa doble formado por Una tragedia florentina y El Nan, de Zemlinsky, previsto para abril y del Pelléas et Melisande de Debussy (junio y julio), se habrían vendido la mitad de las entradas y de Les Ballets de Monte-Carlo, el 35%.

Pues si este es el criterio, quizá habría que suspender las siete

representaciones de Aida previstas para julio. Según se deduce de los datos aportados por Jaume Radigales en su Dietari Operístic, el porcentaje de venta de entradas para aquella ópera de Verdi resulta incluso peor que el de las eliminadas ahora.

De las 2.292 localidades con que cuenta el teatro, a fecha 1 febrero, solo se habían vendido más de la mitad de las entradas para la primera representación. Para los seis días restantes, las entradas disponibles superaban la mitad del aforo e incluso un día alcanzaban los dos tercios.

¿Cree el director general que con representaciones como esta Aida, con una puesta en escena de arqueología teatral (la que cuenta con los decorados de Josep Mestres Cabanes) que se repite incansablemente desde la reapertura del teatro tras el incendio, va a salvar la temporada, la caja y el prestigio del Liceu?

El prestigio de un teatro, y de uno que ha sido el de referencia en España cuando no tenía que medirse con nadie (la tradición operística de Oviedo y Bilbao vienen de antiguo pero no se pueden comparar), se genera por la capacidad de apostar por títulos arriesgados en equilibrio con títulos del repertorio tradicional servidos los unos y los otros por buenos artistas.

El programa formado por Una tragedia florentina y El Nan, ahora suprimido, era una de estas ocasiones que generan prestigio, aquí y fuera, ya que se trataba de una nueva producción del propio Liceu en colaboración con La Monnaie de Bruselas y la Komische Oper de Berlín, y contaba con nombres como Marc Albrecht (director musical) Andreas Homoki (director de escena) y con las voces de Marie Arnet, Isabel Bayrakdarian y Klaus Florian Vogt.

La reputación y la fama de un teatro no se genera como acertadamente señalaba Xavier Cester, con 18 funciones de La Bohème (a finales de este mes y marzo) en una producción que para más inri ya se vio en el teatro de La Rambla en octubre del 2001, es decir, hace más de diez años.

¿Acaso Le Grand Macabre, de György Ligeti, con una puesta en escena de La Fura dels Baus, la única ópera que esta temporada habrá salido del camino más trillado, se representó ante un teatro vacío?

Pero la futura línea artística del Liceu que barrerá la que trabajosamente y casi siempre con acierto había creado el director artístico Joan Matabosch será, según Marco, la de acabar con el eclecticismo y apostar por títulos de repertorio. Así realmente tendremos el Petit Teatre del Liceu.

Que hay que ajustar las cuentas, seguro. Que hay que hacerlo con inteligencia e imaginación, también. Aqui falta lo uno y lo otro.

Rosa Massagué
El Periódico de Catalunya

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