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Ópera en la era Twitter

2/12/2010 |

 

El Liceu estrena hoy una obra de George Benjamin de hora y cuarto. ¿Una duración más acorde con nuestros tiempos acelerados?

Hay óperas cortas que se hacen más largas que las de Wagner, maestro en construir tempos lentos a partir del lenguaje y de sugestiona al espectador hasta hacerle perder la noción del tiempo. En las antípodas de la idea wagneriana se presenta esta semana en el Foyer del Liceu (hoy y mañana, 20h.) la primera de las óperas de George Benjamin, inspirada en la fábula de El flautista de Hamelín, que el sintético compositor inglés resuelve en hora y cuarto. A propósito de este estreno, es oportuno plantearse cómo encajan las óperas de larga duración en este mundo nuestro acelerado en el que la actualidad circula comprimida en los 140 caracteres de los mensajes de Twitter, las relaciones personales se sustentan en sincopados SMS de gramática jibarizada y no tenemos tiempo para nada que no sea preocuparnos por la falta de tiempo.

Anecdatorio

También en la era de los novelones y las tertulias burguesas se castigaban los excesos. Lo cuenta Juan Mestres Calvet en el libro El Gran Teatro del Liceo visto por su empresario (Vergara, 1945) a propósito de los montajes de Wagner que osaba programar. En ese tiempo, escribe Mestres Calvet, se pusieron de moda las caricaturas que ridiculizaban los montajes wagnerianos. En una de ellas, muy celebrada en la época, un joven "se despedía como para un largo viaje porque iba al Liceo a ver ópera sacra, y volvía a su hogar hecho un señor maduro".

Benjamin y la inmigración 
"La ópera aparece como uno de los reductos de la era previa a la interactividad", apunta el psicólogo clínico José Ramón Ubieto. "Es cierto que la producción de arte no se ven tan afectada por la prisa como su consumo. De hecho, hay éxitos cinematográficos de larga duración; otra cosa es cómo la gente hace uso de este tipo de ocio, pues internet ha acabado con las coordenadas espaciotiempo de la modernidad. La ópera, en cambio, te propone un parón: si llegas a última hora saliendo del despacho se produce un choque, te metes en un espectáculo de más de tres horas del que no se sale haciendo zapping".

Pero la idea preconcebida de que ópera es igual a espectáculo que se eterniza comienza a hacer aguas, a tenor de la producción de ópera de nuevo cuño. "La música contemporánea ha optado desde principios de siglo XX por ahorrar en tiempo, instrumentación y voces", recuerda Pablo Meléndez- Haddad, jefe de redacción de la revista Ópera Actual. Tras Schönberg, Berg y Webern, la segunda escuela de Viena, se tiende a una mayor concreción en las ideas musicales. Into the hill responde, así, a los actuales requerimientos de los teatros de ópera, donde las grandes creaciones son pocas. "Por eso ha crecido la producción camerística –observa–, es más fácil de producir y de girar, mientras que grandes títulos como Gaudí, de Guinjoan, o La cabeza del Bautista, de Palomar, no han remontado".

Pero esta tendencia de la producción lírica de nuevo cuño se está invirtiendo, especialmente en Estados Unidos, donde, a excepción delMETde Nueva York, que sigue ofreciendo el gran repertorio, se apuesta por encargos que llamen la atención por su actualidad y generen un éxito: gran formato y grandes voces. Hablamos de Il postino, basada en parte en la película y recién estrenada en Los Ángeles, una ópera que sigue viva pero que no prevé recalar aquí. Como tampoco llega Un tranvía llamado deseo, de André Previn. ¿Títulos demasiado teatrales poco dados a la reflexión de la nueva creación europea?

"En Europa todavía hay mucha necesidad de estar a la altura intelectual. Se cree que si queremos fascinar al público tendremos que rebajar algunos ítems, lo cual es un error. Lo que tenemos que hacer los artistas es dejar de satisfacer egos personales y ser hábiles. Hemos pasado una época en que no era necesario buscar al público; con tener contactos en los teatros era suficiente, pero ha llegado la hora de la verdad: lo que conviene es ser capaz de fascinar. Y el tiempo empleado es esencial, porque este es el handicap de la nueva música. Tomamos en su día el modelo expresivo y abstracto de Anton Webern y se nos olvidó que él utilizaba tiempos extremadamente cortos: su obra más larga dura minuto y medio, pues cuando el mensaje es tan complejo ha de ser corto. Pero la música de hoy ha extendido eso a 20 minutos. ¡Eso no camina!". Quien así habla es el compositor Agustí Charles (Manresa, 1960), cuyo reciente éxito en la escena lírica alemana le ha abierto las puertas del Liceu. Estrenará en junio un Lord Byron –en catalán–, su segunda ópera y un encargo en parte del Liceu.

Entretener es, en el fondo, el objetivo de todo gran teatro, más aún en tiempos de crisis. Pero las programaciones son auténticos encajes de bolillos, con escasa cabida para nuevas producciones. El Liceu, por ejemplo, se debe todavía a los clásicos, si bien revisados con criterios escénicos del siglo XXI. Y aún recupera los grandes títulos del siglo XX (Britten, Shostakovich, Korngold). Lo que queda para la camerística es poco: un título cada dos años. Con todo, ¿con qué otros escenarios cuenta Catalunya? ¿Y Madrid?

El productor y músico Xavier Güell, del festival Operadhoy, en los Teatros del Canal de Madrid, en red con ciudades como París o Venecia que coproducen con ayudas de la UE, anuncia un nuevo movimiento europeo del teatro musical y la ópera que impulsa junto Peter Mussbach, director artístico de la Berlin State Opera. "Se llamará La Familia y reunirá a directores de escena internacionales. Seremos la alternativa a la ópera de gran escenografía y tecnología –dice–, apostando por la simplicidad y emoción radical".

En Barcelona, el desaparecido festival Òpera de Butxaca busca resurgir como plataforma generadora de proyectos, según explica su director, Toni Rimbau, quien espera la colaboración de las nuevas Brossa y Beckett, el Lliure de Gràcia, o el mismo Lliure, "adecuado para obras de cámara de envergadura". Con Lluís Pasqual al frente y su experiencia en la ópera, el Lliure podría ofrecerse como espacio de creación y experimentación. Y sacar la lírica de los escenarios románticos. Veríamos qué público podría formar.

MARICEL CHAVARRÍA
La Vanguardia

Catclàssics, música clàssica de Catalunya a internet