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Crítica: Orfeo ed Euridice. Otra de abucheos en el Liceo

12/4/2003 |

 

«Orfeo y Eurídice». Música: C. W. Gluck. Libreto: R. de´ Calzabigi. O. S. del Liceo. Dirección: A. Ros Marbà. Dir. esc.: A. Homoki. Int.: J. Larmore, L. Vaduva y M. J. Moreno. Escenografía y vestuario: W. Gussmann. Iluminación: F. Evin. Lugar: Liceo, Barcelona, Fecha: 10 de abril.

Sonoros abucheos despidieron el esperado regreso de la obra maestra de Gluck al escenario del Liceo: la visión de Andreas Homoki, de bellísimas escenas, redefinía la obra. Orfeo es un compositor en plena crisis creativa, mientras que Eurídice es su musa inspiradora. El Amor, por su parte, se transforma en una Despina colaboradora y el coro en una treintena de clones del compositor (que imitan sus andares en una escena especialmente lograda, desde que el protagonista entona su «Che puro ciel»). La nada y el vacío en el cual el compositor se lamenta ante la realización de la obra de arte se va llenando de dudas y de bocetos. Las «particelle» toman forma, pero lo torturan y lo persiguen, hasta que este moderno Orfeo consigue encontrar a Eurídice, un filón creativo que, gracias al apoyo de ese Amor-despínico, se vuelve inspiración, concluyendo la partitura.

La propuesta funciona sobre todo en algunos momentos, aun cuando la libre reinterpretación no dejó de sorprender: el público no encontraba respuestas ante el centenar de incoherencias que se obviaban entre lo que decían los personajes y lo que se mostraba en escena, una constante en este tipo de dramaturgias.

La lectura de Antoni Ros Marbà fue correctísima y quizás sólo se echó en falta algo más de transparencia en el sonido, servido por una Sinfónica liceísta atenta, pero demasiado espesa y aterciopelada. El coro, que dirige William Spaulding, sacó punta a los elementos con los que cuenta. Jennifer Larmore cantó un «Che farò sensa Euridice» de manual; todas sus intervenciones brillaron especialmente en el apartado más dramático, ya que su timbre oscuro y sustancioso posee pasajes de gran expresividad. Sus notas más graves, eso sí, cada vez están más descoloridas al variar la emisión.

Leontina Vaduva sorprendió por su adaptación al estilo, sin estridencias y mostrándose siempre controlada. María José Moreno, embarazada de ocho meses, tuvo que agacharse a recoger partituras más de cuarenta veces por exigencias del guión. La madrileña cantó con corrección, aunque su línea de canto mostró más de alguna opacidad y cierto trémolo por falta de apoyo.

Pablo Meléndez-Haddad
Abc

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