Las nuevas reinas del arco
21/10/2005 |
Llega a España la más joven generación de virtuosas del violín
Esta tarde visita el Euskalduna de Bilbao la benjamina entre las nuevas solistas del violín, la británica Chloë Hanslip. Con apenas 18 años, se hará cargo del Concierto de Jatchaturian junto a la Sinfónica de Bilbao y el director Támas Vásáry. A lo largo de esta temporada visitarán los escenarios españoles un buen número de estas recientes figuras femeninas del instrumento que coinciden en, al menos, tres cualidades: juventud, talento y belleza. El Cultural analiza este fenómeno que normaliza la presencia de las violinistas en los circuitos de conciertos.
La figura del prodigioso del violín ha atraído desde siempre al mundo entero. Si además se trata de una joven y bella mujer, el imán de seducción actúa con doble fuerza. Virtudes que coinciden hoy en una decena de recién llegadas, convertidas en auténticas reinas del arco, que han conquistado a una afición musical internacional que se rinde ante su arte en las salas de conciertos y compra sus discos donde Mozart o Vivaldi vienen presentados por impactantes fotografías en sus carátulas.
Los nombres consagrados de la coreana Kyung-Wha Chung (1948), la rusa Viktoria Mullova (1959) o la alemana (Ann Sophie Mutter (1963), favoritas en los noventa, parecen quedarse atrás ante la llegada de una nueva pléyade que, quizás, aporte frescura a un arte que corría el riesgo de anquilosarse. Un buen número de ellas dejará ver su destreza en nuestro país a lo largo de este curso. Serán la canadiense Leila Josefowicz (1977), la holandesa Janine Jansen (1978), la americana Hilary Hann (1979), la japonesa Akiko Suwanai (1982), las alemanas Julia Fischer (1983) y Lisa Batiashvili (1980) o la inglesa Chloë Hanslip (1987). A esta lista hay que añadir a la española Leticia Moreno que, a sus veinte años, es la violinista española con mayor proyección internacional de la más reciente generación.
Pese a que esta continua alza de la mujer en el actual panorama musical no debería interpretarse como un fenómeno extraordinario sino más bien como una evolución natural paralela a todos los campos profesionales –basta fijarse en cualquier orquesta sinfónica donde hace 30 ó 40 años el noventa por ciento de los profesores eran hombres–, cuesta encontrar en la reciente historia del violín una presencia tan marcada de mujeres. Algo que es debido en buena medida al machismo que en el siglo pasado caracterizó, en especial, a la escuela rusa o ruso-americana –representada en nombres como Heifetz, Oistraj, Milstein, Menuhin o Stern– y que trajo consigo su práctica exclusión del olimpo de los virtuosos del violín.
Precursora Haendel
La excepción la marca la polaca, más tarde nacionalizada inglesa, Ida Haendel (1928). Una intérprete de talla, que perfeccionó su arte con profesores de fuste como Carl Flesh o George Enescu. Fue precursora y modelo de generaciones venideras con una carrera que todavía dura. En sus inicios compartió laureles y maestros con otra grande de su tiempo, la francesa Ginette Neveu (1919-1949), que murió en un accidente aéreo en pleno apogeo de su carrera, o la prima donna de la escuela italiana, Gioconda de Vito. Las citadas Chung, Mutter y Mullova siguieron, hace tres décadas, su estela y a su vez sirvieron de ejemplo a esta última y brillante hornada.
La mayoría de las integrantes de esta actual generación de oro comenzaron su formación antes de los cinco años y hoy, ya alrededor de los veinte, se encuentran zambullidas en el éxito arropadas por unas casas discográficas que, si bien ya no les firman contratos millonarios, diseñan para ellas campañas de marketing como si de una cantante de pop se tratara, y donde la imagen cuenta más que nunca. Algo que conoce bien Gonzalo Augusto, responsable desde hace más de tres décadas de la agencia Conciertos Augusto, que lleva la agenda en España de algunas de las citadas violinistas. Para él esta importancia de la imagen “ha perjudicado no tanto a figuras confirmadas, como Mullova o Mutter, como a hombres violinistas que, con 40 ó 50 años y 20 ó 30 de carrera, ya tenían un nombre y un mercado. Un gerente de orquesta puede preferir a menudo contratar a una de estas artistas, joven y guapa, antes que a uno de esos violinistas. Lo más probable es que toquen mejor que ellas pero no ‘quedan tan bien’ con la orquesta”, señala.
Pero la promoción que envuelve las campañas discográficas actuales no parece importar a todas por igual. Mientras que se dan los casos de las chinas Vanesa Mae o Sara Chang –siempre coqueteando con el crossover más comercial bajo un look de estrella de rock– otras, como Hilary Hann, parecen despreciar este aspecto. Tal y como señalaba en una reciente entrevista en estas páginas, Hann siempre ha intentado mantenerse al margen del circuito de ‘genios’ precoces: “Retrasé todo lo que pude firmar para una gran casa de discos o tener un mánager. No empecé a viajar y a dar recitales como una loca, no fui ‘lanzada al estrellato’, sino que elegí hacerlo paso a paso, prefiriendo que el público se acercara a mí de forma natural, no como un fenómeno pasajero”. También se da el caso de figuras que, como Janine Jansen, sí han entrado al trapo de la promoción –véase la más que sugerente portada de su último disco con Las cuatro estaciones de Vivaldi–, pero que, paralelamente, hacen gala de una sólida personalidad musical que le permiten mantener un criterio a la hora de entender su carrera: “Intento ser espontánea y fiel a mis sentimientos para recrear la obra con la frescura de la primera vez. Parece algo sencillo, pero esta profesión puede resultar muy estresante y es algo a veces difícil de conservar. Tiene que ver con la honestidad del intérprete, no sólo consigo misma sino también con el público. Prefiero dar una nota mal con la intención adecuada, que ‘fabricar’ una perfección sin alma”.
Según incide Augusto, cada una de ellas posee cualidades distintas: “Un repertorio propio en el que han demostrado destacar. Hanslip, como Suwani, disfruta de un especial talento para las obras románticas, mientras que el Clasicismo es el principal caballo de batalla de Josefowicz. Quizás la más completa sea Hann”.
Formar una familia
El único obstáculo que puede encontrarse alguna de estas virtuosas en su carrera llega en el momento en que optan por formar una familia. Como señala Augusto, “deben de hacerlo siempre de una forma muy inteligente y cuidadosa ya que hay promotores a los que nos les gusta estar dependiendo de bodas, divorcios o hijos, ya que existe un riesgo mayor de que cancele. Eso puede ser una interferencia dentro de su trayectoria”.
La primera en pisar alguno de nuestros escenarios será la británica Choë Hanslip –criada en la Menuhin School de Londres y más tarde junto a ese pulidor de talentos que es Zajar Bron– que actúa esta tarde en Bilbao. Le seguirá la muniquesa Julia Fischer quien, pese a su juventud, lleva más de un lustro desfilando por las más prestigiosas salas, que en diciembre estará junto a Sinfónica de Sevilla con el Concierto de Berg, mientras que las Orquestas de Valencia y Euskadi la esperan para la siguiente temporada. Por su parte, Akiko Suwanai visitará en enero la sevillana Fundación El Monte, Janine Jansen estará en Oviedo, León y Madrid el próximo febrero junto a la Orpheus Chamber Orchestra, Leila Josefowicz emprenderá una gira de recitales en marzo, mientras que Hilary Hann llegará a la Orquesta de Barcelona en mayo para hacerse cargo del Concierto de Beethoven. Por último, Lisa Bathiasvili vendrá en mayo a Madrid y Valencia junto a la London Symphony Orchestra con el Primero Prokoviev.
Carlos Forteza
El Cultural