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Plácido Domingo es Cyrano de Bergerac

10/2/2007 |

 

El Palau de les Arts de Valencia acoge la versión del compositor italiano Franco Alfano

El célebre personaje salido de las manos de Rostand revive ahora en su versión operística. El Palau de les Arts de Valencia acoge desde el domingo 11 de febrero el estreno en España de la versión homónima de Cyrano realizada por el compositor italiano Franco Alfano. Plácido Domingo, nuestro tenor más internacional, estará al frente.

Cyrano de Bergerac es, desde la publicación de la novela de Rostand, una figura que ha alcanzado una enorme popularidad. La desproporcionada nariz de su protagonista, el enamorado poeta-soldado, se ha hecho muy familiar al gran público a través de las versiones cinematográficas, que encarnaron nombres carismáticos como José Ferrer o Gerard Depardieu. También la danza, el musical y la ópera se han ocupado de ella en varias ocasiones (con nombres tan sólidos como Victor Herbert o Walter Damrosch) aunque el interés se ha incrementado en los últimos tiempos. Así, junto a la versión de Alfano, que reviviera en Nueva York por vez primera apenas hace dos años, el próximo octubre se producirá el estreno de una obra de igual título, compuesta por David DiChiera y Bernard Uzan. Por su parte, Valencia apuesta por un proyecto en el que Domingo es su principal motor. Otro tenor, éste más polémico, Roberto Alagna, también se ha encaprichado de este personaje, al que considera “el papel de su vida”. Su actuación en Montpellier hace un par de años ha quedado registrada en un DVD editado por Deutsche Grammophon.

Con el revival del personaje ha ido el de su compositor. Franco Alfano (1875-1954), un artista muy respetado en su época, afrontaba en plenas facultades una obra cuyo libreto parecía mirar al XIX aunque se servía de una paleta orquestal influida tanto por los impresionistas franceses como por la instrumentación straussiana sin perder de vista a la gran tradición lírica italiana. Si dista mucho de poder ubicarse en la vanguardia –aunque Domingo comenta que su escritura tiene una más que acentuada personalidad– no deja de merecer un lugar más apropiado.

Un final magistral
La crítica ha valorado el dúo que culmina el segundo acto y el final de la ópera como magistrales, en los que Alfano lanza una línea de comunicación con Debussy. Dramáticamente funciona gracias a un libreto diseñado por Henri Cain, quien fuera el mejor colaborador de otro gran operista, Jules Massenet. La obra tiene una inevitable exhibición coral, si bien, en el montaje que se verá en Valencia, Znaniecki focaliza el desarrollo en el personaje principal. “Es inherente a la ópera”, comenta a El Cultural. “Y mi intención es abordarla de acuerdo con Alfano y no a través de la novela de Rostand. El compositor sabía muy bien qué hacia”.

Con sesenta y seis años, Plácido se encuentra en lo que él considera la última etapa de su carrera de tenor – “no me veo en un escenario con setenta años”, transmite quien ha tenido la fortuna de mantenerse tantos años en el candelero–, provisto todavía de un carisma que lo ubica como el primus inter pares del momento. Bajo su influencia han sido numerosas las óperas –sin olvidar las zarzuelas– que han revivido en los grandes teatros o han sido registradas por las discográficas, después de años en el cementerio de los archivos. Su vínculo con la obra de Alfano vino a raíz de su admiración por el tenor chileno Ramón Vinay. “Fue uno de los tenores a quien más admiraba y en los últimos años he desarrollado un repertorio bastante próximo al suyo”. Consultó la partitura en la Scala y constató que se adaptaba a sus actuales condiciones vocales. Como paso siguiente, el rey de la ópera de Estados Unidos, que gobierna artísticamente los teatros de Los Ángeles y Washington, no tuvo muchos problemas en convencer al Metropolitan para que llevara a cabo una nueva producción de Cyrano que, encomendada a Francesca Zambello, se construiría en colaboración con el Covent Garden. El Real de Sagi había negociado su apuesta por este proyecto, aunque fue el Palau de les Arts quien, a instancias de la bien relacionada Helga Schmidt, se acabó quedando con el premio. Sin embargo, problemas de ajuste, han obligado a diseñar un nuevo montaje encargado a Michal Znaniecki.

Domingo se muestra entusiasmado con la obra en conjunto, y particularmente con su protagonista. “Cyrano es un ser muy positivo, muy humano. Oculta la tragedia riéndose de sí mismo y enseña a los otros cómo hacer las cosas adecuadas”. Por su parte Michal Znaniecki, director de la nueva producción que se verá en Valencia, comenta que “la música fluye a modo de banda sonora cinematográfica con una extraordinaria calidad. Hay muchos momentos que pueden igualarse al mejor Puccini”. Plácido se entusiasma cuando cita “la escena del balcón, que es magnifica así como el acto final que contiene una música soberbia”.

Entre algunas peculiaridades de la obra está el terrible momento en el que tenor se enfrenta a una docena de espadachines mientras entona algunos de los pasajes más comprometidos. Ambientada en la mitad del siglo XVII en París, cuenta la historia de Cyrano, enamorado de Rossana, a su vez atraída por Cristiano, que también lo está de ella sin sabérselo decir. El espíritu noble que representa Cyrano apostará por ayudar a su amigo a conquistarla pese a su falta de autoestima. Precisamente, en el montaje de Valencia, Cyrano no llevará una nariz exagerada ya que a Znaniecki, “no le interesa tanto abundar en su defecto físico, sino en esa sensación de aislamiento”.

Lejos de ser una ópera pretenciosa, Domingo afirma que “está muy bien hecha y permite darte la satisfacción de cantar y actuar”. El libreto se encuentra lleno de elementos complejos, al igual que la música. Y Plácido es un hombre ocupado.

Un artista con carisma
Si no hace tanto el tenor necesitaba apenas unos días para memorizar dos óperas diferentes, Cyrano le requirió un trabajo de “cuatro meses”. Esto lo dice un músico completo, capaz de dirigir las orquestas de los teatros más señalados y que, con éste, ha afrontado la friolera de 121 roles operísticos, una cifra que lo sitúa como uno de los artistas más versátiles de la historia, tal como ha constatado recientemente la concesión del galardón del “Lifetime Achievement Award” que lo reconoce como “el más grande artista de ópera de los tiempos modernos”.

Sus últimos protagonismos incluyen el Rasputin de Deborah Drattell o el regio Chin del Ultimo Emperador de Tan Dun. Dentro del patrimonio operístico mundial ha recuperado La Africana de Meyerbeer, El Cid de Massenet, Il Guarany de Gomes, Margarita la tornera de Chapí o Sly de Wolf-Ferrari. De hecho, sólo un artista de su carisma puede ser capaz de convencer a los austeros administradores del Met o del Covent Garden para recrear la obra de un autor ignoto para el gran público y que, hasta ahora, apenas se ha representado una docena de ocasiones desde su estreno en aquella Roma de 1936 que veía desfilar a las fuerzas fascistas de Mussolini. Bajo la dirección de Tullio Serafín, contó con José Luccioni, junto a la gran Maria Caniglia como Rossana. A Roma seguirían París, en su versión francesa, Leipzig y Esfurt, en estos casos en alemán. A Estados Unidos llegó con el montaje del Met y España asistirá a su presentación en la primera temporada del Palau de les Arts de Valencia.

ALFANO. LA MALDICIÓN DE TURANDOT
La historia de la música suele señalar a Turandot de Puccini como la culminación del melodrama lírico italiano, con lo que implica de ubicar como si se tratara de un mal epílogo, a todos los compositores posteriores. El caso de Franco Alfano (1875 - 1954) es también común al de otros autores que, a instancias de viudas, editoriales o, simplemente, de la necesidad de dar un resultado coherente a obras inacabadas, se vieron enfrentados al fantasma de su antecesor. Tal es el caso de Süssmayer con el Réquiem de Mozart, Cerha con Lulú de Berg o Rimski con Jovanchina de Mussorgski. Alfano “tuvo la osadía”, según muchos analistas y aficionados, de maltratar los borradores y apuntes puccinianos para darle fin a la obra póstuma del autor de La bohème. Sin embargo, muchos no saben que su aportación era mucho más amplia y diferente, cortada por las presiones de Toscanini, que era quien le había recomendado a la familia para el proyecto, y la editorial Ricordi, agobiada por el prematuro fallecimiento de Puccini. Sin embargo encontramos, como señala el profesor Robert Holzer de la Universidad de Yale, a un importante compositor que quizá tuvo “más talento que suerte”. Como ejemplo de la maldición, la partitura de una obra de las dimensiones de La leggenda di Sakuntala fue destruida por un bombardeo aliado en la Segunda Guerra Mundial, obligando a su autor a reconstruirla desde la reducción pianística. Por encima de todo, Alfano fue hombre de teatro y ópera. De hecho, su aportación más representada es Risurezzione (1903) a partir de Tolstoi sin olvidar la recreación del mito tenoril con Don Juan de Mañara.

Luis G. IBERNI
El Cultural

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