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La otra bisnieta de Wagner

2/3/2011 |

 

Nike Wagner reivindica las adaptaciones innovadoras de las óperas de su bisabuelo, el compositor.

Parsifal es sin duda una ópera para experimentar, claro que sí, aunque tiene ese viejo problema... una música fantástica y una historia tan difícil, ¿verdad?, con ese extraño mensaje religioso sobre la redención que aún emociona. Es un título con muchas lecturas posibles: la redención, la salvación... para un mundo puro, un mundo sin mujeres, sí, muy misógino...” Nike Wagner, bisnieta del compositor, la tercera en la disputa familiar por la dirección del festival de Bayreuth, es de hablar pausado, mirada clara e ideas densas, combinación que, como sucede con las óperas de su bisabuelo, logra detener el tiempo.

Estuvo esta semana de paso por Barcelona con el exclusivo propósito de asistir a una función del Parsifal que exhibe el Liceu, sugerencia que le hizo el propio batuta Michael Boder. La directora del Pèlerinages, como se conoce ahora el Festival de Arte de Weimar, no lo dudó ni un segundo. Pero visto lo visto, Nike Wagner (Lago Constanza, 1945) dice estar sedienta de otra mirada sobre las óperas de su bisabuelo. “Me gustaría ver un Parsifal que no refleje necesariamente la tradición y los problemas alemanes”, comenta. “Tiene que haber otras soluciones, incluso en el mismo festival de Bayreuth”. Al parecer, la versión que ha presentado Romeo Castellucci de este mismo título en La Monnaie de Bruselas –“maravillosa, alejada de la tradición alemana, sincera con la música”–, le aporta aire fresco. Y no es que no aprecie, asegura, la mirada de Claus Guth en esta producción barcelonesa, pero “creo que se excede con todo el psicodrama, la familia burguesa y los conflictos freudianos de siempre. Lo que me interesa de esta propuesta es ver cómo los catalanes reaccionan a la obsesión por la historia y la ideología alemanas”, advierte.

Tenía nueve años cuando visitó por primera vez aquella Barcelona de 1955 volcada en los festivales de Bayreuth, Su padre, Wieland Wagner –primogénito de Sigfried, nieto del compositor y gran renovador de la dirección teatral en Bayreuth– traía su personal visión de la óperas de Wagner. “Recuerdo que el público le tiraba flores. Barcelona le adoraba mientras en Bayreuth se le abucheaba. Este fue el primer teatro de ópera en invitarle después de la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento, Bayreuth estaba contaminado por Hitler y venir aquí era una oportunidad fantástica. Mi padre trajo entonces Tristán e Isolda, que no era nada ideológica. Su Parsifal fue, eso sí, toda una sensación en Bayreuth: retiró los viejos decorado, y con un escenario desnudo y un revolucionario uso musical de las luces, transformó esta ópera en un drama psicológico”.

Sobre el desembarco de Bayreuth que en versión concierto está previsto en el Liceu para septiembre del 2012 –El holandés errante, Lohengrin y Tristán e Isolda–, Nike Wagner considera que hubiera sido preferible concentrarse en un solo título bien escenificado. Wagner es teatro, no hay que olvidarlo”. Fue en el 2008 cuando esta bisnieta de Wagner presentó una candidatura junto a Gerard Mortier, a la sazón director artístico de la Ópera de París. Formaban un dúo renovador –Mortier ya había iniciado su singladura confiando la dirección de ópera a gente del teatro, coreógrafos y artistas–, pero se enfrentaba a otro duro tándem, el de las hijas de Wolfgang Wagner (1919-2010) quien desde la muerte de su hermano Wieland, en 1966, se había hecho cargo unilateralmente del festival.

¿Qué opina de la actual gestión de Bayreuth? Nike Wagner prefiere no entrar en detalles ni perpetuar la disputa familiar recordando cuestiones jurídicas. No. De hecho, no tiene pensado volver a presentar candidatura. “Mis primas han renovado el marketing que estaba muy anticuado, aunque aquella fórmula tenía algo con charme. Lo que no entiendo es la necesidad de un marketing tan agresivo en un festival que tiene overbooking con una década de antelación”.

Hoy prefiere concentrar sus esfuerzos en Pèlerinages, título de unas suites de Liszt con el que rebautizó en el 2004 el Festival Weimar al asumir su dirección artística. “La música de Liszt fue en su día muy eclipsada por la de Wagner, y dentro de la familia estaba minusvalorada. Lo tenían por un simple pianista, pero yo me siento muy orgullosa de esta herencia. La suya era una imaginación romántica enloquecida, sin fronteras geográficas ni musicales –añade–; hay que reivindicarlo como músico y no como leyenda en Alemania, porque no se toca demasiado”.

La fantástica amistad de Liszt con Richard Wagner se volvió más difícil cuando este se casó con su hija Cosima. Anécdota que contada de labios de Nike cobra otra dimensión: “Liszt, que tuvo relaciones con mujeres casadas, tardó mucho en perdonar que su hija hiciera lo mismo. Se enamoró de Wagner, un hombre casado, y abandonó a su marido, Hans von Bülow, adorado discípulo de su padre, Franz Liszt”.

Orgullosa descendiente de Franz Liszt
Tataranieta también de Franz Liszt –cuya hija Cosima casó con Richard Wagner–, Nike se ha propuesto devolverle al lugar que se merece en las salas de conciertos alemanas. Desde la dirección del Festival Weimar, este año ha encargado a siete compositores de países donde Liszt pasó un tiempo de su vida antes de retirarse a Weimar –Suiza, Austria, Francia, Italia...– sendas piezas con las que celebrar el 200.º aniversario de su nacimiento. Un año espléndido para recalar en la ciudad de Goethe y disfrutar de la música de Liszt.

Maricel Chavarría
El País

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