2/12/2006 |
Jacques Offenbach (1819-1880) fue el inventor y rey absoluto, con cerca de cien partituras, de la opereta francesa. Cuando el éxito del popular subgénero le había procurado el máximo reconocimiento, se volcó en la creación de su única ópera, Los cuentos de Hoffmann. A ella dedicó los tres últimos años de su vida sin llegar a poder ver su estreno, un año más tarde de su muerte, en la Opéra Comique de París. Considerada como su obra maestra, Los cuentos está basada en los relatos fantásticos del dramaturgo alemán E. T. A. Hoffmann, y en ella Offenbach, que nació en Colonia y se formó en París, logra aunar la delicada ligereza francesa y la introversión alemana. Así, intercaladas con diálogos hablados, se suceden páginas cómicas y otras más profundas y líricas. No es fácil dar con un reparto adecuado. Sus dos protagonistas, el romántico Hoffmann y su antagonista –reflejado en cuatro maléficos personajes que suele asumir un único cantante–, deben estar presentes a lo largo de toda la función que, según la versión, puede durar hasta tres horas. Con todo, el reparto convocado en Madrid resulta prometedor. Como titular se alternan dos buenos tenores: el texano Marcus Haddock y el venezolano Aquiles Machado, quien ha mostrado ya en Bilbao o Sevilla que el poeta puede ser una de sus más idóneas encarnaciones. Giorgio Surjan asume las cuatro partes del barítono, mientras que dos mezzos, la rusa Ekaterina Gubanova, y la más belcantista Sonia Ganassi, serán Nicklausse. Pero es en los roles femeninos protagonistas donde pueden saltar chispas en el Real. Regresan a Madrid la joven soprano ligera Desirée Rancatore, Olymplia, la penetrante voz de la albanesa Inva Mula, y la fuerza dramática de Béatrice Uria-Monzón.
Carlos FORTEZA
El Cultural