Experimentos
4/4/2005 |
Alguna vieja creencia le concede al viento el don de la fertilidad. Se dice que la renovación y la novedad viajan arrastrados por las corrientes de aire. Todo es saber encontrar la más propicia. Por ejemplo, con poca fortuna lo hacen algunos espectadores que se acercan al Auditorio Nacional, quienes entran siendo personas y, tras dos horas expuestos a los caprichos de la ventilación que asoma por el techo, salen convertidos en pajarillos. Con más altas miras lo procuran nuestras orquestas lanzadas a enriquecerse con los vientos de la modernidad. Por eso, de un tiempo a esta parte una gran parte de los prohombres del pensamiento historicista se han dejado seducir por los encantos contractuales que les proponen las orquestas más tradicionales. Philippe Herreweghe es uno de ellos. Capaz de grabar alguna sinfonía de Bruckner reflexionando sobre las virtudes de los instrumentos originales y, al tiempo, revestirse de Céfiro para tratar de recrear con sonidos modernos el viejo repertorio.
La tentación del Bruckner sinfonista es inevitable, pues todo él se ensombrece con la obra de Schubert. Con la ayuda de Herreweghe, la Orquesta Nacional ha explorado ambos mundos obteniendo algunos beneficios en la ejecución y proponiendo ciertas dudas estilísticas. Así, la «Sinfonía incompleta» se expuso con claridad, limpieza y ausencia de sentimentalismo. Fue una mirada hacia lo clásico. De ahí que el esfuerzo de la Nacional por dar ligereza al producto fue encomiable. No eran sus habituales maneras y, a la postre, todo redundó en un producto de perfil ambigüo que transmitió cierta frialdad. Luego, la interpretación de la novena sinfonía de Bruckner ahondó en el propósito. Muy destacable la dedicación de la cuerda a la búsqueda de «otra» sonoridad, todos a una después de los envites del concertino con Schubert, siempre atacando por delante del resto.
Tuvieron una destacada presencia los metales no siempre finos con la nota exacta. Y unos y otros se unieron en un total planteado por superposición de elementos, demasiado estratificado e impulsivo, que fue a más, pero en el que se anheló una mayor continuidad e imbricación. El viento insuflado por Herreweghe ha movido las aspas de la Orquesta Nacional. Esta semana le ha cambiado la expresión.
Alberto González Lapuente
Abc