El estreno de una ópera del Bolshoi irrita a los políticos rusos
23/3/2005 |
La puesta en escena por el teatro del Bolshoi de una ópera en la que grandes compositores del pasado, clonados, se convierten en vagabundos y tienen amores con prostitutas ha desatado la oposición de numerosos políticos que desean mantener al legendario teatro ajeno a toda experimentación. El rechazo a Los hijos de Rosenthal, cuyo estreno está previsto para hoy, se debe a que el autor del libreto es el escandaloso Vladímir Sorokin, literato al que sus detractores acusan de escribir novelas decadentes, repletas de palabrotas y de pornografía.
El escándalo en torno a Los niños de Rosenthal comenzó el 2 de marzo en la Duma Estatal o Cámara baja del Parlamento ruso, cuando el diputado Serguei Nevérov, horrorizado, relató a sus colegas los planes del Bolshói de poner una ópera encargada al compositor Leonid Desiátinikov y cuyo libreto lo había escrito Sorokin. Para Nevérov no cabía duda de que se trataba de un espectáculo pornográfico. Los legisladores encargaron al comité de Cultura que comprobara la exactitud de la información y se pronunciara sobre el libreto. De este último se decía que contenía "léxico no normativo" -es decir, tacos- y que los principales protagonistas eran prostitutas y vagabundos. Liubov Blizhnina, del citado comité, informó que el texto de la ópera no contenía nada censurable.
Sin embargo, el movimiento juvenil progubernamental Caminando Juntos ha organizado piquetes diarios ante el Bolshói. "¡Diputados! ¡Defended el principal escenario de Rusia de los pornógrafos!". "¡Basta ya de mofarse del Bolshói!", se puede leer en las pancartas.
La obra versa sobre el biólogo alemán Rosenthal, que inventa el método de hacer copias de personas. Los nazis rechazan las investigaciones del científico, quien emigra a la URSS. Allí Stalin da el visto bueno para multiplicar a los estajanovistas, pero Rosenthal soñaba con recrear a genios. A escondidas, hace renacer a Mozart, Chaikovski, Músorgski, Verdi y Wagner. Al final, son envenenados por un rufián después de que una prostituta se hubiera redimido gracias al amor de Mozart. Sólo éste sobrevive para poder terminar su Réquiem.
R. Fernández
El País