La Fenice acierta con obras complejas
21/3/2007 |
El teatro de Venecia estrena piezas de Schönberg y de Rachmaninov.
El bellísimo teatro de La Fenice de Venecia no parece haber tomado la programación más accesible para los gustos asentados del público, después de su última reapertura en enero de 2007. Primero, fue un título de Meyerbeer (con Pier Luigi Pizzi de director escénico), después otro de Wolf-Ferrari, y ahora un doblete Schönberg-Rachmaninov, con Erwartung del primero, y Francesca da Rimini del compositor ruso conocido sobre todo por sus populares conciertos para piano y orquesta. El monodrama expresionista alemán era la quinta vez que se representaba en La Fenice; la tercera y última ópera de Rachmaninov jamás se había puesto en escena en Italia. Ambos títulos se estrenaron en la primera década del siglo XX.
Francesca da Rimini se inspira en el canto quinto del Infierno de la Divina comedia, de Dante. El libreto es de Modesto Chaikovski, hermano menor del compositor de La dama de picas. Hasta 30 óperas ha suscitado este episodio de Dante. La más famosa es la de Riccardo Zandonai, de 1914, en el ámbito italiano. En el francés destaca la de Ambroise Thomas y en el ruso la de Rachmaninov.
La recuperación de esta pieza ha supuesto una sorpresa mayúscula. La herencia rusa se manifiesta en las influencias más o menos evidentes de Mussorgski, Chaikovski y Scriabin. Los acentos eslavos son poderosos y el dúo de amor del segundo acto entre Paolo y Francesca tiene una fuerza paradigmática. La componente operística pasional no solamente se huele; también se comparte y hasta se contagia.
A ello contribuye lo suyo la prestación vocal de un elenco íntegramente ruso, con Iano Tamar, Serguéi Kunaev e Igor Tarasov. Dirige un maestro avezado, Hubert Soudant, habitual en Salzburgo, y está al frente de la realización escénica Italo Nunziata, que encuentra un justo equilibrio entre la ensoñación y el dramatismo realista. La acogida de la obra en Venecia fue muy cálida. La Fenice ha elegido un camino aparentemente complicado, pero no le va mal, al menos por ahora.
J. A. VELA DEL CAMPO
El Pais