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EEUU busca batutas

21/4/2007 |

 

Crisis en las orquestas de Nueva York, Filadelfia, Chicago y Los Ángeles.

El reciente nombramiento del joven venezolano, de 26 años, Gustavo Dudamel como director de la Filarmónica de Los Ángeles ha puesto en evidencia la crisis que sufren algunas de las principales formaciones estadounidenses para sustituir a sus consagrados titulares. El crítico José Luis Pérez de Arteaga analiza para El Cultural de forma pormenorizada esta grave coyuntura. Asimismo, Gonzalo Alonso aborda la cuestión en su columna semanal.

Nueva York: se busca director de edad mediana para orquesta local. Chicago: se busca director de primera división para orquesta local. Los Ángeles: se busca director para orquesta aventurera. Filadelfia: se busca director para una larga estancia. Pittsburgh: se busca director estable, incluso duradero.

Éste es el tablón de anuncios. Pocas veces se ha dado una situación similar al otro lado del Atlántico, en el mapa de las orquestas estadounidenses. Toda una serie de grandes formaciones, tres de ellas dentro del privilegiado grupo de las “Big Five” –las “Cinco grandes”–, se hallan desde hace meses y hasta años en situación de orfandad artística, carentes de director musical estable. Algunos de estos “anuncios” ya se han cerrado y el ansiado titular, ya sea por sorpresa –Los Ángeles– o tras una denodada búsqueda –Pittsburgh– ha aparecido, surgiendo de un sombrero o buscado con linterna digna de Diógenes.

A Nueva York llegó Lorin Maazel casi de rebote. Al empezar la centuria, se buscaba un reemplazo para Kurt Masur, que había estado al frente de la agrupación desde 1991, pero que había anunciado su intención de volver a Europa –ya que le esperaban dos orquestas– en el 2002. Y Zarin Mehta, hermano de Zubin y presidente de la Filarmónica de Nueva York, se encontró con que Maazel, tras una triunfal interpretación de la Octava Sinfonía de Bruckner se auto-proponía como recambio de Masur. ¿Por qué no?, pensó el hábil y reputado administrador. Maazel, en estos cinco años, ha despertado tanta iracundia como adhesión; su capacidad técnica no es cuestionada por nadie, pero su programación escasamente inquieta y su personal talante no han sido del agrado de muchos.

Afamados críticos neoyorquinos como Anthony Tommasini o James Oestreich le han defendido en términos musicales, aunque la crueldad de algunos de sus colegas ha sido inefable, como la del comentarista del New Yorker que escribió en la semana de su debut: “Ha sido una mala semana para Nueva York, perdimos la Super Copa –la final de la liga de fútbol americano– el domingo y ganamos a Maazel el lunes”.

Postular sucesor. En cualquier caso, Maazel ha dejado claro que en 2009 dejará la dirección del conjunto, pero incluso ha ido más lejos, se ha permitido postular públicamente a un sucesor: Daniel Barenboim. Éste, desde Berlín, contestó educadamente al envite, pero precisó: “Nada está más lejos de mi pensamiento que aceptar una nueva titularidad en Norteamérica”. Hay que anotar, sin embargo, que alguno de los comentaristas mentados (Oestreich en el New York Times) ha acogido con entusiasmo la idea de Maazel sobre su posible sucesor.

En Pittsburgh las cosas fueron regular tras la partida (2004) de Mariss Jansons: una tríada de directores, con Sir Andrew Davis al frente –los otros fueron Jean-Pascal Tortelier y Marek Janowski– se hizo cargo de la situación, pero el 24 de enero de este año el consejo directivo del conjunto, en decisión conjunta con los músicos de la orquesta, anunciaba la entronización en 2008 del austríaco Manfred Honek (Nenzing, 1958) como nuevo responsable artístico. Honek ha sido hasta el año pasado titular de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Suecia, y con esta formación visitó varias ciudades españolas en 2005, llevando como obra base del programa la Primera Sinfonía de Mahler. Entre la crítica, suscitó división de opiniones: para unos, un cantamañanas; para otros, un director revelador. Obviamente en Pittsburgh se han decantado por la opción B.
El caso más sorprendente se ha producido en Filadelfia. En el año 2003 llegó al Verizon Hall del Kimmel Center –la nueva sede de la agrupación desde 2001– el séptimo titular en la historia de una orquesta que se ha distinguido por la larga permanencia de sus directores –Leopold Stokowski estuvo en dicho puesto 26 años, y Eugene Ormandy, 44 (!)–, el germano Christoph Eschenbach, que tomaba el relevo de otro alemán, Wolfgang Sawallisch, respetado por público y crítica tras diez años de titularidad.
Eschenbach llegó pisando fuerte, con importantes aportaciones dinerarias de nuevos patrocinadores, un nuevo contrato discográfico –Filadelfia había perdido su vínculo de casi dos décadas con el sello británico EMI, que se inició en 1980, con la titularidad de Ricardo Muti– y hasta se lanzó a la difusión internáutica de los conciertos de la institución. Pero la química no terminó de darse, y en la gira europea de finales del verano de 2006 salieron a la luz fisuras irreconciliables entre director y profesores.

Renuncia. A poco de empezar la nueva temporada, el propio Eschenbach comunicó su determinación de renunciar al puesto de director al final de esta campaña. La solución ha sido un parche: el pasado febrero se nombró al suizo Charles Dutoit “consejero artístico” –un cargo nuevo en el historial– durante tres años, mientras se busca un reemplazo para el que habrá sido, cuando abandone el puesto el año que viene, el más breve titular en la historia de la orquesta, apenas cinco temporadas.

En Chicago, la crisis dura ya cuatro años y no tiene visos de desenlace inmediato. Comenzó en 2003, cuando Daniel Barenboim, titular desde 1991, anunció su decisión de no renovar contrato y concluir su mandato al término de la campaña 2005-06. La nueva y flamante presidente de la orquesta, Deborah R. Card –su llegada había estado marcada, pese a todos los desmentidos hechos al respecto, por un perfecto desentendimiento con Barenboim–, notificó que en breve “una gran figura del panorama internacional” tomaría el relevo del carismático maestro. Pero el Mesías anunciado no llegó entonces, ni en los triunfales conciertos de despedida del saliente en la primavera de 2006, ni en la hora presente, en la que Chicago ha tenido que recurrir a dos octogenarios de lujo, Bernard Haitink y Pierre Boulez, para que se ocupen a medias de la temporada.

Card parece haber llamado a todas las puertas imaginables, desde Simon Rattle hasta Riccardo Muti, pero la tierra prometida se vislumbra lejana y la mítica agrupación termina su primera temporada sin titular conocido –que no será la última, ya que nadie podría comprometerse seriamente antes de 2009–, algo desconocido en la historia de la corporación desde los años 50.

Pero la campanada más sonora ha llegado de Los Ángeles, donde la Filarmónica de la ciudad ha designado nuevo titular, sustituyendo al finlandés Essa-Pekka Salonen, al venezolano de 26 años Gustavo Dudamel, el portaestandarte del asombroso “sistema” de José Antonio Abreu que ha transformado a la república suramericana en una potencia musical en los últimos 20 años, con 125 orquestas juveniles y 30 agrupaciones profesionales. El músico de Barquisimeto ya ha actuado en España, en Sevilla el pasado 30 de diciembre en el Festival Entre Culturas, despertando entusiasmos encendidos y descalificaciones lapidarias (para López Vargas-Machuca de Filomúsica, fue “superficial, flácido, plano y aburrido”en unas obras y en otras su actuación fue “ruidosa y tosca”).

Apoyo directo. La revista Scherzo madrugó como ninguna a la hora de conceder portada y entrevista al personaje en octubre del año pasado. No hay que olvidar, por otra parte, que el apoyo directo de Claudio Abbado –que lo acompañó a Sevilla– gestó su fulgurante contrato con Deutsche Grammophon/Universal, para quien ya ha grabado las Sinfonías Quinta y Séptima de Beethoven, y la Quinta de Mahler, en plan de estrella absoluta; incluso en este terreno Dudamel puede apuntarse algún hito, por ejemplo, el de ser uno los seres humanos que más deprisa ha llevado el Finale de la Sinfonía en La mayor beethoveniana.

A veces hay paradojas curiosas. A la par que DG publicaba el registro de las Sinfonías indicadas con Dudamel y la Orquesta Juvenil Simón Bolívar (febrero de 2006), la misma compañía, a través de Internet y en MP3, vía iTunes, difundía las interpretaciones que de las mismas obras (DG Concerts) realizara en esas fechas la Filarmónica de Los Ángeles –precisamente– con Esa-Pekka Salonen –precisamente bis–; quien quiera escuchar, podrá aclararse muchas ideas: se trata de la diferencia entre la sapiencia y el desparrame. El año que viene Dudamel actuará en Madrid al frente de la Orquesta Nacional, haciendo –precisamente “tris”– la Quinta de Beethoven. Vayan reservando localidades los interesados.

José L. PÉREZ DE ARTEAGA
El Cultural

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