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Internet se convierte en una gran sala de conciertos

16/12/2006 |

 

El millón de descargas del ciclo Beethoven de la BBC lanza a las orquestas a la conquista de la red.

Cuando la mayoría de los analistas señalaban a internet como un bastión de la música pop, el pasado año el ciclo de la BBC Philharmonic dedicado a Beethoven, generaba 1,4 millones de descargas, abriendo los ojos al mundo sobre las posibilidades del medio. Ante esto, las discográficas no han dudado en subirse al carro para comercializar los conciertos de las grandes formaciones a través de la red, convirtiéndola en un auditorio digital para miles de aficionados.

Aunque tarde, la mal denominada música música clásica ha reaccionado ante la revolución internet y está dispuesta a aprovechar su potencial. En una primera instancia descubrió sus posibilidades sobre todo en la venta anticipada de entradas. Las páginas web de orquestas y teatros líricos –siempre unas mejor que otras– se han convertido en completos recorridos por sus programaciones a través de las cuales se provoca al internauta y se facilita la adquisición de entradas con tiempo. Paralelamente, los artistas no se han quedado atrás y han construido páginas en las que facilitan su encuentro con el aficionado e, incluso, permiten escuchar, con diferentes calidades, algunas de sus lecturas. Pero el gran salto se producía el pasado año. La BBC Philharmonic, dirigida por su titular Gianandrea Noseda, permitía, a través de la matriz de su casa madre la BBC, descargar gratuitamente durante quince días todas las Sinfonías de Beethoven. Lo que se pensaba iba a ser un esfuerzo propagandístico con sólo resultados testimoniales, se convirtió en la gran sorpresa mediática del pasado año, alcanzándose la friolera de un millón cuatrocientas mil descargas. Masacró literalmente a todos sus competidores en el mundo del pop o del rock, que parecían llevar la delantera en este mundo. Matthew Cosgrove, director de Warner Classics, afirmaba entonces que, pese a la polémica –en alguna medida las discográficas consideraban que se trataba de una competencia desleal al permitir la descarga gratuitamente–, “se había realizado un completo estudio de mercado. Nadie, ni incluso en sus mejores sueños, habría imaginado que podía obtenerse tal respuesta”. Lo más llamativo era el perfil del consumidor: auténticos neófitos deseosos de saber “a qué suena” la obra del genial creador de Bonn.

Acuerdos sindicales
Que más tarde o más temprano, internet podía convertirse en una inmensa sala de conciertos, ya se preveía cuando la poderosa American Federation of Musicians, un sindicato famoso por su cohesión y por su dureza en las negociaciones, llegaba a un acuerdo con sesenta y seis orquestas y compañías de ópera en Estados Unidos a la hora de establecer las correspondientes gratificaciones a los profesores por los posibles ingresos que dichas instituciones obtuvieran de internet. Era un salto cualitativo que parecía advertir por donde caminan los nuevos tiempos. Es evidente que, ante la crisis de las discográficas, las instituciones sinfónicas no tenían más remedio que buscar fórmulas que compensaran la falta de ingresos. Así, en poco tiempo, la mayoría de las orquestas anglosajonas de cierta relevancia creaban sus propios sellos con indudable éxito. Uno de los más activos ha sido el de la London Symphony, LSO, que, en este momento, oferta Fidelio dirigido por Colin Davis sólo a través de descargas. De momento, y pese al increíble éxito de la experiencia de la BBC Philharmonic, la mayoría de las fuentes consultadas muestran sus dudas porque nadie acaba de estar seguro de si serán rojos o negros los números generados cuando se pongan en la red los inmensos catálogos de las orquestas.

Así Joseph Kluger, presidente de la de Philadelphia, dudaba de ello al señalar que “personalmente creo que la cultura de internet está basada en la premisa de que los contenidos son gratuitos”. Ello podría obligar a muchas formaciones a que acudieran a sus “fondos de armario” como reclamo para atraer a sus potenciales oyentes. Ni que decir tiene que muchos melómanos ya se relamen ante los manjares que pueden esconderse en los sótanos de las fonotecas de tan ilustres conjuntos... y más si no hay que pagar.

Gratis o no, los costes a través de la web siempre serán infinitamente más bajos que el CD y, para muestra, el ejemplo de la Novena Sinfonía de Mahler que, en versión de la Sinfónica de San Francisco, se puede adquirir en compacto por unos veinte euros. La misma obra y versión, descargada a través de eMusic, viene a suponer poco más de un euro, al evitar los costes de fabricación, almacenamiento y distribución.
Las grandes discográficas, heridas por la piratería y el gratis total de ciertas ofertas, no podían permanecer ajenas a esta revolución y han decidido subirse al carro con proyectos aparentemente muy tentadores. Así Deutsche Grammophon, el mayor sello dedicado a la música clásica, perteneciente a la poderosa compañía Universal, presentaba recientemente “Global Concerts” una idea que, hasta ahora, ha tenido una proyección sobre todo anglosajona, pero que, desde este mes, aspira a consolidarse en Europa.

Orquestas de tirón
Ha llegado a un acuerdo con dos importantes orquestas de indudable proyección mundial, las Filarmónicas de Nueva York y de Los Angeles (a las que está previsto sigan otros conjuntos), para grabar sus conciertos y ofertarlos unas semanas más tarde en la red. No es de extrañar que el presidente de la orquesta neoyorquina, Zarin Mehta, hermano del director, señalara que con ello se ubicara a su formación en la era digial, añadiendo que “nuestra música enriquecerá a los fans de todo el mundo en un formato accesible, portátil y muy personal”. En principio el acuerdo de distribución se firmó con la filial de Apple, iTunes, aunque se ha visto ampliada a otras, algo que el consumidor deberá tener en cuenta ante la diferente velocidad de descarga que oferta cada una de ellas, que oscila entre los 320 y los 192 Kbps.

Frente a esta revolución, los conjuntos españoles se muestran entre sorprendidos y distantes. “Si se piensa que, en la mayoría de nuestras orquestas, hasta hace poco se usaba mucho más el fax que el e-mail, todo esto suena a marciano”, afirmaba un gerente que ha preferido mantenerse en el anonimato. “Basta ver las páginas web de las orquestas españolas y compararlas con otras, especialmente inglesas y americanas. Algo habrá que hacer pero todavía no nos hemos puesto”, señala.

Los tres mosqueteros de la red
Desde el principio tres figuras aparecen como auténticos mosqueteros del panorama. El éxito del lanzamiento de las sinfonías beethovenianas de la BBC Philharmonic tuvo en su director, Gianandrea Noseda, un referente. De hecho, tras el impacto de esta niciativa, la firma discográfica inglesa Chandos ha comercializado el ciclo al precio de unos cuatro euros por sinfonía o treinta por el bloque completo. Uno de los motoros del proyecto Global Concert de D.G, es el finés Esa-Pekka Salonen, responsable en Los Angeles, quien afirmaba que “la descarga es el canal más relevante de distribución en el siglo XXI, una oportunidad para la música clásica para descubrir y apreciar nueva música a través de la tecnología punta”. Por su parte, Lorin Maazel, que estos días dirige en Valencia Don GIovanni, ha sido también sensible a este mundo, y junto a su Orquesta Filarmónica de Nueva York, ha colocado en la red varias obras de Mozart, Kodaly, Brahms o Dvorak, que proceden de su temporada de conciertos. Más información en: www.deutschegrammophon.com y www.chandos.net.

Luis G. IBERNI
El Cultural

Catclàssics, música clàssica de Catalunya a internet