28/2/2009 |
Este viernes, el director y compositor madrileño se pondrá al frente de la Orquesta de Valencia para la presentación, en versión de concierto, de su última ópera, Lázaro, que llega al Palau de la Música avalada por la crítica alemana y un reparto de solistas encabezado por Jürg Sabrowski, Susana Cordón, Marina Pardo y Stefano Palatchi.
Poco menos de un año después de su estreno en el Teatro de Kiel (Alemania), llega hoy al Palau de la Música de Valencia Lázaro, la segunda ópera de Cristóbal Halffter (Madrid, 1930). El propio compositor dirige a la Orquesta de Valencia en el estreno español de la versión en concierto de una ópera para la que aún no está prevista representación teatral en España, pese al gran éxito alcanzado en Alemania. Halffter, creador de frescos sinfónicos, demuestra en esta etapa reciente de su producción solvencia ante los viejos retos del género -la palabra, la melodía, el canto- y confirma la comodidad con que maneja los asuntos trascendentes de un libreto de Juan Carlos Marset que parte de la caverna de Platón “hacia otras cavernas”.
-¿Qué tiene la caverna de Lázaro de particular?
-No es más que una prolongación del mito de la caverna de Platón, con el que se ha mantenido vigente desde entonces la reflexión sobre las dificultades que tiene el ser humano de acudir a la realidad. Es un tema que me ha interesado siempre, y a Juan Carlos Marset también. Y de esa idea fue surgiendo, poco a poco, la ópera.
-Usted mismo ha afirmado que la ópera aborda el “bello tema de la muerte”. ¿Cuál es la posición de Lázaro frente al momento final?
-La actitud de Lázaro queda clara cuando Marta le invita a esconderse de los guardias que le acechan, a lo que él se niega rotundamente. Ella insiste, preguntándole si, tal vez, pretende que lo vuelvan a capturar. Lázaro responde que sólo quiere volver a morir. Pero esta vez despierto, siendo consciente.
-Si la vida es sueño, como nos dice Calderón, ¿la muerte es un despertar?
-Exactamente. Pero no es la única reflexión de la ópera en torno a la muerte. A la gente le angustia la incertidumbre sobre la vida después de la muerte. Yo me pregunto si hay muerte antes de la vida. Algo que hay que tener también en cuenta.
-Su ópera se acerca a la muerte por medio de un sujeto bien experimentado en el asunto, que muere dos veces.
-La muerte es el leitmotiv de esta ópera, que consta de varios niveles que se suceden al mismo tiempo. Por un lado está Lázaro, al que persiguen los guardias, y por otro, la Pasión de Cristo, que es percibida por los apóstoles como si estuvieran en otra caverna...
Abstracción lingöística
-¿Cómo se consigue reducir a sonidos pensamientos tan complejos?
-Sin preocuparme de otros asuntos, tratando de que la música, tan abstracta, adquiera finalmente una lógica propia.
-Así como las ideas son capaces de sugerir sonidos, ¿tiene la palabra entidad musical?
-El problema de la palabra, y más en castellano, es que es extremadamente concreta, de muy difícil abstracción. En el momento quizá más complicado de la ópera, Lázaro está soñando su muerte, y las palabras que pronuncian Marta y María, con toda su belleza, remiten a algo tan concreto, tan aparentemente banal, que resulta complicado dotarlas de algo etéreo como la música. Con permiso de Marset, sugerí que aquellas mismas palabras fueran cantadas al revés. En vez de Lázaro, Orazal, en lugar de aguanta, atnauga... que al fin y al cabo quieren decir lo mismo, pero de una manera totalmente diferente, pues se evaden del significado inmediato. En otro momento trágico de la ópera, Judas llega a su casa, llama y dice: “Abridme, soy yo”, lo que bien puede percibirse como una vulgaridad si se lee, pero que ad- quiere un valor radicalmente distinto cuando es cantado.
-Hablando del valor de la palabra, usted siempre ha estado muy preocupado por la pérdida de los principios culturales de España. De ahí la temática de su primera ópera. ¿A qué se debe la universalidad de Lázaro?
-El castellano es un idioma universal, cada vez más. Y una de las cosas que tenemos que hacer con nuestra lengua es sobrepasar sus propios límites. Muchos opinan que el castellano se vale por sí mismo.Yo creo que hay que protegerlo de las agresiones constantes que recibe, del mal hablar generalizado. Hace tiempo existía una institución que por entonces yo consideraba un espanto, la Asociación de la Palabra Culta y las Buenas Costumbres, y que ahora igual le encontraría cierta utilidad, visto lo visto.
-Escribir ópera significa, sobre todo, enfrentarse al reto de las voces y el trato con los cantantes. ¿Cómo ha sido su experiencia en este terreno?
-He tratado de que se entienda bien cada palabra, manteniendo un equilibro entre la fonética y la semántica, la musicalidad y la intencionalidad. Un juego apasionante, aunque complejo. En Alemania, he tenido problemas con los cantantes, pues sólo Lázaro sabía hablar castellano. El otro gran reto fueron los acentos, con los que hay que tener especial cuidado en cualquier ópera.
-No escribió su primera ópera, Don Quijote, hasta después de muchos años de carrera sinfónica. Pero, en poco tiempo, a Don Quijote le ha seguido este Lázaro... ¿Es adictiva la ópera?
-Es que mi generación ha tenido muchas carencias. De mi maestro, Conrado del Campo, que era un gran defensor del género, con cinco óperas escritas, nunca se llegó a estrenar nada. él me hablaba de Tristán e Isolda, y para mí era algo virtual, pues carecía de referencias. Cuando los de mi generación empezamos a salir al extranjero, nos dimos cuenta de que aquello merecía la pena, y nos fuimos haciendo, poco a poco, al género. La apertura del Real, que empezó a encargar proyectos a Luis de Pablo y Tomás Marco, fue una oportunidad para recuperar el tiempo perdido.
Fase de precalentamiento
-Ya está pensando, parece ser, en una tercera ópera...
-Todavía estoy en periodo de búsqueda. Tengo una idea bastante concreta en la cabeza, aunque difícil de llevar al papel. Espero que dentro de poco puede estar en disposición de adelantar algo. Me encuentro en fase de precalentamiento, como los deportistas.
-Y, dígame, ¿para cuándo un Lázaro representado en España?
-Lo estoy deseando. Pero no depende de mí. Tampoco sé de quién depende, pero no de mí. Ahí está la ópera, ahí la partitura. Y ahora, en Valencia, se demuestra que es factible. Estoy encantado con la orquesta y los cantantes. Ya habrá tiempo. No me quejo.
-¿Dónde y con quién le gustaría que se representara?
-En un teatro de proporciones. Yo escribo para grandes orquestas. Madrid, Valencia, Barcelona... Me es igual dónde, mientras cuente con un gran foso y posibilidades. Sólo eso.
Benjamín G-ROSADO
El Cultural