José Bros: “No sé lo que es un público difícil”
21/4/2006 |
Sin apenas marketing, pero con paso firme, el tenor José Bros se confirma con el heredero de la estela española de los Kraus, Carreras, Aragall y Domingo. Viene de poner, literalmente, a su pies al público de la Scala de Milán y, en apenas unos días, afronta La Favorita en Viena. En Madrid le esperan en los próximos meses La tabernera del puerto en la Zarzuela así como Luisa Fernanda con Domingo y la recuperación de La conquista di Granata, en Real. Acaba de aparecer su disco dedicado a la zarzuela junto a su esposa, la cantante María Gallego, un trabajo que ha sido considerado como “una de las mejores aportaciones al género” de los últimos años.
En el cartellone del Teatro alla Scala de Milán se anuncia Lucia di Lammermoor, protagonizada por dos nombres de moda Patricia Ciofi y Ramón Vargas. Alrededor de las seis de la tarde, José Bros, apenas recién llegado a la ciudad ya que debe cantar este mismo título unos días más tarde, entra en en camerinos para saludar al maestro Roberto Abbado, sobrino del célebre Claudio. El maestro le dice que si está preparado para salir a escena en un par de horas, sin ensayo alguno. El mexicano Ramón Vargas ha enfermado de un extraño virus y está demasiado débil para salir a escena. Bros, sin pensarlo, dice que sí. Confía con los ojos cerrados en Abbado, ya que ha cantado esta obra con él. Se adapta sobre la marcha el vestuario, mientras que los responsables escénicos le refrescan algunos detalles de la producción. El exigente público lombardo recibe el anuncio cuando está sentado y no sin cierta inquietud. Sin embargo, cuando el telón cae, una ovación unánime celebra la elección. Bros, una vez más, ha vuelto a triunfar en la Scala aunque, en esta ocasión, en una situación mucho más difícil y en un título, como es Lucia di Lammermor, que le da un valor añadido.
“En realidad, las que tuvieron que correr de verdad fueron las sastras”, se ríe, comentando la anécdota a El Cultural. “Yo conocía la producción y siempre he tenido una excelente relación musical con Roberto Abbado, con el que mantengo una continua fluidez de ideas . De lo contrario hubiera sido un suicidio”, añade como quitando el mérito, algo fruto de la habitual modestia que le caracteriza.
–No se puede negar que cantar Lucia en un teatro como La Scala en estas condiciones no es ideal.
–No quiero decir que, a priori, no se pueda sentir una presión añadida. Pero como mantengo todo mi repertorio fresco no tengo ningún miedo. No he abandonado ninguna de las óperas que he aprendido desde mis comienzos. ¡Todavía hago Sonambula y Don Pasquale! Desde que debuté con Don Giovanni he ido añadiendo papeles nuevos... sin olvidar los viejos.
–Estamos hablando de...
–Unas cuarenta óperas. Debuté Manon, recientemente, y en los próximos meses lo haré en otros tres papeles, Werther en Nápoles, Il Pirata en Ancona y La hija del Regimiento en Washington.
Y es que el calendario de Bros parece dar vértigo. Aprovecha su paso por Madrid para preparar la nueva producción que el Teatro de la Zarzuela estrenará el mes que viene de La tabernera del puerto, justo antes de desembarcar en la Staatsoper de Viena con La favorite (la versión francesa de la ópera de Donizetti que Bros canta también en italiano) junto a Luciana d’Intino y una de las batutas de moda, el suizo Fabio Luisi. Después vendrá la obra de Sorozábal en el coliseo de la calle Jovellanos y, junto a Plácido Domingo y en el Real, Luisa Fernanda. En medio recuperará otra ópera de Arrieta, La conquista di Granata y hará un par de incursiones a Oviedo, ciudad con la que mantiene un estrecho vínculo. En el verano, recalará en los festivales de Peralada y San Sebastián para abrir temporada en la Staatsoper de Berlín con una nueva producción de Maria Stuarda realizada por Peter Mussbach, intendente del coliseo berlinés. Sus compromisos incluyen una Thais con Renée Fleming y Thomas Hampson, Lucia con Gruberova en el Liceo, o una gira de la Opera de Viena por Japón.
–La soprano Edita Gruberova dice que sí, que están muy bien los Florez, Alvarez, Villazón, pero que con seguridad, usted les jubilará a todos. ¿Se cree peor tratado por el peso que adquiere la falange hispana y su impresionante despliegue de márketing?
–(Tras esbozar una sonrisa). Cualquier cosa que ayude a la difusión de la ópera me parece positiva. La oferta es tan grande que si ellos consiguen atraer a otros públicos a la ópera, sin duda por sus méritos, será muy positivo. En mi caso, siempre me he planteado una carrera tranquila, segura, sabiendo qué y cuándo debo afrontar cada obra. No tengo ninguna prisa.
Corredor de fondo
–Aparece como un corredor de fondo, algo poco habitual. No es de los que piensan que “canto unos años todo lo que me salga y, después, ya veremos”.
–¡Es que eso de “ya veremos” es muy peligroso! Porque, a lo mejor, esa opción ni llega. Los cantantes dependemos de la voz, algo muy frágil. El canto es mi pasión y mi trabajo y, por lo tanto, debo cuidar con mimo ese instrumento que me da de comer. La ópera es un mundo complejo y cuando piensas a cinco años vista, lo único que has de tener en la cabeza es si podrás mantenerte en condiciones ideales. Es verdad que procurando no obsesionarte.
–Usted raramente cancela y, más extraño aún, resulta verle una mala función, aunque su debut en la Manon de Sevilla dio más de un susto.
–Tengo que estar al borde de la muerte para cancelar. En cuanto a lo de Sevilla, hay gente que parece dar valor a lo que sólo son meros accidente. En realidad, fue culpa del incienso. Por momentos me sentí ahogado lo que afectó a unos pasajes muy comprometidos. Quizá se magnificó por tratarse del estreno. Pero el resto de las representaciones funcionó perfectamente.
–Por cierto, ¿qué le atraía de Manon, una ópera tan desagradecida para el tenor?
–Más lo es La Sonambula y la interpreto con mucho gusto. En realidad, me tiene que interesar el personaje y el protagonista de Manon es fascinante. Además me siento muy cómodo en la ópera francesa. De hecho, el próximo año vendrá Werther.
–A este paso, no será de extrañar verle en Don José de Carmen.
–(Riéndose) Más fácil que Don José puede ser un Lohengrin.
–Y ¿por qué no? En realidad, la manera como se canta Wagner no deja de estar “deformada” por la tradición. Don José ha sido muy forzado por la estela verista.
–Es cierto. Yo creo que hay muchas óperas que merecen otro tipo de lecturas que las que habitualmente reciben por eso que se llama tradición. He tenido la suerte de llevar una trayectoria muy especial. Durante mucho tiempo, mi columna vertebral ha sido el repertorio belcantista, especialmente Bellini y Donizetti que me han enseñado que la fuerza se posee y no se demuestra. Porque la voz hay que sostenerla en el aire con tranquilidad, sin forzar. Y no me arrepiento, pese a lo que digan, porque son compositores que escribían muy bien para la voz.También me he dedicado mucho a Mozart de quien, en el futuro, me gustará hacer Idomeneo. Así, progresivamente, mi voz se ha ido haciendo más grande, más rica.
–Usted trabaja solo.
–Tengo mis repertoristas. Pero, en realidad, el trabajo lo hago solo, aunque tengo la ventaja de contar con una esposa que es cantante, que conoce como nadie mi voz. Yo dejé a mi profesor, después de estudiar seis años con él, porque veía que había llegado a un momento en el que, ni avanzaba ni retrocedía. Después, me han servido de plataforma todos los consejos de mi mánager, mi mujer y, también, las críticas y reflexiones que siempre aportan cosas.
–Ha tenido suerte.
– De entrada yo marco una diferencia entre lo que es un mánager y un agente, mucho menos trascendente. Con el mío, Miguel Lerín, hemos desarrollado una buena sintonía porque coincidimos en muchos aspectos de mi carrera. Siempre me ha aconsejado adecuadamente. En los primeros años es muy importante porque se corren muchos riesgos y Miguel Lerín conoce bien el repertorio. Estas carreras necesitan tiempo de desarrollo y hay mucha gente en este mundillo muy nerviosa y confundida que apenas, a los tres meses, está cambiando de profesor o de mánager.
–No negará, en todo caso, que hay mánagers más poderosos e influyentes. Porque usted, con sus éxitos y sus condiciones, todavía no ha debutado en algunos teatros importantes como Londres, Nueva York o la Opera de Paris.
–Todo llegará. Para mí, cada público cada teatro, es importante. En el momento en el que estás en un escenario no te preocupas si es Sabadell o Viena. También soy consciente de que mi repertorio, hasta ahora, ha sido muy concreto porque el bel canto se programa mucho menos que otro tipo de obras. Y en cuanto a los mánagers, no creo que hoy día, en la era de internet, el peso de los mánagers sea tan determinante. En realidad, uno debe ser consciente de que cada director artístico tiene sus preferencias en lo que se refiere al repertorio y mi voz no tiene por qué gustar a todo el mundo. Pero el cantar aquí o allí no me quita, para nada, el sueño.
Ópera y zarzuela
–¿Tampoco le preocupan los públicos? Ni ésos que son considerados como “muy entendidos”.
–No sé qué es un público difícil. O, por lo menos, nunca me lo he encontrado. Los cantantes debemos estar preparados para enfrentarnos a públicos muy diversos. Para ello, debes cantar lo que te apetece y no tanto lo que los demás esperan de tí. Y, desde luego, que hay públicos que saben, porque llevan años acudiendo a la ópera. Pero de la misma manera que yo, si acudo a un partido de fútbol, voy a disfrutar, la gente que va a la ópera, en su mayoría quiere pasarlo bien. También se dice que el público de la premiere es más exigente. En todo caso, yo no voy predispuesto.
–Usted es de los pocos cantantes que no tiene inconveniente en alternar la ópera y la zarzuela.
–Adoro la zarzuela y el disco que sale ahora, junto a mi esposa, es buena prueba de ello. Muchos cantantes hablan de la dificultad de alternar las partes habladas con las partes cantadas, pero si la impostación es adecuada no debería cansar. Hay un repertorio muy interesante y creo que se debe hacer una labor de recuperación en la que todos debemos arrimar el hombro.
–El disco ha supuesto la vuelta de su esposa, María Gallego, que ha sorprendido por la frescura de su voz. Pocos recuerdan que en sus comienzos ya había subido algunos peldaños muy importantes.
–Este disco es muy especial para nosotros. Yo no puedo sino agradecerle a ella sino haber estado todo este tiempo apoyándome, llevando el peso de la familia. Los cantantes vivimos una existencia muy interesante pero dura. Y yo necesito una estabilidad que he encontrado en ella. Durante estos años se ha mantenido al pie del cañón, aunque no ha abandonado el canto. Tuvimos la ocasión de hacer en El Escorial el concierto y decidimos grabarlo sólo como recuerdo. Pero luego nos dijeron que, ante un material tan bueno, por qué no hacíamos el disco. Y aquí está.
Luis G. IBERNI
Por méritos propios
El Febrero Lírico de El Escorial en 2005 brindó un concierto precioso de José Bros y María Gallego, la abnegada esposa que renunció a una carrera en beneficio del tenor y que ahora retomará. Ella y su agente, Miguel Lerín, son las grandes ayudas que ha tenido Bros. El resto, méritos propios. Y conviene decir que la calidad y la técnica del tenor catalán están por encima de otros que, como Villazón, hacen sonar más sus nombres que sus voces. Se apoyan en el márketing de sus casas de discos y en sus aptitudes escénicas. José Bros ha huido de publicidades para centrarse en una superación, día a día, en rellenar carencias y en conseguir lo que hoy posee: una voz de timbre bellísimo que se ha ensanchado. Y lo ha hecho logrando lo que casi es un imposible: que el registro agudo no se perjudique sino que sea aún más firme. Es el resultado de un esfuerzo continuado y nada grato pero que, sin duda, tendrá pronto su recompensa. La Scala ha supuesto un triunfo al que han de seguir muchos otros en los primeros teatros del mundo. Se lo merece.
Gonzalo ALONSO
Luis G. IBERNI
El Cultural