Muere Luciano Berio, síntesis y tradición de la música del siglo XX
28/5/2003 |
El compositor italiano Luciano Berio, considerado por los expertos uno de los más grandes de la segunda mitad del siglo XX, falleció ayer en Roma a los 77 años de edad. El pasado año Berio estrenó en el Festival de Canarias una de sus últimas obras, el III acto de «Turandot»
Ha muerto Luciano Berio, tras haber sido sometido a una delicadísima intervención en la columna vertebral. Desaparece así uno de los grandes compositores de nuestro tiempo, una mente clarividente capaz de hacer del fenómeno musical algo vivo, un lugar abierto al diálogo tras un siglo tan dado al dogma como el XX. Berio deja un catálogo extenso que él mismo resumía, no hace mucho, al hablar de «trasversalidad» y de lo imposible de acogerse a argumentos puramente teóricos. Pero Berio, que se reconocía creador, sabía que era un elemento más en una cadena insertada en un mundo industrializado. Su trascendental influencia en la vida musical italiana y, por ende, su capacidad para traspasar fronteras con la sola enseña de su apellido no ha sido tampoco ajena a un pragmatismo siempre conciliador con el rigor de la creación más exigente. El sentido realista y vital de su obra ha estado cercano al interés por cualquier nueva formulación o corriente, lo que no le ha impedido oponerse a la utilización de determinados «efectos» como la aleatoriedad por todo lo que ésta tiene de dejadez de responsabilidad por parte del compositor: lo mismo que «ponerle bigotes a La Gioconda», algo tan impactante como caduco.
Sin duda, en todo él ha sobrevivido un cierto espíritu italiano aprendido inconscientemente cuando tras venir al mundo en Oneglia (Liguria) el 24 de octubre de 1925 empieza a respirar los aires operísticos que su abuelo glosaba al órgano. En esa tradición lírica y en el entronque con un naciente interés por la música instrumental que Berio desarrolla en el Conservatorio de Milán de la mano de Giorgio Ghedini, está resumido lo que luego ha de desarrollarse tras el encuentro, a partir de 1952, con Luigi Dallapicola o con Bruno Maderna con quien funda el Studio di Fonologia Musicale, laboratorio pionero en el desarrollo de la música electroacústica. En la década de 1960, Berio enseña en Tanglewood y trabaja en Nueva York donde funda el Julliard Ensemble, especializado en la interpretación de la música contemporánea.
La dirección del departamento electroacústico del Ircam de París entre 1973-1980 anticipará una dedicación más estrecha con la dirección orquestal y la gestión, que le lleva sucesivamente a ocuparse de agrupaciones como la Orquesta de Cámara de Israel, la Academia Filarmónica Romana, Orquesta Regional Toscana o con el Mayo Musical Fiorentino.
Berio ha sido un músico con los pies en la tierra, atento a lo novedoso por lejano que estuviera pero capaz de entroncarse con el viejo espíritu artesanal de la música. Desde la filiación postserial del comienzo, a las realizaciones electroacústicas, o el «happening», su obra ha sabido construirse con los medios al alcance. Por eso, a su lado han ocupado un papel tan trascendental los intérpretes. Desde luego, su primera mujer, la cantante Cathy Berberian, con quien se materializó un interés muy especial por el gesto y la voz. Sus famosas «Folk songs» marcan un punto de inflexión que no niega lo popular pero tras el que es posible encontrar otras creaciones más conceptuales. Los esquemas siempre se han cruzado en su obra: lo vocal surgiendo en lo instrumental, como en la «Sinfonía», lo sinfónico dejándose sentir en las «Epifanies» para voz y orquesta. Como también se apuran posibilidades y se rediseñan nuevos medios en sus «Secuencias», un catálogo de obras instrumentales en las que se interpreta el carácter de cada instrumento proponiendo, incluso, pequeñas escenificaciones. Recreaciones, transcripciones de música del pasado, desde Boccherini a Falla, Schubert o Mahler se unen a acciones teatrales que renuevan el sentido de la ópera o a nuevas formas de concertar como en la serie de «Chemins». Siempre apurando conceptos, nunca negando el valor de la tradición. Berio ha sido un inventor, un grandísimo actor de nuestro tiempo para una «música que jamás es pura; es actitud, es teatro».
Alberto González Lapuente
Abc