13/11/2010 |
Recorremos el interior del Palau de les Arts horas antes del estreno de Aída. La obra de Verdi abre la nueva temporada y será la última de Lorin Maazel. La nueva versión abandona Egipto y convierte a Radamés en un samurái.
Atrona la megafonía del Palau de les Arts. "Faltan 20 minutos para el inicio del ensayo general". Repite luego en italiano para que se enteren intérpretes como Giacomo Prestia, Marco Spotti, Marco Vratogna... "Prego, 20 minuti per l'inizio della prova". Este sábado a las 20:00 horas el coliseo valenciano abre la temporada 2010/2011 begin_of_the_skype_highlighting 2010/2011 end_of_the_skype_highlighting con la ópera 'Aída' de Giuseppe Verdi.
Unos días antes, durante toda una semana, más de seis horas por jornada, los pasillos del laberinto que se esconde tras los escenarios del Palau de les Arts son una parada de metro en hora punta. Prisas, caos, café, música... Mucha música. Afinan los violines, calientan las trompetas, suena una y otra vez la 'Marcha triunfal', la pieza más conocida de la obra de Verdi, esa que muchos creen que inventaron los hinchas del Liverpool o del Manchester.
Por primera vez y en exclusiva, nos colamos en el esqueleto del Palau de les Arts para vivir de cerca los ensayos de una ópera que llega a Valencia revisada y reconvertida, palabras de la intendente Helga Schmidt, en una versión "de vanguardia que profundiza en el carácter intimista de la historia original". Eso se traduce en una puesta en escena sencilla para un despliegue interpretativo descomunal.
Más de un centenar de actores y cantantes representan la historia clásica de amor entre Aída, princesa etíope, esclava en Egipto, y Radamés, comandante egipcio de las fuerzas invasoras. En Valencia la leyenda se traslada a un espacio sin pirámides, faraones, elefantes o palmeras, y con enormes estructuras y aires asiáticos, africanos, incas... Radamés es ahora un samurái.
"Es una obra muy intensa, una ópera grandiosa", explica en su camerino, entre rímel y coloretes, Jorge de León (Radamés). Cuenta que ha acabado con agujetas cansado de manejar su catana. Con él, su ejercito. El vestuario de los figurantes no es muy diferente del de un equipo de fútbol minutos antes de un partido de Liga. "No grabes aún que estamos en gayumbos". Bromean sobre sus faldas, juegan con los cascos, presumen de espada...
En la puerta de al lado, el camerino de las bailarinas. Son cada día más de tres cuartos de hora de maquillaje y peluquería. Ellas serán quienes acompañen la prodigiosa voz de la soprano Indra Thomas, Aída.
Territorio Maazel
Hasta el último segundo antes del ensayo, los camerinos del Palau son un asombroso caos lírico. Nada que ver con el foso. Territorio Maazel. Ahí no se accede sin permiso del maestro. Las notas son indescifrables mientras calientan los instrumentos. Cuando llega Lorin Maazel, se hace el silencio. Callan los violines y calla todo el mundo.
Nos obligan a silenciar por completo la cámara de vídeo. Nos piden que grabemos al maestro casi furtivamente para que Maazel no perciba nuestra presencia. La percibe. Cuando levanta la batuta y arranca la orquesta de la Comunidad Valenciana todo cobra sentido. Tiembla el Palau. Arranca el ensayo. Canta Radamés.
Lorin Maazel, nacido en París y formado en Estados Unidos, fue el primer director musical del Palau de les Arts. Esta es su última temporada. Además de 'Aída', estará al frente de 'Manon', un concierto de zarzuela y vals de Strauss y de '1984', compuesta por él mismo. "No me gusta dirigir mi música porque es una experiencia demasiado personal pero he aceptado porque me lo pidió Helga y porque pensé que el Maazel director no debía impedir que se oyera al Maazel compositor", asevera.
Tras su "experiencia artística de primer nivel" y sus "momentos especiales" en Valencia, Maazel se marcha. Cree haber dejado marcado el camino a seguir y deja la batuta al israelí Omer Wellber, que debutará en la Sala Principal el 16 de diciembre. 'Aída' está en cartel hasta el 29 de diciembre. Arranca la temporada, comienza la función.
Rodrigo Terrasa
El Mundo