...mañana por mí
25/2/2006 |
Me han llegado algunos emails pidiendo que amplíe el tema de mi último artículo. Algunos de ustedes quieren saber más. Otros echan de menos más casos concretos que el allí citado, que lo fue exclusivamente por ser de tanta actualidad como para inspirar todo el comentario. ¡Pues me parece muy bien! Estas líneas tienen su longitud limitada y no se pueden imaginar los esfuerzos que muchas veces hay que hacer para incluir todo lo que uno desea. Pero estoy dispuesto a dar gusto a las mencionadas peticiones, casi convirtiendo ese espacio en un blog.
Hablaba de ignorantes, aprovechados y comodones en relación con la política y la música. ¿Cómo podría catalogarse a quien paga por una actuación de cualquier artista mucho más de lo que es su caché? Más de un cantante me ha confesado: “Me han pedido un papel que ya no canto, pero me pagan el doble que en cualquier sitio”. ¿Cómo calificar que una autonomía ceda la gestión cultural de un festival a una organización privada y que después ésta la subcontrate por la mitad? A los responsables políticos les resulta muy difícil apoyar un espectáculo como el aún próximo Quijote de Manuel García, aunque cueste dos duros, porque lo cómodo es contratar a Pavarotti, Bartoli o Flórez, aunque pidan un riñón. El riesgo de un fallo en el Quijote lo pagaría el político, mientras que una mala actuación del divo sería exclusivamente un problema de ese divo. Así gestiona cualquiera.
En cuanto a los intercambios, basta fijarse en cualquier orquesta o teatro y sacar la lista de directores invitados con mando en alguna plaza y luego irse a dicha plaza y hacer lo mismo. Verán que con mucha frecuencia hay reciprocidad. Por eso todos los directores, musicales o escénicos, quieren tener una orquesta o un teatro, porque es su garantía de vida.
Hay agentes admirables –Felicitas Keller ayer y Humberto Orán hoy– que defienden su negocio como haría cualquiera con mentalidad empresarial. Colocan un director como titular y, a partir de ahí, todo su plantel de solistas. Ayer fue la ONE y hoy puede ser el caso de el Teatro Maestranza de Sevilla. Es humano, pero lo lógico sería que alguien controlase si existen excesos. Algo que no suele suceder.
Gonzalo Alonso
El Cultural