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Nicolas Joel: “La ópera vive obsesionada por la modernidad”

2/12/2006 |

 

La obra maestra inconclusa de Offenbach, Los cuentos de Hoffmann, se estrena el próximo lunes en el Real en una nueva producción realizada por Nicolas Joel. El patrón del Teatro del Capitole de Toulouse es figura referente en el panorama operístico galo. En esta entrevista habla de su visión de la obra así como del estreno en su teatro de Doña Francisquita.

El director de escena Nicolas Joel es una de las grandes personalidades de la vida operística francesa. Desde su atalaya del Teatro del Capitole de Toulouse, donde reina desde hace más de quince años, Joel ha convertido un centro histórico en un motor cultural. Después de trabajar como asistente con Jean-Pierre Ponnelle, cuenta con una carrera que se ha desarrollado por todos los grandes escenarios del mundo. Su concepción del teatro lírico es calificada por sus críticos como “conservadora” mientras que sus apologetas la valoran de “responsable”. En el Real dirigió Manon y Werther de Massenet y vuelve ahora con una de las obras más difíciles del repertorio galo, Los cuentos de Hoffmann, coproducido con el coliseo que él regenta.

Hombre de pocas palabras, en apariencia reacio a las entrevistas, Joel muestra al hablar un tono serio, algo distante, a medio camino entre desconfiado y tímido. No se le puede negar que ha sabido encontrar un hueco en Europa para el Capitole, teniendo en cuenta la eclosión que vive el mundo operístico. Quizá por eso, su nombre suena ya como sucesor de Mortier en París, aunque su concepción pueda estar en las antípodas de aquél. Y a lo mejor, como sucedió ante los cantos de sirena de la Scala, también podría decir que no.

Afronta ahora una de las creaciones más complejas y fascinantes, Los cuentos de Hoffmann, de Offenbach, que su autor no llegó a completar “y ha de verse en todas sus múltiples facetas. Concebida originalmente para la Opéra Comique, demanda una estructura en la que se alternan partes habladas y cantadas. Pero, frente a todo elemento humorístico que pueda verse, el componente patético es el que prima”.

–¿Qué edición ha elegido?
–Hay tres ediciones críticas diferentes pero al final, en la mayoría de los casos, optamos por una mezcla. Hay que recordar que la labor de reconstrucción no fue fácil, porque los materiales de orquesta se quemaron, la partitura original se perdió por lo que se trabaja a partir de la versión del editor Choudens completada por Ernest Guiraud.

Tres sopranos
–Usted opta por tres intérpretes para cada uno de los papeles femeninos en lugar de una sola, como, al parecer, había previsto su autor.
–No es fácil encontrar una persona que posea una tesitura tan amplia sea capaz de asumir los tres diferentes papeles. Entre una soprano ligera y casi una mezzo, hay demasiada distancia por lo que se demandaría de una voz excepcional. En el disco es posible, pero en directo es muy difícil.

–Los cuentos de Hoffmann es una obra que posibilita siempre un gran despliegue escénico.
–Tiene efectos muy impactantes y nosotros hemos diseñado un gran espectáculo, con una llamativa escenografía de Ezio Frigerio. Pero esta obra supone mucho más que una sucesión de efectos escenográficos. Dramáticamente es fascinante, gracias a su protagonista que es el hilo teatral, provisto de gran fuerza, que corre a través de la ópera.

–Parece que ha vuelto a resurgir la escuela de canto francesa que hace unos años parecía desaparecida.
–Hace unos años vivió una crisis importante pero ahora hay un buen número de cantantes, empezando por Roberto Alagna, que es francés, o Natalie Dessay.

–¿Cómo vive el espectador francés el hecho de que cantantes de otros países, con acentos, afronten su repertorio? Sin ir más lejos, en Italia se ve con disgusto.
–En Francia hace mucho que no hay ese tipo de narcisismo operístico. Lo que usted me comenta tiene mucho de nacionalista y, peor aún, de provinciano.

–Usted lleva años al frente del Capitole de Toulouse, ¿cómo se ha producido su transformación?
–El Capitole es un teatro de gran tradición en Francia, donde llegué en 1990. Mi pretensión ha sido llevarlo a la modernidad sin olvidar esa tradición existente. Todo ha ido por un camino adecuado gracias al público, que ha apoyado mis propuestas, a la alcaldía de la ciudad que es la que pone el dinero y a Michel Plasson que ha conseguido convertir a la Orquesta del Capitole en un magnífico instrumento.

–Francia ha sido a veces poco sensible a su propio patrimonio
–Pero Toulouse ha mantenido la memoria de la tradición lírica francesa. Hemos llevado a cabo representaciones de títulos como Hamlet de Thomas o Louise de Charpentier, y tantas otras cuando, en otros sitios, ya habían dejado de hacerse.

–Hay que reconocer que el valor musical se impone al dramático.
–Debemos ser muy prudentes con ciertas creaciones y tener en cuenta que ser modernos por serlo no quiere decir, en sí, absolutamente nada. Hay que ofrecer claves de interpretación y no convertir, digamos por caso, Los pescadores de perlas de Bizet en algo que no tiene que ver con lo que, en origen, se concibió. Hay cosas que deben verse a través de las claves de su época. El exotismo del XIX es muy probable que no tenga equivalente hoy día por lo que no tiene sentido modificar. Hay un gran peligro en trabajar demagógicamente con las obras. Como, de hecho, no siempre es posible dar una nueva visión de obras que ya han sido hechas cientos de veces hasta llegar a cambiar por cambiar ¿Qué sentido tiene hacer una Carmen goyesca, o en pleno franquismo?

–En Toulouse se va a programar en esta temporada Doña Francisquita dirigida escénicamente por Sagi.
–La zarzuela es un género genuinamente español pero creo que al público francés no le resulta tan extraño porque nosotros tenemos la opera comique, de la que nace la zarzuela moderna, por lo que sus claves son asumibles. Será la primera vez que se haga zarzuela en Toulouse. La verdad es que no sé por qué no se ha hecho antes, así que entiendo ya es hora de empezar.

–La zarzuela tiene el problema para los intérpretes, de alternar partes habladas y cantadas
–Es problema es común en todos los sitios. Sucede lo mismo con Carmen. Los cantantes no están acostumbrados a hablar en escena. Para mí lo fundamental es que la zarzuela, como l’opéra comique, no debe verse como un género menor sino que requiere de tan buenos cantantes como cualquier otra ópera.

Luis G. IBERNI
El Cultural

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