ClàssicsWeb, el teu espai

Almanac

Cerca de notícies

Paraules:
Tema:
Inici: Escollir data inici
Fí: Escollir data fi
Ajuda
Verso

NOTÍCIA

'Il trovatore' era mujer

3/12/2009 |

 

La voz de Fiorenza Cedolins triunfa en un montaje que dividió al Liceu, en el décimo aniversario de su reapertura. La desnudez del escenario granjeó algunos abucheos a Gilbert Deflo. La insistencia de un solo forofo logró sacar de nuevo a la Cedolins a escena.

 

La voz de Fiorenza Cedolins triunfa en un montaje que dividió al Liceu Il trovatore fue la trovadora. O las trovadoras, en plural. El estreno anoche de la nueva producción de la ópera de Verdi para celebrar el décimo aniversario de la reapertura del Liceu logró un gran éxito, aunque no faltaron unos cuantos abucheos para el montaje. Pero sin duda la estrella de la noche fue la soprano Fiorenza Cedolins, que en su papel de la amada y sufriente Leonora conquistó al público con su voz en arias como Tacea la notte placida (callaba la plácida noche), que causaron gran emoción y arrancaron los primeros bravos. Que no serían los últimos para ella. Y Cedolins no sería la única trovadora: la gitana Azucena, encarnada por la mezzosoprano Luciana d'Intino, logró también la aclamación de los espectadores. Marco Berti, el trovador rebelde que protagoniza la obra, y Vittorio Vitelli, su enemigo conde de Luna, fueron también aplaudidos, igual que el director musical, Marco Armiliato, y la única división llegó cuando apareció para saludar el director de escena, Gilbert Deflo, que suscitó aplausos y abucheos. Como también hubo unos cuantos abucheos, aunque muy minoritarios, cuando sonó al comienzo de la velada el himno de España: la función de anoche estaba presidida por la Reina, cuya entrada fue muy aplaudida, lo que no obsta para que los espectadores se quejaran de las dificultades de acceso que supuso el dispositivo de seguridad en La Rambla, que quedó cortada en dirección mar a las siete y media para recibir la comitiva.

EL PÚBLICO

La noche de los mecenas
La conmemoración del décimo aniversario de la reapertura del Liceu reunió en el coliseo de la Rambla a personalidades de todos los ámbitos, entre los que destacaban los numerosos mecenas que contribuyeron a su reconstrucción. La velada estuvo presidida por la Reina, que llegó sola ya que una ligera indisposición impidió al Rey viajar a Barcelona. Doña Sofía fue recibida por el president José Montilla, el alcalde Jordi Hereu, el delegado del Gobierno, Joan Rangel, y el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Dívar. Tras un breve encuentro con el patronato del Liceu, doña Sofía se incorporó al palco real, momento en el que sonaron el Himno nacional y Els segadors. Entre los asistentes estaban desde la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, a representantes de la política, la comunicación y la empresa, como Jordi Pujol, Javier Godó y Marisa Falcó, condes de Godó, Josep Caminal, Isidre Fainé, Arturo y Carmen Suqué, Leopoldo Rodés, Miquel Roca, la familia Puig, Narcís Serra, Soraya Sáenz de Santamaría y Jorge y Alberto Fernández Díaz. / M. Alcázar

Pero dejando los palcos y regresando al escenario, está claro que las voces fueron las protagonistas de la noche. Por otra parte, como debe ser en Il trovatore: ya Enrico Caruso afirmaba que para tener éxito con esta ópera hacía falta algo tan sencillo como los cuatro mejores cantantes del mundo. Y la producción de Gilbert Deflo intentaba precisamente dar el protagonismo a los cantantes evitando los continuos cambios de escenario que requiere la historia, desde un palacio a una prisión, un convento o una fortaleza asediada. Para ello, presentaba un espacio completamente desnudo, presidido sólo por grandes telones que se alternaban y que mostraban el sol y la luna, los astros opuestos que parecían guiar el fatídico destino de los protagonistas. Todos mueren, y el que se salva acaba la ópera lamentándose: "¡Y yo aún vivo!".

Precisamente Deflo quería acentuar este aire de tragedia griega que tiene Il trovatore, con hermanos que no saben que lo son, amores imposibles, envenenamientos a lo Romeo y Julieta y unas cuantas hogueras, dejando de lado interpretaciones más próximas al melodrama romántico. Pero sin pretender modernizar la historia ni convertirla en una aventura del presente.

El resultado gustó mucho a algunos por su desnudez y su limpieza: en escena no se ve nada más que enormes telas azules y rojas, cantantes ataviados de época pero con un toque moderno y lanzas y espadas. Por el contrario, a otros tanta desnudez les pareció que convertía la ópera en una versión de concierto con vestuario y unos cuantos telones. Y algunos más opinaban que una versión tan extremadamente sencilla y espartana no encajaba con las florituras y ornamentación del bel canto de la obra de Giuseppe Verdi. Demasiado zen. No faltaron tampoco críticas audibles durante la representación a cómo se realizaban los cambios de telón: se los dejaba caer a la tarima inclinada y eran recogidos por figurantes de forma muy visible. La audiencia habría preferido algo más discreto.

Pese a lo cual, todo el mundo reconocía anoche que salía del Liceu encantado porque, efectivamente, habían podido escuchar sin obstáculos a los cantantes. La sola voz de Fiorenza Cedolins ya hubiera valido la pena, apuntaban algunos, que declaraban haber quedado fascinados por su actuación. No fueron los únicos. A Cedolins y a D'Intino les cayeron ramos de flores al escenario y tras varios minutos de aplausos, cuando el coro y los cantantes ya se habían marchado y el público comenzaba a hacer lo mismo, los incansables aplausos de un forofo de la soprano, que mientras hacía sonar las manos no paraba de gritar "¡Fiorenza! ¡Fiorenza!" acabron logrando que los cantantes abrieran de nuevo el telón y recibieran una cálida ovación final. Un aniversario con guinda.

A. BOFILL
La Vanguardia

Catclàssics, música clàssica de Catalunya a internet