Bieito lleva el 'Wozzeck' de Alban Berg a una industria petroquímica
29/12/2005 |
El director evoca un mundo convertido en maquinaria orgánica por cuyas tuberías o intestinos circulan sustancias nocivas.
Que no tiemble la ortodoxia liceística. El Wozzeck que con dirección de Calixto Bieito y producción del Liceu se estrena mañana viernes en el coliseo lírico de la Rambla es fiel a la violencia de la partitura y a la dureza del drama original. Nada más. Claro que hay una lectura sobre la dramaturgia que el mismo Alban Berg realizó de la obra teatral de Büchner. Una lectura apocalíptica que se plasma en una escenografía (Alfons Flores) que reproduce lo que sería una gran industria petroquímica o planta de hidrocarburos y, a la vez, el interior de un ser humano. Aunque intemporal, al decir del director, la idea motriz es la de un mundo convertido en una maquinaria orgánica por cuyas tuberías-intestinos circulan sustancias nocivas. Un espacio escénico que podría recordar algún fotograma de la película de Fritz Lang Metrópolis y una sociedad en descomposición con referencias actuales al chapapote, al agujero de la capa de ozono, a la contaminación del planeta o al aumento de los cánceres de útero (en el original del músico). Aunque en el programa de mano el dramatis personae figure según los cánones originales, el espectador no deberá buscar uniformes ni soldados, porque Wozzeck y su compañera y amada Marie son obreros de un sistema "poscapitalista", en palabras de Bieito, asumido por todos desde la resignación, la explotación y la opresión que se personifican en el personaje protagonista de un drama en el que el capitán es un acaudalado que sufre ataques de pánico.
La idea ecológica del montaje no es casual y, al decir de Bieito y de su dramaturgo habitual, el alemán Xavier Zuber, es intrínseco a la obra de Berg en la medida que lo era a la de un Büchner que era médico y para quien la naturaleza y el hombre tenían una íntima relación. Nada, pues, que no pueda entresacarse de una lectura atenta del original teatral y de la dramaturgia del compositor, si cabe más tormentosa aún. Para Bieito, Wozzeck es un "gran poema dramático", que ha plasmado sin ningún oscuro entre las más de trece escenas de los tres actos para darle homogeneidad y continuidad. La obra de Berg abunda en esa idea pesimista de la sociedad occidental que Calixto Bieito ha constatado mayormente en obras de teatro como Macbeth o Hamlet, pero también en algunas óperas como Madama Butterfly. El famoso director escénico asegura que tenía ganas de enfrentarse a Wozzeck desde que ya hace al menos diez años dirigiera Pierrot Lunaire, de Schönberg. "Pero no quería hacer la obra de teatro. Me parece que Alban Berg ordena el material y hace una dramaturgia más contundente, que me emociona, me provoca desasosiego y evoca la angustia existencial, patológica, que vivimos en nuestro mundo". Al fin, pues, Bieito asegura que "es imposible ir más lejos de lo que Büchner y Berg destacaron en sus obras", y que al director le cabe sólo "recuperar y subrayar la doble dimensión poética y social" del drama.
Santiago Fondevila
La Vanguardia