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Vasily Petrenko: "En Rusia los directores son auténticos dictadores”

4/2/2007 |

 

El director ruso Vasily Petrenko (San Petersburgo, 1976), titular de la Royal Liverpool Philharmonic, acaba de triunfar junto a la Joven Orquesta Nacional y este mes volverá a la Sinfónica de Castilla y León, de la que es principal director invitado. El joven maestro ha hablado con El Cultural del papel de nuestro país en su carrera y de sus resultados en Liverpool, que han hecho temblar a las grandes formaciones inglesas.

El pasado septiembre Vasily Petrenko se convertía, a sus 29 años, en el más joven titular de la Royal Liverpool Philharmonic en su siglo y medio de historia y el primer maestro ruso en hacerse con el cargo. Dos meses después de su llegada, el periódico The Times situó a su nuevo conjunto a la altura de las tres grandes orquestas londinenses. Atrás quedaban los diez años, de los 7 a los 17, en los que “vivió” en la Escuela de Música de los Niños Cantores de San Petersburgo, la más antigua y elitista de la extinta Unión Soviética: “En su origen nutría de cantantes a las capillas del palacio del Zar y más tarde pasó a ser una cantera de futuros directores. Sólo ingresaban varones. Aquello era una auténtica locura de competitividad con un terrible sistema de selección. Había 25 plazas para 500 solicitudes y, año tras año, eran expulsados los que no daban la talla. Al final acabamos sólo cinco”, señala. En España se dio tímidamente a conocer tras hacerse con el primer premio del Concurso de Dirección de Cadaqués en 2004, “un paso definitivo para mi lanzamiento internacional. Un punto de inflexión en mi carrera. ¡Me ahorró diez años de trabajo!”. Un reconocimiento que llegó tras varias temporadas en la Ópera Estatal de su ciudad, donde sumó más de 30 títulos a su repertorio,y tras visitar los teatros de Hamburgo o Bruselas.

–¿Nació allí su amor por la ópera?
–Dirigir ópera es como conducir un enorme trailer. El aparataje es mucho mayor que si haces repertorio sinfónico. Puedes impresionar a mucha más gente pero al mismo tiempo la flexibilidad de la orquesta es menor, no puedes estar tan atento al detalle. Intento hacer toda la que puedo, el problema es que una producción de ópera requiere tres meses de trabajo y eso es mucho tiempo. Hoy lo dosifico, haré un Boris Godunov en la Nederlanse Opera y en octubre La Bohème en La Coruña, pero en un futuro tendré más tiempo para la Scala, la Bastilla o La Moneda de Bruselas, que ya me han llamado.

–¿Es diferente dirigir en su país a hacerlo en el resto de Europa?
–En Rusia no existen los sindicatos de orquesta. Allí los directores son auténticos dictadores, muy opresivos. Si quieres ensayar cinco horas lo haces y punto. No hay burocracia, no hay que consultar. Ellos lo deciden todo. Además, los músicos europeos y americanos son más amigables, el ambiente dentro de las orquestas es más agradable, me divierto bastante más trabajando con ellos. Si llegas con ese talante a una orquesta rusa te comen, si no vas con mano dura pensarán que eres un blando... Mejor no llegar sonriendo. Como director invitado, los primeros diez minutos en una orquesta rusa son muy importantes. Pero he aprendido mucho con ellos ya que, frente a Europa, tocan más con el corazón que con la cabeza.

–Jansons, Temirkanov o Salonen han sido sus maestros.
–Intenté coger lo mejor de cada uno, pero tuve claro desde el principio que no quería tener ídolos o dioses a los que imitar. He querido buscar siempre mi propio estilo.

El Dios Valery Gergiev
–¿Es Gergiev un modelo?
–No. Su trabajo es admirable, se ha construido un gran monumento para sí mismo como es el Mariinski de San Petersburgo. Hemos hablado muchas veces, sobre todo en los aviones. Me acuerdo que hace un año le conté todo los compromisos que estaba adquiriendo, la cantidad de conciertos que hacía o cómo cambiaba de país dos veces por semana. Le pregunté cómo sobrevivía él a todo eso y me dijo “te sugiero que no lleves la misma vida que yo estoy haciendo”. Es un genio pero hace demasiado. Lo sabe pero no puede parar.

–¿Siente predilección hacia algún tipo de repertorio?
–Simplemente disfruto mucho con la música. No entiendo a esos directores rusos que se pasan toda la vida dirigiendo las Sinfonías Cuarta y Sexta de Chaikovski. No aspiro a especializarme, cada vez que abro una nueva partitura me emociono, siento fuego en mis venas.

–Su técnica gestual aúna elegancia y autoridad.
–Mis profesores me decían que si todo está en orden en tu cabeza entonces irá bien en tus manos. Para un director lo más importante es saber con claridad lo que quiere en cada momento, tanto de la música como de los músicos. Si cuentas con esa visión clara en tu cabeza tu gesto será igualmente diáfano. Con sinceridad, nunca he ensayado frente al espejo o me he grabado en video. Para mí es un proceso cerebral que fluye de forma natural.

–¿Cómo llegó a Liverpool?
–Es una gran historia. En diciembre de 2004 me llamaron de la Royal Philharmonic para dirigir un concierto para el que se habían quedado sin presupuesto. Les venía muy bien contratarme ya que yo por entonces era un director desconocido y, sobre todo, muy barato. Me acuerdo que hice Prokoviev, Brahms y Rimski. El concierto fue un éxito y enseguida se estableció una relación muy cordial con la orquesta. Más tarde he sabido que durante los siguientes siete meses la administración de la orquesta envió a una serie de “oteadores” a verme dirigir por el mundo. No sé cuántas veces fueron porque a veces se anunciaban y otras no. La última vez fue, curiosamente, en Tenerife. Cenando después del concierto aparecieron dos “caballeros” ingleses, se identificaron y me propusieron el cargo. Allí empezó todo.

–¿Cómo ve a su orquesta?
–Ésta es una temporada importante. Se cumplen los 800 años de la fundación de la ciudad y, por otro lado, en 2008 Liverpool será capital europea de la cultura. Desde que llegué en septiembre ha sido una época muy estimulante. La orquesta tiene un gran potencial que reside sobre todo en su juventud ya que la media de edad de los músicos es 34 años. Hay mucho entusiasmo, ambición y disposición para trabajar. No me importa tanto que toquen mucho sino que lo hagan mejor.

–¿Competirá con las grandes formaciones inglesas?
–A los dos meses de aterrizar allí, The Times nos situó al mismo nivel de las tres grandes londinenses. ¡La competencia está servida! Gergiev en la London Symphony y yo en Liverpool. Utilizando una metáfora futbolística, ha sonado el silbato. Empieza el partido (risas)...

–Su llegada a Liverpool ha provocado una gran excitación...
–Es una ciudad muy especial, con una gran tradición y dos religiones, la música y el fútbol. Tiene una de las orquestas más antiguas de Inglaterra y ha sido la cuna de grandes del pop y el rock. Cuenta con el mayor festival veraniego de música al aire libre de Europa, donde se combinan todos los géneros incluyendo la clásica. Eso es muy importante, gracias a él mucha gente que nunca en su vida se había acercado a nuestro auditorio se decidió a hacerlo entonces.

–¿Su imagen cercana al artista de pop ha ayudado también?
–(Risas). Bueno, dejémoslo en algo más moderna del concepto habitual de director. Intento revitalizar la audiencia, hay que dar publicidad. Si algunas jovencitas vienen a un concierto para verme bienvenidas sean. Eso no me asusta, lo veo incluso divertido. Lo más importante es la música, sea clásica, funky o pop. De hecho entre los artistas de éste último género hay músicos con talento a los que respeto mucho.

Los nuevos cachorros rusos
Con su recién estrenado puesto de titular en Liverpool, Petrenko se ha sumado a la oleada de jóvenes maestros rusos que parecen haber invadido el mercado europeo y americano y que dan señales de convertirse en futuras “grandes” batutas. Es el ejemplo de Tugan Sojiev, que es, a sus 27 años, titular de la Orquesta del Capitole de Toulouse y que tan buena impresión causara en su reciente lectura de El amor de las tres naranjas en el Teatro Real de Madrid. “Compartí pupitre con Tugan en el conservatorio de San Petersburgo –señala Petrenko– tiene un gran talento”. Ya hay un buen número de directores que destacan por su trabajo: el moscovita Vladimir Jurowski (1972), director principal de la Orquesta Nacional Rusa y, a partir de septiembre, de la London Philharmonic; o Kirill Petrenko (Omsk, 1972), Director Musical de la Komische Oper de Berlín. “Creo que conformamos una gran generación de maestros rusos. Tenemos lo mejor de la escuela soviética de directores y, a la vez, hemos podido enriquecernos con el reconocimiento y el aprendizaje en el extranjero”, asegura Petrenko.

Carlos FORTEZA
El Cultural

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