Josep Pons: 'Toda orquesta necesita un director ambicioso que la convierta en su segunda piel'
17/5/2003 |
Dentro de un par de semanas, Pons presentará a la ministra de Cultura su «libro blanco», su proyecto para la Orquesta y Coro Nacionales de España, y rubricará su compromiso con la entidad
-¿Cuáles han sido sus exigencias para asumir la dirección de la OCNE?
-He pedido que se me apruebe un libro blanco o contrato-programa que especifica mi proyecto artístico. Ya se sabía muy bien qué se pedía cuando me ofrecieron el cargo, por eso no ha habido sorpresas cuando he explicado el contenido de mi proyecto. Es importante subrayar que con esta nueva reforma se ha creado el cargo de director artístico de la Orquesta y Coro Nacionales de España y el de director titular de la Orquesta, ambos reunidos en uno solo. Ahora es el director el que tiene la potestad artística. Yo exigí tres condiciones: el concurso de los músicos, porque una reforma artística se tiene que hacer conjuntamente con ellos -por ello mantenemos reuniones periódicas-; definir mi ideario, mi plan de ataque, mi proyecto artístico, y que éste fuera aprobado en su totalidad con garantías de aplicación; y mi última condición era que se aceptara mi relación con la Orquesta Ciudad de Granada y que mi tiempo con ese conjunto lo marcaríamos yo y Granada. Los tres puntos me los han aceptado. Mi proyecto, que lo presentaré a la ministra dentro de quince días -momento en el que firmaré el contrato-, incluye la estructura general de funcionamiento con todos sus apartados, desde la música de cámara, las series de conciertos, las líneas de programación, las proporciones de escuelas estéticas, etc., una estructura que igual no se alcanza a consolidar en una sola temporada.
-¿Cómo será el contrato?
-Se propone un contrato por cinco años con una revisión entre el tercero y el cuarto; esto ya se ha debatido con la dirección general de la ONE y sólo falta presentarlo ante la ministra.
-¿Cuántos días al año deberá trabajar con la ONE?
-No hemos hablado de días, sino de número de programas o de semanas de trabajo, que serán algo más de doce, además de las giras. Ser titular para no estar, más vale no serlo.
-¿Cuál es su percepción del nivel de la ONE? ¿Por qué el resultado artístico parece depender tanto de quien la dirige?
-Eso del nivel de respuesta y su relación con el director pasa con todas las orquestas del mundo, no sólo con las españolas. Son muy pocas las que mantienen siempre un mismo nivel de excelencia. Creo que la ONE posee excelentes músicos y un potencial enorme y la situación laboral no condiciona al músico y su calidad, sino a su forma de trabajar. El buen músico siempre lo será. Por eso hay que agradecer a esta administración que ponga punto y final a una situación que se ha arrastrado por quince años. Esta irregularidad no la aguanta nadie. Yo siempre he tenido con los músicos de la ONE una relación impecable desde la primera vez que trabajé con ellos, en 1991; he ido volviendo con cierta regularidad y últimamente más que nunca. Siempre he encontrado una respuesta rápida y eficaz, algo muy valioso en una orquesta con un estrés importante y con gran índice de actividades.
-Hay quien opina que la orquesta se «comerá» a Josep Pons.
-La previsión que hago ahora me garantizará poder funcionar cómodamente. Por eso he pedido tiempo para poder trabajar y proyectar, aspecto que también forma parte de mi programa, porque tampoco puedo estar pidiendo cosas nuevas cada semana. Todos estos elementos están en mi proyecto. Otra cosa es la relación con la orquesta, que es una tarea que se debe hacer día a día. Yo estoy tranquilo, porque ha sido la propia entidad la que me ha propuesto y espero que sea para que todo esto sea un éxito. Toda orquesta necesita un director ambicioso y que convierta la orquesta en su segunda piel. Eso arrastrará a la orquesta hacia arriba y la administración me ha dado alas para conseguirlo.
-Cuando su nombre se barajaba como candidato, hubo una carta privada firmada por Frühbeck de Burgos que se filtró a la prensa y que no parecía estar de su lado ¿Cómo acabó ese asunto?
-Ése es un tema en el que no entré en su momento y en el que no voy a entrar ahora, porque si lo hago me tendría que creer las cosas que dice. Es verdad que Frühbeck me envió una extensa carta cuando supo que se había publicado su carta privada, en la que me explicaba una serie de aspectos personales, carta que en su momento le respondí y que me indicó que él sabía encarar los problemas, algo loable.
-¿Cuál es el «tempo» que define su relación con Granada?
-Prometí a las instituciones que gestionan la Orquesta de Granada que firmaría por un año más, contrato que acaba en junio de 2004. Ahora decidiremos conjuntamente qué haremos. Quiero mucho a Granada como para dejarla en la estacada y tenemos compromisos firmados, como la gran gira que realizaremos por Alemania la próxima temporada y, la siguiente, otra por Inglaterra.
-Entonces sólo se quedará con la dirección de la ONE.
-Soy de mentalidad monógama, pero ahora se da esta circunstancia que hay que solucionar.
Durante las últimas semanas, el Teatro Real ha vivido un torbellino de ilusión y de nervios. El motivo no es otro que el estreno el 28 de mayo a nivel mundial de la ópera «Merlín», de Isaac Albéniz. Partitura compuesta en 1902 y recuperada por el director de orquesta José de Eusebio, ha sido interpretada varias veces en versión concierto. Ahora se enfrenta a la prueba de fuego: la escena.
MADRID. Una de las grandes dificultades a la hora de estrenar o recuperar una ópera desconocida es la necesidad de encontrar el perfil -tesitura- de voces que se adecúen perfectamente a ella y que además estén dispuestas a hincar los codos para estudiarse la nueva partitura. Ese es el caso del doble reparto -de lujo- que el Teatro Real ha conseguido reunir para esta producción de «Merlín». Un elenco encabezado por la soprano húngara Eva Marton, que interpretará a la malvada hada Morgana; Carol Vaness, que abordará el personaje de Nivian; Merlín estará a cargo del barítono David Wilson-Johnson; mientras que Stuart Skelton se vestirá de rey Arturo.
El ambiente en los ensayos es de entusiasmo. Todos, sin excepción, coinciden en lo «maravillosa» que resulta la música de Albéniz. Eva Marton reconoce que se sumó al proyecto movida por la novedad que supone esta ópera «y por su excelente reparto». Interpreta a Morgana, «un personaje que oscila constantemente y que es el contrapunto de Merlín». Resalta su importancia ya que es «el responsable de mover la acción y de que ésta funcione dramáticamente». Marton encarna a un hada malvada, hermana de Arturo, que tiene un hijo -Mordred- al que desea «desesperadamente» situar en el poder, «pero se encuentra con el problema de Excalibur», bromea la soprano. Marton confiesa que ésta es su primera aproximación a la música de Albéniz -a excepción de un tango- y muestra su interés y la importancia de seguir profundizando en sus obras. No se pronuncia sobre el futuro de «Merlín» y de su incorporarción, con el tiempo, al repertorio operístico. Se muestra escéptica. «No es algo que tenga que ver con la calidad de la partitura -que la tiene- sino que se trata de una cuestión económica; los teatros prefieren programar siempre los mismo títulos». «También es muy importante -subraya- que la primera producción que se haga sea muy buena y que tenga un gran reparto, y ésta es maravillosa». Sobre el trabajo escénico de John Dew todo son alabanzas: «Es un hombre muy creativo. Ha dado vida a un mundo lleno de fantasmas, «trolls», efectos mágicos, un vestuario maravilloso... Ha aportado más de lo que aparece explícito en la partitura». Carol Vaness, Nivian sobre el escenario, se muestra igual de satisfecha con el trabajo de Dew, «un director que potencia tu imaginación». Ambas cantantes también coinciden en la gran labor desarrollada por el director musical José de Eusebio, responsable de la recuperación de «Merlín», quien ha invertido varios años «de trabajo e investigación estudiando muy bien lo que ha sucedido durante los últimos cien años en España. El resultado no es gratuito», señala Marton, quien identifica en la partitura los rasgos de la música española, unos rasgos que se van acentuando a medida que avanza la obra, según puntualiza Vaness.
Para la soprano norteamericana, su personaje de Nivian es «el más humano de la obra, porque en él confluyen el misterio, la fantasía... y es un personaje que va evolucionando. Comienza siendo un ser débil, un esclava, y acaba convirtiéndose en el más fuerte». Vaness lanza un mensaje tranquilizador al público que se acerque por vez primera a este «Merlín» de Albéniz. «Que nadie se preocupe si no entiende el texto porque está escrito en un inglés muy difícil, no es americano ni británico, es casi medieval. A pesar de ello -añade- en la obra hay mucha poesía y belleza».
El papel estelar le corresponde al mago Merlín, interpretado en el primer reparto por el barítono británico David Wilson-Johnson, que se animó a intervenir en el proyecto «porque hay muy pocas oportunidades de interpretar un papel protagonista escrito en inglés». Ajeno a la trayectoria de Albéniz, reconoce que se ha empapado en las últimas semanas de la vida y la obra del compositor catalán. «De hecho, tengo mucho interés en algunas de sus canciones que quiero incorporar a mis recitales». Define la ópera de Albéniz como «una obra de época que se reconoce enseguida». En cuanto a su personaje, afirma que «Merlín es un mago que al final tiene que pagar un precio porque se pasa de listo», bromea. Reconoce que ha investigado sobre los antecedentes del mago para situarlo. «Le hirieron en la guerra -aunque esto es un dato que no se sabe con certeza- y retornó de ella loco para adentrarse después en el bosque». Sobre la simbología de la espada, el barítono tiene su propia tesis. «Excalibur puede representar dos cosas: el poder y también el estado neurótico del propio Merlín». En su opinión, en la obra también se puede encontrar una segunda lectura que se revela bastante actual. «Cuando el rey Arturo afirma que no hay que buscar venganza», duda unos momentos y añade: «Quizá George Bush tendría que venir a la primera función..., pero mejor, no», bromea. Wilson-Johnson es consciente del interés que ha suscitado esta partitura a nivel internacional, hasta el punto de que la Garsinton Ópera, situada en las cercanías de Londres, le ha ofrecido volver a interpretar al mago, aunque el barítono británico ha declinado la oferta por problemas de agenda.
Quizá el trabajo que más expectativas provoque sea el del director de escena, John Dew, quien no duda en alabar la partitura de Albéniz pero no así el texto. «El problema de «Merlín» es que es la primera parte de una trilogía inacabada y funciona como un prólogo. Su final es abierto». Por eso, y para mejorar la comprensión de la historia, Dew ha incorporado los personajes de Lancelot y Ginebra, que dan título a las otras dos óperas inconclusas. La historia de «Merlín», inspirada en el mito artúrico, se puede entender como una leyenda o, incluso, como un cuento muy próximo a la estética planteada por Tolkien, autor de «El señor de los anillos»: «Él fue el último que trató de crear un mundo mítico», reconoce.
La puesta en escena no está enmarcada en ningún espacio temporal aunque su vestuario despliega un cierto «aire medieval». No habrá grandes efectos especiales pero sí momentos impactantes, como en el I acto donde se podrá ver una galería de colgados que pretende recordar la decoración exterior de las catedrales inglesas, adornadas con figuras escultóricas, «que fueron decapitadas durante los conflictos religiosos», apunta Dew. Se han incluido varios cambios de escena que no contempla el libreto, «para darle más agilidad a la historia» y la danza también estará presente. «La última escena tiene un ballet pero bastante extraño pues parece un baile entre sarracenos y gnomos. Algo grotesco. La música habla de una cosa y el texto de otra -explica-. Y esto hay que puntualizarlo».
Dew, al igual que el resto del elenco, confiesa su fascinación por la música de Albéniz hasta el punto de que ya ha mostrado su intéres por la recuperación de otra ópera, «Henry Clifford», cuya grabación, dirigida también por José de Eusebio, acaba de salir al mercado. El director de escena prefiere no desvelar muchos detalles de la escenografía de «Merlín»; tan sólo subraya la importancia de una iluminación que inundará de magia y misterio el escenario del Real. Después de un siglo de tinieblas, «Merlín», por fin, verá la luz.
Pablo Meléndez
Abc