El espejo de la juventud
4/1/2003 |
Publicado originalmente hace dos años y finalista del premio Pulitzer en 2001, Johann Sebastian Bach: el músico sabio –cuyo primer volumen, La juventud creadora, se incorpora estos días al mercado español de la mano de Ediciones Robinbook– supone una espléndida culminación a los numerosos trabajos que, desde hace años,
Christoph Wolff ha consagrado a esclarecer la figura y la obra del genio alemán. Lejos de la deificación del personaje a que tan proclive fue la historiografía romántica, Wolff incide en la relación estrecha entre los acontecimientos que sustentaron la vida del compositor y su música.
Desde su nacimiento en Eisenach en 1685 como descendiente de una saga de músicos cuyos primeros miembros se remontan hasta el siglo XVI, Wolff nos guía a lo largo de la vida de Bach y de su entorno: así, el traslado a Ohrdruf, en donde vivirá bajo la custodia de su hermano Johann Christoph tras la muerte prematura de sus padres, su posterior estancia en Lüneburg a partir de 1700 y su ingreso en el coro de la capilla de la iglesia de San Miguel. Asistimos también a sus primeros pasos –fundamentalmente autodidactas– en el campo compositivo así como sus numerosos desplazamientos para poder escuchar in situ a los maestros: el viaje a Hamburgo para conocer de primera mano la obra del organista de Santa Catalina, Johann Adam Reincken, o el efectuado a pie desde Arnstadt a Lübeck en 1705 para oír a Buxtehude.
Sus primeras conquistas artísticas y, también, sus numerosos fracasos, como el intento de acceder a la plaza de organista en San Jacobo de Sangerhausen o el de suceder a Drese como maestro de capilla. La crónica de la juventud de Bach es también la crónica de los silencios y los vacíos en las fuentes documentales: en 1703 ocupa en Weimar el cargo de violinista de la capilla de la Corte aunque pronto marcha a Arnstadt donde oficia como organista en la Neuekirche. Vendrán luego el traslado como organista a Mühlhausen en 1707 y el matrimonio en Dornheim con su prima Maria Barbara pero también el intento de mejorar su situación económica y profesional –algo que habría de acompañarle durante toda su vida–, lo que provoca su discutida dimisión y marcha porterior a Weimar como organista, y desde 1714 a 1717 Konzertmeister, del duque. Un episodio que se cerrará ese año con su marcha a Cöthen como Kapellmeister del príncipe Leopold, etapa especialmente fructífera que verá el desarrollo de las obras instrumentales del músico y que se clausura con el traslado definitivo a Leipzig como Kantor de la iglesia de Santo Tomás en la primavera de 1723. Hasta aquí las peripecias glosadas por Wolff en esta primera y apasionante entrega que nos obliga a suscribir el juicio de Gustav Leonhardt: «Seguramente, el mismo Bach habría recibido con gusto la integridad y la mirada penetrante de este biógrafo».
Juan Manuel Viana
Abc