28/11/2010 |
El dulce (¿y duradero?) momento de las formaciones de cámara en Catalunya surgido tras la estela del grupo.
Queda mucho por hacer, pero la música de cámara ha dejado de vivir en Catalunya una travesía en el desierto. Abrieron camino siendo muy jóvenes los ya consagrados Quartet Casals, que a su vez se han convertido en referencia para quienes dudan hoy si tirarse a esta piscina. Porque ser un grupo indie de la llamada música clásica tiene sus ventajas –independencia, creatividad–, pero también muchas exigencias, sobre todo en una tierra –la española, la catalana– que tradicionalmente se ha limitado a aportar intérpretes solistas a la escena internacional y que no siempre se ha aprovisionado de salas adecuadas. Hoy se pasean con solvencia un puñado de tríos y cuartetos estables que, desde que se abriera en el 2006 la sala Oriol Martorell del Auditori, sumándose al Palau de la Música y al ciclo Ibercamera en la ciudad (y a la plural iniciativa de la geografía catalana), disfrutan de una escena menos testimonial y de un público creciente. ¿Qué ha hecho posible llegar hasta aquí? ¿Soportará este momento dulce los embates de la crisis?
TRIO ARRIAGA. Formado por Daniel Ligorio, Felipe Rodríguez, David Apellaniz / Stephan Bechaus"Si se consigue generar un público, esta trayectoria en claro crecimiento tiene muchas posibilidades, porque así como la recaudación en taquilla nunca sostendría una temporada sinfónica, sí soportaría una camerística", señala Joan Oller, director general de L'Auditori, cuya temporada camerística tiene un presupuesto de 120.000 euros. Oller asegura que "es bueno" que la cámara tenga peso, pues influye positivamente en las orquestas. "Los batuta explican que las orquestas suenan bien cuando suenan como un grupo de cámara, es decir, cuando respiran juntos, hay una cohesión. De hecho, muchos músicos acuden a escuchar al Quartet Casals. Y desde el punto de vista del público, la cámara exige más atención y un acto de escucha más individual. Puedo asegurar –añade Oller– que desde que acudo a oír música de cámara entiendo y disfruto más la sinfónica".
Pero la razón para esta confluencia de grupos estables –Cuarteto Quiroga, Trio Kandinsky, Trío Arriaga, Quartet Quixot, Quartet Casals y una variante de este, el recién bautizado Ludwig Trio que han formado simultáneamente los hermanos Tomàs y la pianista Hyo-Sun Lim (ya tienen cd en el mercado con piezas de Beethoven)– hay que buscarla en el esfuerzo pedagógico. La mayoría de grupos entiende que sin la Escuela Superior de Música Reina Sofía y la aportación del director de orquesta y fundador de la Joven Orquesta Nacional de España (Jonde), Edmon Colomé, que se ocupó en los años 90 de conseguir becas para estudiar en el extranjero y de aprovechar el talento pedagógico de los grandes músicos de la Europa sensible a la cámara que pasaban por España.
"La eclosión no se debe solamente a la Jonde –puntualiza Colomer–, pero contribuimos a ella. Hay que decir que los propios alumnos de la Jonde en aquellas primeras generaciones proponían nombres, y que trajimos a maestros no siempre británicos o alemanes... También estaba Marçal Cervera o José Luis García Asensio, que entonces estaba con la English Chamber Orchestra. Además creamos un programa marco que permitiera que la música de cámara fuera aquel complemento de la sinfónica (en realidad, su base) y que abrió los ojos a tanta gente. Parece que fue eficaz y además la realidad es que hay una proliferación de músicos preparados como nunca había habido antes".
Colomer, no obstante, detecta un problema en el sistema de enseñanza musical: en las escuelas en general, advierte, no hay una veradera conciencia de cómo se ha de formar un grupo. "Los esquemas siguen siendo decimonónicos, la experiencia viva del instrumento acaba ahogada por un programa de materias teóricas que son necesarias pero en su momento y aplicadas a la praxis. Los conservatorios necesitan un cambio radical y las grandes escuelas como Esmuc, que trabajan bien, arrastran también ese problema: va más deprisa el trabajo de base hecho por la gente que la renovación de las estructuras".
La crisis podría acaso ser un momento idóneo para ello. Aunque su efecto es más bien nocivo para los grupos. Todos ellos registran un bajón en el número de conciertos. "Tenemos una residencia en Valladolid que no podremos seguir haciendo", apunta Arnau Tomàs, cellista del Quartet Casals. "En ciudades que tocábamos esta vez no nos han contratado, y en el extranjero los organizadores regatean el caché: curiosamente las salas más grandes tienden a pagar peor, porque se supone que es un prestigio tocar allí".
Con la reforma de la Logse y con el nuevo ciclo superior de música se ha incluido el cuarteto de cuerda como asignatura obligatoria en algunos centros, lo que es muy positivo, comenta Arnatu Tomàs, porque "es una asignatura muy interesante aunque no vayas a dedicarte al cuarteto. Cuando yo estudiaba eso no existía, se hacía sólo cámara en genérico y no era serio, era el recreo. Es triste, pero acabé el superior incluso enHolanda sin hacer ninguna pieza de cuarteto, porque no era obligatorio", señala.
Para el gallego Cibran Sierra, violinista del Quiroga, "la asignatura pendiente es que las fundaciones privadas, que ya dan becas para instrumentos, contemplen la posibilidad de becar a cuartetos para formarse. Y las instituciones públicas no deberían tampoco limitarse a becar para la formación en el extranjero: deberían contemplar los grupos de cámara como una especialización de ciclo de segundo grado", señala el gallego Cibran Sierra, violinista del Cuarteto Quiroga, amigos de la infancia de los Casals. "En un contexto de crisis, las instituciones dedicadas a la música deberían ver la de cámara como un valor por el que hay que apostar, porque es más económica y porque es la que contribuye a relacionar al público con el intérprete, y cuanto más ocurra eso, más demanda habrá y las nuevas generaciones verán que hay un espacio para ellos".
En cuanto a los tríos, los alumnos del Conservatori Superior del Liceu cuentan con formación práctica de nivel. Y se lo toman en serio. Allí imparten clases los Kandinsky, un grupo que cumple once años. "Se invierte mucho tiempo y esfuerzo en un grupo de cámara, pero a la vez no tienes un jefe, es un gran ejercicio de democracia, y no eres uno entre cien en una orquesta", concluye Emili Brugalla.
MARICEL CHAVARRÍA
La Vanguardia