4/8/2009 |
¿Cómo saber que una partitura hallada en un antiguo manuscrito vienés corresponde al talento del niño prodigio Wolfgang Amadeus Mozart? ¿Cómo determinar que la música es suya cuando la datación revela que tendría que haberla compuesto a la edad de 7 u 8 años? Por entonces, el niño Mozart aún no sabía escribir las notas de lo que ya componía -inventaba música asombrosa desde los 5- a las teclas de un clavecín, instrumento que aprendió a tocar con sólo 3 años.
Pero todo coincide, la fecha, 1763-64, la caligrafía de su padre, Leopoldo Mozart, que transcribía las notas que su hijo hacía nacer de sus pequeñas manos y su creciente talento. Lo cierto es que la mayor pista para los estudiosos la dio una mezcla muy extraña. Las partituras (de un preludio y de un concierto para orquesta) tienen dos cualidades aparentemente contradictorias: el extraordinario virtuosismo que se necesita para interpretarlas junto con matices que revelan cierta inesperada falta de experiencia como compositor de su autor. La ecuación fue despejada ayer y no sólo revela que su autor fue el genio musical del entonces niño prodigio Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), sino que además aportan información muy importante relativa al desarrollo de su prodigioso talento.
Así lo confirmó el director del departamento científico de la Fundación Internacional Mozarteum, Ulrich Leisinger, tras presentar por primera vez al público, 240 años después de su creación, esas dos piezas. Especialmente la partitura «de extraordinario virtuosismo, un Molto Allegro que evidentemente constituye el primer movimiento de un concierto para clavecín en Sol mayor», compuesto en 1763- 64, es una sensación histórica.
El austríaco Florian Birsak las estrenó ayer mundialmente, interpretándolas en un instrumento original de la época. Se pensaba que las piezas del «Libro de Nannerl» eran composiciones anónimas transcritas por Leopold Mozart.
El niño: «¡Hay que ensayarlo!»
Confirmación de este hecho se consideran unas anotaciones del trompetista de la Corte de Salzburgo, Johann Andreas Schachtner, estrecho amigo de la familia Mozart, donde comenta cómo el niño Mozart se atrevió a componer un concierto. Al respecto, Leopold Mozart le habría comentado a su amigo: «Ve usted cómo todo está puesto en orden y con regularidad, sólo que no sirve porque es tan extraordinariamente difícil que ningún ser humano estaría en condiciones de interpretarlo». Wolfgang, presente en la conversación -según Schachtner-, habría respondido: «Por eso es un concierto, hay que practicar hasta poder tocarlo». Quién sabe si, con el paso del tiempo, esta frase habría que repetírsela a más de un músico de hoy, con falta de ensayos...
Abc