La fanciulla. Palma conquista el oeste
23/6/2005 |
La XIX temporada de ópera del Teatro Principal de Palma presenta mañana una nueva producción de La fanciulla del west que, junto a La rondine y a las tempranas Le villi y Edgard, figura hoy entre las obras más injustamente desconocidas y menos representadas de Puccini. Hay que aplaudir, por tanto, el reto del ciclo mallorquín –auspiciado por el Govern de les Illes Balears, entre otras instituciones – de rescatar, tras cerca de un cuarto de siglo sin montarse en nuestro país, la primera ópera “americana” del músico de Lucca. Fue un encargo del Metropolitan de Nueva York tras la llegada de éste al nuevo continente y su primer estreno fuera de Italia. El incipiente templo lírico norteamericano acogió en 1910 el histórico y triunfal estreno: en el foso, Arturo Toscanini, muy amigo del compositor –dirigió la primera Bohème en La Scala y también la primera audición de Turandot, tras la muerte del autor– y Caruso como protagonista. Tras el fracaso de público que supuso Butterfly, Puccini se dejó seducir por la historia recogida en el musical de Broadway The girl of the golden west del dramaturgo David Belasco y, siguiendo la moda verista que apostaba por los paisajes exóticos, situó la trama en la California de 1850, en plena fiebre del oro.
Primer western
La obra, algo kitsch, supone una de las primeras manifestaciones del género del western, ya que en ella se narran las vicisitudes de Minnie, joven propietaria del salón del yacimiento quien, tras enamorarse del bandido Dick Johnson, debe hacer frente al sheriff del lugar, Jack Rance, que completa el triángulo y que se perfila como una especie de Scarpia actualizado que renuncia al amor de la protagonista y se juega el futuro de su rival en la célebre partida de póker.
Después de la tríada de piccole donne condenadas a sufrir (Manon, Mimí y Cio-Cio-San), Puccini encontró en Minnie otro modelo de mujer, cándida pero heroína a la vez, más cercana a Tosca y Turandot. Se trata de una única protagonista femenina –que ha sido defendida por grandes del siglo pasado como Callas, Tebaldi o Nilsson– frente a nada menos que 18 hombres con los que llega a compartir la escena. Pese a este aparente desequilibrio, el genio de Lucca logra recrear con éxito el rudo ambiente del oeste americano haciendo uso de una orquestación rica e imaginativa. Resulta un título más intimista, sin masas corales y una única aria de lucimiento, esta vez para el tenor.
Solvente protagonista
En las dos funciones previstas, mañana y el domingo en el Patio de la Misericòrdia de Palma, estará al frente de la Sinfónica de la ciudad y el Coro del Teatro el alma mater del montaje, Francesc Bonnín. En el elenco reina la presencia de Francesca Patanè, hija del célebre Giuseppe Patanè, uno de los mejores directores de su generación. La bella soprano milanesa, tras un inicio de carrera más ligero, se adentró a mediados de los noventa en terrenos más de lírico-spinto con los que ha construido una solvente carrera de la mano, entre otras, de Tosca, Lady Macbeth o la propia princesa china, papel con el que visitó las islas hace dos temporadas. También se la ha escuchado en Peralada en Il Tabarro, al lado de Joan Pons, y será Abigaille de Nabucco el próximo diciembre, en el Palau de Valencia. A su lado cantarán el joven barítono Marco Chingari y el tenor islandés Kristján Johannson, que intentará emular los éxitos conseguidos en el papel por célebres predecesores como Corelli, Del Monaco o Domingo.
Carlos Forteza
El Cultural