11/6/2011 |
El duodécimo volumen de la «Sibelius Edition», del sello Bis, incluye por primera vez fragmentos inéditos y versiones preliminares de las sinfonías del gran músico finlandés.
El director Osmo Vänskä Pocas sinfonías cuentan con un final tan sobrecogedor como la Quinta de Sibelius. Tras un largo crescendo, que sube como una lenta marea, la obra se cierra sobre seis breves acordes. Pero lo más sorprendente son los interminables silencios que se abren entre acorde y acorde. Silencios que no son ni los de Webern ni los de Cage. Silencios que podríamos calificar de «nórdicos»: majestuosos, espaciosos. Parecería una genialidad caída directamente del cielo y, sin embargo, Sibelius llegó a ella por fases, paso a paso. En la primera versión de la sinfonía, escrita cuatro años antes (1915), aquellos vacíos estaban rellenados por trémolos de la cuerda. Una solución más convencional, menos perturbadora.
En el quinto disco se escuchan por primera vez fragmentos y versiones preliminares descartadasSibelius fue, a lo largo de su carrera, un artista marcado por dudas y arrepentimientos. La gestación de algunas de sus piezas se tradujo en una larga y atormentada estela de revisiones y correcciones. En 1995, Osmo Vänskä y la Orquesta Sinfónica de Lahti grabaron la primitiva versión de la Quinta en el marco de su integral discográfica de las sinfonías de Sibelius, una de las mejores en el mercado. Pocos directores han sabido empatizar tan a fondo con la grisura anímica de la Cuarta o con la tersura boreal de la Sexta. Y en la Quinta, Vänskä no sucumbe a la tentación de Karajan de acelerar los últimos compases para hacer más breves y «tolerables» los silencios finales.
Una importante novedad
El sello Bis repropone aquella integral en el duodécimo volumen de su «Sibelius Edition» y la enriquece con una importante novedad: un quinto disco en donde se escuchan por primera vez fragmentos y versiones preliminares que el compositor descartó. Cincuenta minutos inéditos de música que incluyen, por ejemplo, la primitiva versión de los segundos movimientos de la Tercera y Cuarta sinfonía, o dos finales alternativos de la Séptima. Un muy documentado librillo de casi 130 páginas –traducido hasta en japonés pero no en castellano– detalla todas las discrepancias con respecto a las ediciones definitivas.
Escuchar estas variantes es algo más que un ejercicio de fetichismo. Es entrar en la cocina del artista y contemplar de cerca su proceso creativo. A diferencia de lo que ocurre con Schumann e Hindemith, el Sibelius que se revisa a sí mismo suele acertar y mejorar lo hecho anteriormente. Pero toda cocina guarda también un rincón impenetrable, por mucho que la exploremos. En el catálogo de Sibelius, este rincón es representado por su Octava sinfonía. Sabemos que el músico la terminó en 1932 y que luego decidió destruir el manuscrito, acuciado por las dudas. Después, se sumió en un silencio que duraría hasta su muerte, veinticinco años más tarde.
Stefano Russomanno
Abc