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La orquesta de Bayreuth cabalga imparable en 'La Valquiria'

29/7/2006 |

 

Tras el decepcionante inicio del Anillo del nibelungo con una simplista puesta en escena de El oro del Rin, la segunda jornada de la tetralogía wagneriana, La Valquiria, estrenada el jueves, dio paso a la esperanza. Quien no necesita este cambio a mejor porque ya ha alcanzado un listón altísimo es la orquesta del festival, dirigida por Christian Thielemann.

En La Valquiria se enfrentan el mito y la razón, la naturaleza en estado puro y el orden establecido, los sentimientos y el deber. Frente al deseo del dios Wotan de recuperar el anillo forjado con el oro del Rin y de hacerlo mediante el fruto de un amor incestuoso entre dos hermanos gemelos que ha engendrado (Siegmund y Sieglinde), está la intransigencia de su esposa Fricka que representa el orden establecido. Junto al deber de Brünnhilde, la valquiria, de obedecer a Wotan, que también es su padre, y no proteger a Siegmund en el duelo que le será fatal, hay el deseo de salvarlo. La rigidez de Wotan por la desobediencia de su hija preferida contrasta con la compasión que siente por ella y que le salva la vida.

Este denso entramado sigue desarrollándose, en la dirección escénica de Tankred Dorst, hoy, entre los humanos que no se aperciban del drama que están viviendo los dioses. Siegmund y Sieglinde se encuentran, se reconocen y se enamoran en
una sala desvencijada con una pared que ha sido derrumbada por un poste eléctrico que es en lo que el hombre ha convertido el fresno del que Sigmund extraerá la espada que debería hacerle invencible. El segundo acto se desarrolla entre las ruinas de lo que parece un parque arqueológico, mientras que la roca donde la valquiria dormirá rodeada de fuego hasta que un héroe sin miedo la despierte es una cantera de mármol.
Falk Struckmann (Wotan) repitió el éxito de la noche anterior pese a que hacia el final tuvo dificultades. Adrianne Pieczonka, que recibió grandes aplausos, cantó una Sieglinde llena de amor y temor, en contraste con el Siegmund tosco de Endrik Wottrich, que se llevó algunos abucheos. La Brünnhilde de Linda Watson resultó una valquiria con tendencia al histerismo.

ROSA MASSAGUÉ
El Periódico

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