Crítica: El mañana
17/4/2003 |
Música de hoy. Obras: Lanchares y Torres. Int.: A. Sukarlan, piano. Lugar: Auditorio Nacional.Madrid.
Cualquier concierto dedicado a la música de nuestro tiempo es, de entrada, un proyecto abierto a mil y una consideraciones. La vieja dicotomía stravinskiana entre música en potencia, aquella que descansa en el papel, y música en acción, la que toma forma gracias al trabajo del intérprete, adquiere una vitalidad singular. No es ya la simple recreación de un repertorio más o menos conocido, se trata de participar en la sorpresa por el descubrimiento y de gozar con la impresión de lo que por ser presente parece tener el marchamo de lo efímero. Merece la pena escuchar la música de hoy, especialmente cuando concurren condiciones tan especiales como las que se ha conciliado alrededor de las obras para piano de Santiago Lanchares (1952) y Jesús Torres (1965) reencontradas y entrelazadas gracias al trabajo del pianista Ananda Sukarlan.
Si en algo viene a confluir la obra de ambos autores es en el aspecto sensible de la música. Es evidente en Lanchares, pese a que su coartada sea más cercana al procedimiento y al replanteo de determinados parámetros que actúan como principio generador de cada obra. Sin embargo, desde «Contra corriente» hasta la «Sonata» y «Anandamanía», estrenadas aquí, ha transcurrido una década vital en la que se adivina una constante preocupación por escribir obras siempre en crecimiento y, al tiempo, ir al encuentro de la depuración y la coherencia formal. Torres, por su lado, deja una impresión de elasticidad donde hay un principio orgánico que fluye a partir de la propia materia como en los «Preludios», alguna imagen difusa en las atmosféricas «Liturgias» o una remembranza, a lo mejor chopiniana, como en «Melancolía», estrenada en esta ocasión.
Uno y otro, en una demostración de saber, agotan en el piano, sus mil y una dificultades. Por eso, el tercero en concordia, Ananda Sukarlan también «escribió» su parte en el concierto. Demostró que día a día es más poderoso, vital, entusiasta e imprescindible en esta causa por el presente. También Stravinski puso especial cuidado al distinguir entre ejecutante e intérprete, algo que a todos alcanza en su diferencia. La fundamental: salir con la unanimidad de que, pese a manejar una materia recién enhornada por los autores, lo contemplado es del todo trascendente.
Alberto González Lapuente
Abc