Cuarteto Casals: “Es el momento de la música de cámara en España”
4/3/2007 |
Por primera vez en la historia filarmónica de nuestro país, un cuarteto español llega a la cumbre. Su visita al Carnegie Hall neoyorquino, que se verá rubricada por su inminente actuación en el Wigmore Hall londinense, reconoce el talento de este conjunto que, con este motivo, ha hablado con El Cultural.
La historia de la música de cámara en España ha sido una de nuestras asignaturas pendientes. Pese a los diferentes intentos surgidos en el siglo XIX, entre los que destaca el que encabezó Jesús de Monasterio, no llegó a cuajar más allá de etapas concretas, lo que redundó en una falta de literatura acorde, solamente salvada por aportaciones de mérito, es el caso de los trabajos de Arriaga o Canales. El XX tampoco logró que los cuartetos Francés y Vela tuvieran una proyección internacional, si bien ayudaron a impulsar el interés de autores como Chapí o Conrado del Campo, a los que siguió un número importante. Pese a que ilustres figuras como Sarasate, Arbós, Casals o Cassadó actuaron con frecuencia en formaciones camerísticas, nunca dejaron de ser sombras de sus estrellas. Ya en el último tercio el mayor mérito ha venido con el Octeto Ibérico de Violoncellos de Elías Arizcuren, aunque su peculiar estructura lo hace más patrimonio de su mentor.
Ha habido que esperar a que cuatro jóvenes crecidos en el marco de la Escuela Reina Sofía cruzaran ese “Rubicón de la música de cámara”. Dos hermanos barceloneses, Abel y Arnau Tomás Realp, una madrileña, Vera Martínez Mehner, y un norteamericano, Jonathan Brown, impulsados por el catedrático Antonio Farulli, pasaron nuestras fronteras. Con un contrato con la firma discográfica Harmonia Mundi bajo el brazo, han conseguido éxitos en el Festival de Salzburgo o, hace unos días, en el Carnegie Hall neoyorquino; y el Ministerio de Cultura les concedía el Premio Nacional de Música el pasado mes de noviembre. En unas semanas llegarán al templo de la música de cámara, el Wigmore Hall londinense, y visitarán el sacrosanto Concertgebouw de Ámsterdam. “Había una predisposición clara a tocar juntos” señala Arnau Tomás. “Teníamos a favor una visión estética similar ya que de lo contrario hubiera sido una locura. El paso siguiente ha sido unificar nuestro lenguaje para que no suenen cuatro voces sino un único cuarteto”.
Una visión común
Su trabajo no es sencillo porque al principio “las visiones de las obras suelen ser muy diferentes y sólo después de convivir con ellas encontramos una visión común. La música de cámara es por encima de todo compromiso, que no significa uniformidad sino un equilibrio tímbrico, de tempi, que todo esté conjuntado sin perder la personalidad individual”, subraya Arnau Tomás. Esto resulta más fácil en otras geografías donde hay mayor tradición, y explica que en el sur de Europa, donde la educación se enfoca más hacia la proyección solística, se haya tardado en consolidar este tipo de grupos.
La violinista Vera Martínez Mehner señala que “aquí, cada uno aportamos lo nuestro”, pero sin que se repita el ejemplo del violinista Joseph Joachim en el XIX, “que ejercía de director desde el primer violín”. Y es que un cuarteto no es una orquesta, “donde el director fija una visión para todo el conjunto. En nuestro caso el proceso es mucho más natural, porque es fruto de una convivencia y de unos ensayos continuados”.
Este cuarteto ha conseguido además ser aceptado en las salas internacionales en el gran repertorio. “Nuestros programas no están centrados en la música española. Cuando giramos ofertamos lo que tenemos en estudio, aunque no estamos cerrados a los encargos”, subraya Arnau Tomas. En todo caso, la aceptación debe ser plena por parte de los cuatro.
El grupo parece expresarse antes con la música que con la palabra. Tal vez por eso parezcan más bien reacios a las entrevistas, quizá por ese aire de timidez que transmiten y que se transforma en el momento de salir a escena. “Han sido muy importantes las influencias comunes. Todos hemos trabajado con personalidades que nos han aportado mucho, como el Alban Berg Quartet o el compositor Gyorgy Kurtag”. Ahora afrontan un ciclo propio en la sala de cámara del Auditori de Barcelona, recientemente abierta, algo que les llena de responsabilidad. “Es un buen momento en España al abrirse muchas salas de cámara lo que va a facilitar la construcción de un público. Vivimos una etapa de auge que debemos aprovechar. Además con la LOGSE el enfoque de la educación en los conservatorios es diferente, porque los alumnos están obligados a tocar en pequeños grupos. Así habrá más interés y se formará una bola de nieve”, confirma Martínez Mehner.
En cualquier caso, el grupo tiene la suficiente personalidad y fuerza para presentarse en las salas sinfónicas, como harán en Birmingham en abril. “No es lo ideal, porque el espíritu de estas obras es más íntimo. Tiene un poco de antinatural, pero no quiere decir que no tenga sentido. En todo caso, siempre haces mejor música en un marco de seiscientas personas que en uno de mil quinientas” afirma Jonathan Brown.
Adaptarse a la evolución
Su bagaje es suficiente para valorar el gran repertorio. “Somos capaces de apreciar cuándo una obra está mejor o peor escrita. Brahms siempre es muy pianístico. Otros no conocen bien las características de la cuerda, lo que no quiere decir que sus obras no sean estimables” comenta el cellista Arnau Tomás. El cuarteto es consciente de la evolución que ha experimentado la interpretación de la música. “Intentamos adaptar los nuevos criterios historicistas por lo que buscamos un compromiso”, insiste Vera Martínez. “En algún momento se nos ha pasado por la cabeza tocar con instrumentos de época pero no estamos seguros de que nos compense, teniendo en cuenta las dimensiones de las salas, aparte de los problemas logísticos que plantea viajar con dos cellos”, comenta sonriendo Abel Tomás. “Pero somos conscientes de que hay unos principios estilísticos que respetar. Por otro lado, la cuerda ha evolucionado menos que el piano, donde las distancias cronológicas se acusan más”, insiste.
La música española es importante “pero sólo si tiene calidad. No se trata de tocarla porque sí. Hemos grabado Arriaga y otros autores, incluyendo los contemporáneos. Sin embargo por encima de todo queremos interpretar música que merezca la pena, no importa de donde sea”, asegura Arnau Tomás, y todos asienten. Es esa química que fluye entre los cuatro la que ha conseguido, diez años después, que España tenga voz en el campo de la música de cámara internacional.
Luis G. IBERNI
El Cultural