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Bieito: «La música me cura, me hace sentir mejor»

11/12/2005 |

 

Polémico, manipulador, político, comprometido, audaz, genial. Es el niño terrible de la ópera europea y lleva semanas ensayando «Wozzeck», que estrenará a finales de mes en el Liceo.

Dedicado a la ópera casi en exclusiva, aún es reciente el escándalo que provocó en Berlín con su «Madama Butterfly». Le va la marcha. «Que sólo esté dirigiendo ópera no ha sido una coincidencia, sino algo voluntario. Me gusta demasiado. Incluso a mis hijos los machaco con música. La ópera es fundamental en mi vida y la música me cura, me hace sentir mejor. Y esta decisión no ha sido por dinero como alguien ha dicho: eso es mentira porque cobro lo mismo por dirigir teatro que ópera. En teatro hay que inventarse la música, y me refiero a la sangre, al «tempo», no a una banda sonora, sino a ese motor invisible que hace moverse al actor».

-¿Mantendrá la fiebre operística?
-Si, aunque voy a hacer «Peer Gynt» en Noruega, que es como si un extranjero nos viniera a montar «El Quijote» aquí a España. En Noruega hay una larga tradición ante esta obra. Eso nos falta. Las tradiciones teatrales catalana y española son muy cerradas. Nos falta la visión de dramaturgos de fuera. No que nos digan cómo hay que hacerlo, sino que aporten una visión diferente. Un poco «cómo nos ven». Creo que es importante. En el Teatro Romea [del que es director] no lo he podido concretar, porque yo lo que quería era empujar a los directores locales. Por eso han pasado por el Romea todos los nuevos directores importantes de la escena local actual; todo el relevo generacional ha estado con nosotros.

-¿Cómo va su proyecto cinematográfico?
-Ahí está, descansando. «Las comedias bárbaras» es un proyecto aparcado, aunque preparé incluso un trailer. Está así porque quizás no tenga la ambición ni la seguridad necesarias para sacarlo adelante o para hacerlo bien. Me hacía ilusión. Pero filmamos, doblamos y probamos. Así se quedó la cosa.

-¿Hacia dónde apunta su visión de «Wozzeck»?
-Va hacia la explotación del hombre por el hombre. Es un personaje que evoluciona de ser un pobre hombre a un hombre loco, porque en la primera escena no está enfermo cuando afirma que «los pobres no tenemos moral». Esto se pone de manifiesto cada vez más en nuestras vidas porque hemos optado por un sistema que, desgraciadamente, explota a la gente. Y aquí está la lucha. Este sistema lo hemos creado nosotros, pero luchamos para no ser explotados, y la cultura es una forma de salvación. No se trata de establecer un discurso anticapitalista, sino de hablar de la esencia misma del hombre, porque también necesitamos destruir. Es terrible comprobar esto, que necesitamos contaminar a otros para demostrar nuestro poder. Wozzeck mata a Marie, porque él es una víctima.

-¿Y qué pasa con la moral de Marie?
-Eso es importante, porque aquí interviene un tema emocional. Él está perdiendo incluso a su mujer, a la madre de su hijo. Ella se arrepiente de ponerle los cuernos, pero el tema de la fidelidad no me interesa desde un punto de vista moral, porque la religión hoy está absolutamente desfasada y muy fuera de mi interés. Me interesa la sociedad y la lealtad.

-¿Mantiene la lucha de clases de la obra original?
-Por supuesto, es fundamental. Seguimos viviendo en una sociedad en la que hay mucha pobreza y que se mueve por intereses económicos. Y la gente que no tiene dinero quema coches, porque ya le es igual que le metan un tiro por la calle. Pero insisto en que la pobreza no es la única razón de la violencia, porque ésta también es propia del ser humano. Vivimos un momento económicamente muy agresivo y la sociedad del bienestar del que forma parte el mundo de la ópera es lo que parece que hay que salvar a costa de quien sea. Y no queremos perder lo que tenemos. Por eso, en cuanto hay algún cambio plástico o estético, hay crisis, porque se crea inseguridad. Mi denuncia no hace falta explicitarla, porque está en mi manera de trabajar y de ver la vida. Pero también me encanta el «show-bussines». En todo caso no niego mi compromiso: soy republicano y federalista, algo que hace años vengo diciendo sin problemas, porque puedo hacerlo: estoy en un país con libertad de expresión y pago mis impuestos.

-¿Está preparando un mozart para el próximo año?
-No. Lo único que tengo es mi «Don Giovanni», que está todavía en Alemania y que volverá al Liceo en 2008.

-¿Qué proyectos operísticos tiene?
-Voy a montar «Lulu» en Basilea en 2008. Todavía no la conozco tan bien como «Wozzeck», pero me atrae eso de que esté inacabada. También voy a hacer una nueva producción de «Wozzeck» en Hannover, ahora, en unos meses. El 2006 hago «Don Carlo» en Basilea y en España sólo tengo este «Wozzeck» en el Liceo, que el 2007 se verá en el Teatro Real. También estará girando mi «Barberillo de Lavapiés». Tengo muchos proyectos, como mi primer Wagner en Stuttgart: «El Holandés errante»; más tarde hago «Tannhäuser». Y para después me dan barra libre. Me interesa mucho «Desde la casa de los muertos», de Jánacek, y también «Lady Macbeth», de Shostakovich. Y hay un proyecto para la capitalidad cultural europea de Statvanger (Noruega), para 2009, donde probablemente pueda dirigir una ópera en estreno absoluto.

-El Liceo ha programado «Wozzeck» dentro del abono después de que su «Don Giovanni» estuviera fuera.
-Me es igual. No me significa nada especial, aunque no niego que al principio me extrañó. He vuelto al abono y me siento igual. Yo me tengo que alejar de todo esto.

-¿Cómo consigue que los cantantes accedan a todos sus requerimientos?
-Todo se basa en la disciplina. Hay que ver qué es lo que realmente pueden hacer dentro de un clima de libertad, de generosidad y de disciplina. Se les pide que jueguen con su cuerpo. Yo soy muy autocrítico y si veo que algo no funciona por un error mío lo intento subsanar. En Alemania se creían que yo era un borracho y que en los ensayos bebía cerveza y escupía al suelo. Esta manera de trabajar no la censuro, pero no es la mía. Mi modo es bastante apasionado, desprendido, me implico emocionalmente, y mucho, tanto que me afecta si no contacto con un cantante. Pero lo más importante en un director es que debe activar, no desactivar negando opciones; tiene que decir claramente lo que quiere, no lo que no quiere.

-¿Por qué no ha dirigido óperas de nueva creación?
-No he tenido la oportunidad de hacerlo, pero estoy muy interesado. Está ese proyecto en Noruega para 2009. Hay buenas historias y sueño con una ópera que sea un «thriller», pero con música de ahora. Me hace falta trabajar con un compositor que me sea afín. Por ejemplo, he trabajado con el novelista Michele Houellebecq para adaptar al teatro su novela «Plataforma» y ha sido una relación intensa y provechosa. Imagino que con un compositor tendría que crearse este mismo tipo de relación.

Pablo Meléndez-Haddad
Abc

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