Dario Fo relee La gazzetta en el Liceo
17/6/2005 |
Con La gazzetta, de septiembre de 1816 y que ahora presenta el Liceo, iniciaba Rossini una larga colaboración con la ciudad de Nápoles, que tendría inmediata continuación con Otello y que daría, hasta 1822, frutos tan importantes como Armida, Mosè in Egitto, Ricciardo e Zoraide, Ermione, La donna del lago, Maometto II o Zelmira.
El asunto de la ópera, extraído de la comedia Matrimonio per concorso de Goldoni, estrenada en 1763, ya había sido adaptado por Gaetano Rossi para el compositor Giuseppe Mosca, que presentó su obra, con el título L’avviso al pubblico, en La Scala en 1814. Rossini acometió la nueva creación instado por el Teatro de’ Fiorentini, a partir de un libreto de Giuseppe Palomba, en el que metió mano seguramente también Andrea Leone Tottola, un habitual futuro colaborador. Aunque el público aceptó de buen grado las astracanadas, las idas y venidas, las bufonadas de lo que Palomba y Rossini calificaban sin ambages como de ópera bufa, lo cierto es que la crítica de la época –y desde luego la posterior– le dio para el pelo: “comicidad zafia y grosera”, escribía un periódico. La historia lleva a escena, por una parte, al fatuo Don Pomponio Storione (o sea, Esturión); por otra, a su hija Lisetta, que se divierte con las galanterías de que es objeto; también a una amiga, Dorliza, y a dos pretendientes, Alberto y Filippo, uno alegre y despreocupado, otro lleno de celos apasionados. Los hechos suceden en la posada del Águila, donde se hospedan diversos viajeros; un rasgo éste que preconiza el escenario del Viaggio a Reims.
Rossini fabricó interminables recitativos secos más bien inertes, con situaciones a menudo estrambóticas, poco inclinadas a lo sentimental, entremezcladas con números cantables que se fundan sobre la parodia en su primitiva acepción de recuperación de piezas anteriores; cosa que el compositor hace sin rebozo, con música de otras óperas no vistas en Nápoles. Se alaban con frecuencia algunos números de aceptable calidad. Para sacar adelante este producto un tanto híbrido, irregular y, según algunos, tedioso, pese a sus comicidades de grueso calibre, pero con presencia, bien que con cuentagotas, de ciertos rasgos del mejor Rossini, que contó con un más que aceptable cuadro de cantantes: Carlo Casaccia, Margherita Chambrand, Alberico Curioni...
En las representaciones del Liceo, que comienzan el próximo lunes, se alternan en el papel de Lisetta dos dignas lírico-ligeras, Milagros Poblador y Cinzia Forte; en el de Pomponio, dos bajos bufos, dos Brunos, Praticò -que es más bien un barítono atenorado- y Taddia; en el de Filippo, los barítonos Pietro Spagnoli y David Menéndez (un asturiano de creciente carrera), y en el de Alberto los tenores Charles Workman y Riccardo Botta. La puesta en escena (en la imagen) es del hilarante pero fuertemente crítico y ácido Dario Fo y la dirección musical, de un acreditado especialista como Maurizio Barbacini.
Arturo Reverter
El Cultural