Coros, ¿la tercera revolución?
9/12/2005 |
Los nuevos retos corales ante la consolidación de las orquestas y auditorios.
El concierto que este sábado ofrece el Coro Nacional de España en el Auditorio Nacional, dentro del ciclo Cámara y Polifonía, sirve para presentar a su nueva titular, Mireia Barrera. Con este motivo, El Cultural entrevista a la directora catalana y analiza, una vez consolidada la revolución musical de las orquestas y auditorios, el actual panorama coral en nuestro país y su progresiva profesionalización.
La primera revolución musical surgida hace más de tres lustros en nuestro país, que trajo consigo la construcción de un buen número de auditorios por toda la geografía, fue prácticamente paralela a la creación de una más o menos sólida infraestructura sinfónica. Este segundo avance, hoy prácticamente consolidado con cerca de 30 orquestas con temporada estable, debería haber desembocado, por ley natural, en la creación de una red de coral vinculada a las citadas formaciones, profesional o no, capacitada para asumir las grandes obras del repertorio, hoy por hoy, inabarcables. Un tercer salto que tarda en llegar si atendemos al hecho de que en España existen hoy tan sólo siete coros profesionales, frente a los centenares de conjuntos amateur de diferente nivel que proliferan por muchas ciudades españolas y que van del Orfeón Donostiarra a agrupaciones con programaciones poco ambiciosas y recursos escasos. Entre los profesionales, a los ubicados en Madrid –Nacional de España, Radio Televisión, Comunidad de Madrid, Teatro Real y Teatro de la Zarzuela– hay que sumar los del Teatro del Liceo y el de la Generalitat de Valencia. Al margen de los citados, se suele incluir el de Cámara del Palau de la Música Catalana, hoy en régimen semiprofesional.
Concentración en Madrid
A esta patente concentración del mundo coral en Madrid se refiere Joan Company, responsable y fundador de la Coral Universitaria de las Islas Baleares y titular del Coro de la Sinfónica de Galicia: “Es un panorama demasiado centralizado en Madrid. Una ciudad como Barcelona debería tener, junto al del Liceo, como mínimo un par de coros profesionales más. También Valencia está en déficit. A éstas habría que sumar el caso de ciudades que disfrutan de una actividad lírica regular y donde muchas veces el coste mayor viene al traer los coros a sus producciones”. De esta forma, para el director mallorquín, la promoción de los coros profesionales tendría que plantearse “además de en las citadas ciudades, en esos núcleos como Sevilla, Bilbao o La Coruña, donde disfrutan de una actividad musical regular y, sobre todo, existe una demanda social avalada por la tradición”. En cualquier caso, apuesta por un modelo profesional no orfeonístico en cuanto a número: “un tamaño más cercano al coro de cámara, con una plantilla fija de unas 30-40 personas, diez por cuerda, que pudieran en momentos puntuales reforzarse con estudiantes de canto”.
Company, que si bien señala que el ideal sería que cada ciudad importante tuviera su propia orquesta y coro, advierte, por otro lado, de los peligros de que se produzca una avalancha de coros profesionales: “Debemos ser realistas. En el caso de los coros, la profesionalización se tiene que llevar a cabo con cierto orden y criterio. Hay lugares donde la subsistencia no está garantizada. No sólo económica, ya de por sí complicada, dado lo caro que resulta un coro, sino porque no hay tanto ‘mercado’ musical como para mantener una gran periodicidad en las actuaciones. Aquí mismo, en Mallorca, donde la propia Coral Universitaria cuenta con 14 filiales, promover un coro profesional sería una tontería cuando ya resulta costoso mantener a la orquesta”, añade.
La escasez de conjuntos corales profesionales en España hace que se dé a menudo el caso de conjuntos de aficionados, como el Orfeón Donostiarra o el citado del Palau de la Música Catalana, que afrontan, pese a su carácter amateur, responsabilidades de gran calado. El director de este último, Jordi Casas, también al frente del Coro de la Comunidad de Madrid y desde febrero pasado titular del Coro del Teatro Real, se refiere a este fenómeno: “Hay muchos y muy buenos coros de este tipo en nuestro país que, por su capacidad de trabajo, tienden de forma natural a la profesionalidad pero que necesitan aún de un espaldarazo público. El del Palau, por ejemplo, lleva funcionando quince años en los que se ha ganado un espacio muy importante en el panorama musical español. La administración se tiene que dar cuenta de que hay una necesidad que nace del público”. El director relaciona la escasez de buenos coros en España con dos cuestiones: “El que la mayoría sean amateur condiciona su rendimiento. A veces los resultados están supeditados al azar ya que varía mucho el nivel de los cantantes que van pasando. También por las características que el temperamento mediterráneo otorga a la voz, con un plus de individualidad más que de colectivo”. Un hecho que a juicio de Casas tiende al cambio: “Los coros van a beneficiarse cada vez más de la revolución que ha vivido nuestra vida musical. Se va a ver que, al igual que una orquesta, para que un coro brinde resultados necesita que sus integrantes sean tratados como profesionales. Quien estudia diez años de canto tiene derecho a una remuneración tan digna como la persona que estudia diez años un instrumento”.
Red coral amateur
El modelo que impera hoy es el de la coral u orfeón amateur del que existe una bien poblada red por todas las provincias españolas. Frente al profesional, este tipo de conjuntos corales no exige dedicación exclusiva, sus integrantes no reciben retribución económica alguna y los niveles de conocimiento musical de los coristas puede llegar a ser muy variable. Por contra, para ingresar en un coro profesional, al margen de ser obligatorio superar unas exigentes pruebas de acceso, es necesario, en la mayoría de los casos, como el de la ONE o el de la Comunidad, contar con el título superior de canto. Según el nuevo plan de estudios a éste se accede tras estudiar los seis cursos de grado medio en un conservatorio, y completar la formación, otros cuatro años, en la Escuela Superior de Canto.
Según señala la soprano Celia Alcedo, solista y integrante del coro de la Comunidad de Madrid, la salidas que ofrece la profesión una vez concluido el grado superior son dos: “o sigues como solista o intentas entrar en un coro, incluso estando en un coro puedes seguir tu carrera como solista, con la seguridad que eso aporta”. A partir de allí, las condiciones son semejantes a las de un profesor de orquesta: un horario fijo de ensayos, que oscila entre las tres y cuatro horas diarias, pudiendo variar cuando los conjuntos están vinculados a un teatro de ópera, caso del Real o el Liceo, en cuyo caso la disponibilidad es casi total: “Dependen a menudo del horario de ensayos del director de escena o el musical, quizá sean los que peor vivan”, señala Alcedo, quien añade que, a su juicio, la profesionalización de los actuales conjuntos amateur no tendría que hacerse a la ligera ya que “lo que define a un coro de aficionados es el nivel de estudios de sus integrantes y muy pocos tienen estudios musicales”. Las condiciones laborales les obligan, además, a asistir a los conciertos y sus ensayos generales, disfrutan de un contrato fijo al uso y una retribución que varía desde los 24 mil euros anuales que se percibe en el citado coro de la Comunidad, hasta los 38 mil euros anuales, en el caso del Liceo.
Carlos Forteza
El Cultural