27/11/2008 |
A sus casi 78 años, el gran maestro del piano ha decidido abandonar los escenarios y esta noche se despide de Barcelona con un recital en el Palau de la Música.
Los fanáticos de los conciertos parecen esperar que todos los pianistas sigan tocando hasta que caigan desplomados. ¿Cuál es su opinión al respecto?
A sus casi 78 años, el gran maestro del piano ha decidido abandonar los escenarios y esta noche se despide de Barcelona con un recital en el Palau de la Música / Ap / Francois MoriUna vez, en un cuestionario, respondí a la pregunta de cómo me gustaría morir diciendo: en el momento oportuno. Puede ser difícil seleccionar ese momento, pero sí hay la posibilidad de dejar de tocar cuando uno quiere. Y yo quiero hacerlo cuando probablemente aún estoy en buena forma. La diferencia con mis compañeros de profesión es que no tengo dependencia de los conciertos. Nunca he sido sólo un pianista o sólo un músico; de hecho hay decenas de cosas que quiero hacer y ahora disfrutaré haciéndolas.
Son ya 60 años de carrera.
Para mí, una carrera musical ha sido siempre una proposición a largo plazo. Tenía la idea de que como pianista y como músico quería conseguir ciertas metas a los 50 años. Afortunadamente, las conseguí y ha habido más. Aun hay mucho por aprender, pero ahora no debería alargarlo hasta que algunas de mis facultades se deterioren o hasta que me convierta en una glorificación de la artritis. Hay pianistas que querrían tocar siempre, pero muy pocos que de hecho puedan seguir haciéndolo a edad avanzada, y es cierto que esos son los que la gente más recuerda. Pero quizá ha habido el mismo número de pianistas que han dejado la profesión pronto, que se han visto incapacitados o han muerto, antes de alcanzar los 70.
¿Echará de menos los escenarios?
En conjunto, he tenido ya suficientes experiencias encantadoras con el público como para reservarle un lugar en mi mente, especialmente tras este año, en el que he recibido más calor y generosidad de la audiencia. Creo que con eso será suficiente.
Pero una vez confesó lo mucho que le agrada que la gente siga queriendo escucharle.
Claro que estoy tremendamente agradecido al público, a pesar de todas esas odiosas toses, de los teléfonos móviles y de los audífonos desconectados. Durante bastantes años he sido uno de los pianistas que ha llenado todo tipo de salas, dondequiera que haya ido. En ese sentido, me he cuestionado si mi manera de tocar es tan cerebral como algunos dicen que es. ¡Me gustaría preguntarles si es por eso que he tenido un público tan amplio en tantos lugares distintos! ¡Dudo que sea eso! Preferiría no haber anunciado mi retirada, pero era técnicamente imposible. Hubiera preferido simplemente parar y decirle a la gente: se acabó. Pero, viéndolo con perspectiva, estos últimos conciertos de despedida han sido enriquecedores. Cuando me dijeron que con mi partida dejaba un gran hueco en la vida de mucha gente, me alegré de ser capaz de dejar algo atrás, aunque fuera un hueco.
Decía que nunca ha sido sólo un pianista o un músico...
Siempre he tenido también una vida literaria. Me gustaría seguir ese camino un poco más allá: leer en público mi poesía, por ejemplo. Ahora me toca dar conferencias en universidades y festivales: de hecho hay ya un gran plan diseñado de cara al 2009. Y por supuesto también voy a tener más tiempo para tutelar a unos cuantos jóvenes pianistas.
¿Intelecto o instinto? ¿Cómo ha sido su manera de trabajar, de aproximarse a las obras que ha abordado?
Nunca he sido alguien que analiza una obra y luego la interpreta. Schnabel tampoco lo fue. Tampoco me ha obsesionado dar algunas notas erróneas: nunca he sido un perfeccionista en ese aspecto. Quiero conocer la pieza a fondo y que ella misma me revele de qué trata y qué tiene de especial. Las estructuras son relativamente fáciles de comprender, casi todo el mundo puede entenderlas. Alguna gente mantiene que cuando uno ha comprendido las estructuras de una obra, el carácter de la interpretación viene por sí
solo, está implícito. Pero no es para nada así. Y, en lo que se refiere a la personalidad y a las personalidades, siempre he considerado a los actores como fuente de inspiración. En el escenario se deben transformar en un personaje. De hecho, tienen que encarnar muchos personajes distintos. En ese sentido les siento como colegas. Cuando hablo con otros músicos a menudo me preguntan a qué me refiero. Bueno, no parecen haber pensado sobre ello o tal vez no se enseña que no puedes sentarte y empezar la sonata Claro de luna con una sonrisa en la cara. Lo que busco es captar el mensaje inherente a la pieza, lo que no significa que yo desaparezca.
Siempre ha existido esta simplificación de "¡Oh! ¡Brendel es la persona más modesta del mundo!". Pero no. No espero recibir instrucciones del cielo. Quiero decir que siempre he disfrutado mucho con la música. Nunca he sido una persona torturada. Aunque soy un pesimista habitual, me gusta que me sorprendan gratamente, y aunque pienso que este mundo es absurdo, no sucumbo a la tristeza de tal pensamiento, sino que intento encontrar el absurdo lo suficientemente divertido como para lograr reírme de él.
Stephen Plaistow
La Vanguardia