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¿Hasta dónde será capaz de llegar Pablo Heras-Casado?

27/1/2012 |

 

Aunque ahí arriba, subido en el impresionante podio de la Philharmonie, pueda parecer justo lo contrario, la vida no se detiene después de dirigir a la Filarmónica de Berlín. La música y el tiempo son asuntos que suceden en la cabeza. Y la cabeza de Pablo Heras-Casado (Grandada, 1977) va a doscientos por hora últimamente, como su rebosante agenda. Aquel encuentro con la mejor orquesta del mundo el pasado octubre fue un hito en su carrera (aunque no le pesarán ni un gramo los nervios), pero él sigue mirando adelante con más hambre. “Es que la siguiente semana, la otra… también tenía buenos programas con grandes orquestas, aunque puede que quizá sin esa aura. Con la Filarmónica la repercusión ha sido muy importante, la verdad. Pero no tengo tiempo de pensar en eso ni recrearme”.

 

Atiende el teléfono bien pronto, desde un hotel de San Francisco, donde se encontraba a finales de la semana pasada para dirigir tres noches a la sinfónica de la ciudad californiana. Pero está ya a punto de tomar un avión a Múnich, para una doble sesión de conciertos con la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera. El encuentro con la formación alemana le viene al pelo. Ha firmado con la discográfica Harmonia Mundi y comenzará a grabar enseguida, también con ellos, “muchos discos”.

.Tiene comprometidas dos óperas con el Met: un Rigoletto para 2013 y una segunda cerrada ya para 2014, pero cuyo nombre no quiere desvelar todavía. Ese año también debutará dirigiendo la Filarmónica de Nueva York, una ciudad donde pasa media vida. Porque además, en diciembre firmó hasta 2015 como director principal de la orquesta neoyorquina de Saint Luke. Contaba la última vez que nos vimos en el hall de un hotel de Berlín que quizá podía apetecerle ser titular de una formación, pero que era complicado poderlo combinar con las buenas ofertas que estaba recibiendo. Porque Heras-Casado, hombre cien por cien hecho a si mismo, sin padrinos ni deudas contraídas, no es hoy muy de casarse con nadie. Alguno ha podido comprobarlo ya.

Pero el caso de la Saint Luke, una orquesta que acaba de estrenar edificio en Manhattan y se encuentra en fase de expansión, se lo permite. “No requiere mucho tiempo. Haré unos tres programas al año, dos de ellos en el Carnegie Hall. Es una orquesta con un gran prestigio en EE UU; no siempre tienen un director titular, pero tuvimos mucha química desde el principio y me propusieron si quería formar parte del proyecto”. Porque esa química, su encanto y relación con los músicos, es uno de los puntos fuertes de Heras-Casado. Con la temible Filarmónica, por ejemplo, enseguida fue así. Se lo confirmó Rattle con una llamada a su habitación del hotel justo al terminar el primer ensayo: “A mis chicos les has gustado mucho, Pablo”.

Pero Rattle ya sabía hacía tiempo que funcionaría. Unos meses antes, este periodista entrevistó al director inglés y buscando temas de conversación para despertar al tímido maestro se le ocurrió citar a Gustavo Dudamel como representante de una corriente de nuevos talentos de la batuta. "No, no... no hace falta que vaya tan lejos", pidió Rattle. "Pablo Heras-Casado representa ese talento. Es buenísimo. Es él a quien usted se refiere". Pero el asunto ahora es: ¿hasta dónde será capaz de llegar Heras-Casado? ¿Se convertirá en el mejor director de orquesta español de todos los tiempos? Porque como suele decir un reononocido maestro, lo realmente importante en estos casos no es llegar a los sitios, sino que vuelvan a invitarte.

 

Mientras tanto, él vive ajeno a ese tipo de presiones. Pese a todo el ajetreo (que le ha obligado a rechazar ya ofertas de importantes teatros), cuenta, sigue viviendo en Granada, ahí donde empezó cantando en el coro del colegio. O al menos conserva todavía su ancla geográfica. Acaba de terminar la casa que se estaba reformando en el Albaicín y cada vez que tiene dos días libres coge un avión hacia ahí. La semana que viene lo hará para dirigir a la orquesta de Granada: la cuarta de Schubert y la novena de Shostakóvich. "Hace mucho que no dirijo allí, estar en casa y que puedan venir a verme familiares y amigos que no pueden viajar habitualmente conmigo me da mucha alegría". Y luego, Holanda, Los Ángeles… Hasta que el año que viene regrese a Madrid para dirigir Il Postino que cantará Plácido Domingo. Un reencuentro esperado también con Gerard Mortier, uno de sus principales valedores, con quien no ha vuelto a trabajar desde el exitoso Ascenso y Caída de la ciudad de Mahagonny.

 

Precisamente, el director artístico del Teatro Real le retrató en un artículo para los 100 personajes del año en El País Semanal hace un mes. Debido a problemas de coordinación, la pieza nunca se llegó a publicar. Pero la hemos querido recuperar para El Concertino.

Daniel Verdú
El Concertino

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