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Caballé-Domènech:«Con la orquesta hay que llegar a un pacto basado en la calidad y el diálogo»

29/12/2003 |

 

Muy pocos directores, con tan sólo 30 años, pueden presumir de haber dirigido en el Musikverein vienés o en el Carnegie Hall de Nueva York. Caballé-Domènech acaba de alzarse con la prestigiosa competición «Rolex Mentor and Protégé Arts Initiative» y tuvo como mentor a Sir Colin Davis
-¿Cómo se gestó su participación en el ciclo «Rolex Mentor and Protégé Arts Initiative», que finalmente acabó ganando?

-Por una nominación. Envié mis antecedentes, me entrevistaron junto con los otros cuatro finalistas y al final me dieron el premio. Todavía no me lo creo. Es un programa que te vincula con una personalidad en tu especialidad. El mentor que me tocó fue Sir Colin Davis, con quien estuve viajando durante doce semanas, asistiendo a sus ensayos, comentando las partituras... Fue increíble, trabajando en Covent Garden, con la Filarmónica de Londres, la de Nueva York... Codeándome no sólo con Sir Colin, sino con todo su entorno.

-En enero debuta dirigiendo ópera en el Liceo, pero usted ya conoce a sus cuerpos estables. ¿Cómo se ha gestado su relación con ellos?

-Ha sido el resultado de varias casualidades. Audicioné para trabajar como director asistente y al final me empezaron a llamar, primero para un concierto privado y después para la gira a Venecia. Mi debut oficial fue esta temporada en el concierto de María Bayo, y me han incluido en una línea de actividades que comienza con este «Così fan tutte» -que estará en cartel hasta el 30 de enero- y que continúa la próxima temporada con «L´elisir d´amore». Estoy muy contento con el Liceo, porque el planteamiento es el de ayudar.

-¿Le parece bien comenzar con una ópera de Mozart?

-Empezar con el más difícil no me parece tan mal... La verdad es que Mozart es de lo más complicado, porque si no lo controlas te puede jugar una muy mala pasada. Todo debe funcionar. Entre eso y el concierto con Bayo, que también era Mozart, además de Rossini, con una orquesta que volvía de un mes de vacaciones, creo que he comenzado con lo peor en cuanto a dificultad.

-¿Es muy difícil «hacer de jefe»?

-Esa es una visión equivocada; no hay que hacer de nada, sino trabajar en equipo y nunca faltarle el respeto a nadie. Un director se mete dentro de la obra e intenta sacar lo mejor del material que tiene, tanto de la partitura como de los intérpretes, pero este proceso se debe hacer en complicidad con el resto de los intérpretes. Se debe de llegar a un pacto, siempre con la calidad como meta y con el diálogo como forma, para crear un buen ambiente de trabajo.

-¿Le atrae lo de ser director titular o prefiere ir por libre?

-No soy partidario de fijarme objetivos a largo plazo, porque te puedes convertir en un arrogante o en un frustrado: dependerá de cómo te vayan las cosas. Mi carrera la he ido haciendo poco a poco y sólo creo en el trabajo, algo que también pasa factura a nivel personal. Lo importante es trabajar mucho y confiar en la poca gente honesta que te encuentras en este negocio.

-¿Cómo nació su interés por la música?

-Mis padres son músicos, él clarinetista de la Banda Municipal de Barcelona y ella violinista que ha tocado en la Simfònica del Liceo. He estudiado piano, violín, canto y percusión. De hecho ya había tocado varias veces como refuerzo en la sección de percusión de la orquesta del Liceo.

-Entonces ahora dirige a quienes fueron sus compañeros...

-Sí, aunque quedan pocos de aquella época, cuando yo estaba en el Conservatorio. Pero no es fácil, puede llegar a ser incómodo.

-¿Tiene un repertorio favorito?

-El que esté trabajando en cada momento. Evidentemente hay estilos que te van mejor. En mi caso es el repertorio para gran orquesta, Mahler, Wagner, Richard Strauss. He hecho la «Primera» y la «Quinta» de Mahler y todas las oberturas de Wagner, incluso con Cleaveland. Me sorprende que los músicos de orquestas como la de Cleaveland o la Tonnhalle-Zürich, que han hecho tantas veces según qué obras, me aceptaran a mí y a mis ideas con total respeto. Son músicos abiertos, con una actitud a la que no estás acostumbrado cuando tienes 29 años.

-Pero tendrá una obra favorita...

-Sinceramente apuesto por cualquiera que me haga feliz. Mi sueño es poder ser feliz con este trabajo, aunque ahora los negocios nos han ganado y por eso debemos humanizar este oficio.

-¿Son mundos realmente diferente el sinfónico y el operístico?

-No lo creo. Entiendo que el objetivo de la música es conmover, algo que hay que procurar con cualquier tipo de obra. La ópera tiene un libreto, y eso ayuda, da pautas. En realidad son mundos complementarios y por eso estoy tan interesado en ambos campos.

-¿Qué proyectos tiene en ópera?

-En el Liceo sólo hemos concretado «L´elisir», pero hay proyectos de hacer más cosas en la misma línea. En lo sinfónico tengo compromisos con orquestas muy importantes, como la Sinfónica de Berlín, la Filarmónica de Rotterdam, la English National...

-¿Tiene relación con la familia de Montserrat Caballé?

-No, ninguna, aunque ahora en el «Così» estoy dirigiendo a su hija...

Pablo Meléndez-Haddad
Abc

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