23/3/2010 |
Su legado está marcado por la excelencia, pero también por el nepotismo.
¿Qué será de Bayreuth sin Wolfgang Wagner? Desde que se retiró de su dirección, el festival wagneriano por excelencia ha entrado en una espiral de despropósitos e imprecisiones. Así que, ¿qué ocurrirá ahora que ya no está, siquiera, su 'autoritas' de rey shakesperiano?
Porque autoridad, eso sí, no le ha faltado al nieto de Wagner. Tampoco la controversia. Hoy, un día después de su muerte, se acumulan los motivos para aprobar tanto como para reprobabr su legado. Que pasen el abogado defensor y el fiscal.
El conquistador
La defensa de Wolfgang Wagner es sencilla: puede que el nietísimo no fuera nunca fue un director brillante, pero como director del más exclusivo festival de ópera del mundo, mostró dotes extraordinarias. Durante los casi 60 años que dirigió el Festival de Bayreuth, mantuvo una total autoridad sobre la obra de su abuelo, adoptando un papel similar al del dragón Fafner de 'Sigfrido'.
Como él, parecía afirmar «Estoy y poseo», y con esa máxima se sirvió para renovar el legado wagneriano y darle un nuevo esplendor, gracias a un alto sentido de la tolerancia y la creación artística. Bayreuth y el universo wagneriano abrieron puertas al campo, sin ceder un milímetro en su costumbre de la excelencia.
El señor de la finca
También está clara la argumentación crítica hacia el rey caído. Durante la 'Era Wolfgang', las discordias en el seno del clan Wagner compusieron una trama comparable a las de la célebre saga de los Nibelungos. Tras la muerte de su hermano Wieland, a cuya sombra siempre había quedado en segundo plano, Wolfgang rompió relaciones con su familia. Su sobrina Nike Wagner, hija de Wieland, se convirtió en una de sus críticas más acérrimas.
En 1976, cuando Wagner se separó de su esposa Drexel, para casarse con su entonces colaboradora Gudrun Mack, acabó rompiendo relaciones también con sus hijos Eva y Gottfried. Este último ajustó públicamente cuentas con su padre en el libro "Aquel que no aúlla con el lobo" ("Wer nicht mit dem Wolf heult"), en alusión al nombre de su padre ("Wolf" significa "lobo").
Todas estas desavenencias estallaron en un largo tira y afloja judicial por la sucesión de Wolfgang cuando este decidió retirarse y que terminó con su joven hija Katharina Wagner, entonces de 31 años, y Eva Wagner- Pasquier, de 64, al frente del festival. El asunto dio que pensar en diferentes ámbitos de la cultura alemana. El primero que se atrevió a tirar la piedra contra el tejado de los Wagner fue el director teatral Claus Peymann, responsable del prestigioso Berliner Ensemble que fundara Bertolt Brecht, quien afrimó que «la dirección de Bayreuth ha degenerado en un 'soap opera', una telenovela ridícula» en el programa cultural "Lesen" (Leer) de la televisión pública alemana ZDF.
Claro que lo peor del legado de Wolf es, probablemente, su incapacidad para mantener el nivel tras su muerte. Los primeros años de la 'era Katharina-Eva' han puesto de los nervios a los fieles wagnerianos. Y eso, también pesará sobre el recuerdo de Wolfgang.
Rosalía Sánchez
El Mundo