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Recortes en el Liceo bajo sospecha

2/2/2012 |

 

Confirmado el tijeretazo en el Liceo: se suspende la actividad artística durante dos meses y se empieza a negociar un expediente de regulación de empleo con la plantilla. Ya se dijo en otro artículo: no iba el Liceo a quedar al margen de la realidad, y si hay recortes en sanidad y educación mal iba a comprenderse que no sufriera merma la ópera, para muchos, todavía, un exceso suntuario más que un bien cultural de interés público. Lo malo es que tal consideración pueda provenir desde el interior del propio teatro: releyendo el comunicado que ayer hizo público la dirección, la verdad es que la sospecha es cuando menos lícita. Veamos.
.Los principios que fundamentan el recorte son, por este orden, "adaptarse a la coyuntura económica", "garantizar la máxima calidad" [de la programación] y "consolidar un proyecto operístico sostenible al servicio del país y de la cultura". El término que más inquieta en este contexto es "sostenible". Si desde el punto de vista de la ecología es un término que goza de la máxima aceptación progresistas, aplicado a una programación cultural, y muy en especial a la operística, puede encerrar las connotaciones más reaccionarias.

 

¿Qué se ha suprimido de esta programación, a parte de los conciertos y recitales que coinciden con las fechas previstas de inactividad artística? Pues básicamente títulos del siglo XX: Una tragedia florentina y El enano, de Alexander von Zemlinski, estrenos absolutos en el Liceo, y Pelléas et Mélisande, de Claude Debussy, que lleva medio siglo sin asomarse al escenario de la Rambla, cuando fue una ópera que dio a conocer al mundo entero una gran artista española como fue Victoria de los Ángeles.

Mucho cuidado si la "sostenibilidad" de la lírica tiene que llevarse por esos derroteros. Es lícito sospechar que, de haberse planificado los recortes con anterioridad, también hubiera saltado un título como El Gran Macabro, de Ligeti, que tiene todos los puntos para convertirse en premio de la crítica al mejor montaje de la temporada. Y no digamos ya si echamos la vista atrás: autores como Benjamin Britten o Alban Berg, a los que se ha dedicado una merecida atención en ciclos anteriores, desde luego no hubieran quedado bien parados de identificar automáticamente "sostenibidad" con el "todo vendido".

En cambio, ¿qué títulos del cartel actual no han experimentado modificación alguna? La bohème, La flauta mágica, Adriana Lecouvreur, Aida y la visita del Festival de Bayreuth al pleno que, después del verano, presentará tres títulos de Wagner: El holandés errante, Lohengrin y Tristán e Isolda. De nuevo, la sospecha.

Cuidado, porque ha costado mucho llegar al equilibrio entre nuevas propuestas y títulos "de toda la vida" que había alcanzado el Liceo desde que reabrió sus puertas tras el incendio. Se trata de un equilibrio muy frágil entre el teatro de voces que nunca ha dejado de ser -ni tendría por qué hacerlo- y el teatro preocupado por los nuevos repertorios –tanto pretéritos como contemporáneos-, así como también por las nuevas tendencias escenográficas. Justamente ese equilibrio es lo que sostiene una programación "de calidad" que no se queda en la obviedad, sino que trata de abrir las mentes a la creación de nuestros días.

Por lo demás, así está recogido en el contrato-programa que rige los derroteros de la programación artística. Los actuales recortes de ningún modo deben modificar los términos de ese compromiso con la ciudadanía, como mínimo no sin un serio debate previo. Mantengámonos pues vigilantes: sería muy triste que los recortes, ya de por sí dolorosos, implicaran desandar un camino por el que se ha avanzado con gran esfuerzo. "El Liceu de tots" ("El Liceo de todos": ese fue el lema de su reapertura) no debe caer en el "Liceo de toda la vida", al hilo de la convulsa situación actual. Sería un suicidio del que muy pronto nos arrepentiríamos.

Agustí Fancelli
El Concertino