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Oscars para un cine fantástico

25/2/2005 |

 

Bandas sonoras originales

Un capítulo importante en la gran fiesta de los Oscars es el que se refiere a las bandas sonoras. Destaca en esta edición el peso de la música para los filmes fantásticos, protagonizada por creadores clásicos como John Williams o James Newton Howard. El crítico José Luis Pérez de Artega repasa y analiza para El Cultural los títulos que compiten y sus autores. Otro de los capítulos de la noche de los Oscars será el de Mejor Canción, apartado en el que se encuentra muy bien situado el cantautor Jorge Drexler.

Harry Potter, Lemony Snicket y Peter Pan. Del primero sabemos bastante, del segundo menos y del tercero mucho. Sus padres –o madres– empiezan con J.K (Rowling) en el caso de “Potter” y con J.M. (Barrey) en el caso de “Peter”; el de “Lemony” es más complicado, porque es el (falso) autor de una serie de libros que tienen como (verdadero) autor a Daniel Handler.

Aquellos –Barrie ayer, Rowling hoy– fueron, son ingleses(as) de pura cepa, en tanto que “Snicket”/Handler es americano. Y los tres son “oscarizables”. En la pugna del 28 de febrero por la estatuilla musical les acompañan –por favor, no es una blasfemia– Nuestro Señor Jesucristo y una pareja de enamorados de una aldea (o bosque, según la versión española) no menos fantasiosa que las historias de Harry, Lemony o Peter.

Entre éstos, la diferencia esencial radica en que Finding Neverland (Descubriendo Nunca Jamás), sobre Sir James M. Barrie, es una suerte de acercamiento biográfico al creador de la criatura, o sea, “Peter Pan” y no a ésta, como hiciera –el caso más reciente– Steven Spielberg en Hook (Garfio). Lo de “Harry Potter” es, naturalmente, la tercera entrega de la saga imaginada por J.K. Rowling, en tanto la de Lemony Snicket y su Una serie de catastróficas desdichas se correspondería con la primera novela de Chandler, A Bad Beginning.

Los “padrinos” musicales de todo esto son cuatro compositores norteamericanos (John Williams para Harry Potter, Thomas Newman para Lemony Snicket: Una serie de catastróficas desdichas, James Newton Howard para El bosque, John Debney para La Pasión de Cristo) y un polaco, Jan AP Kaczmarek (Descubriendo Nunca Jamás).

A este último, Kaczmarek (1953, Konin, Polonia), debutante en las nominaciones, al que algunos descubrimos (tarde) en El tercer milagro, la película de Agniezska Holland de 1999, y que hasta ahora ha ido de “músico-para-temas-trascendentes” –o así; pensemos en Infiel de Adrian Lyne, de 2002–, le pilla un poco lejos el tema de Sir James Barrie y sus personajes insólitos, pero sale con bien del empeño en una partitura que parece mirar a los trabajos, ya clásicos, para el cinema de los británicos Sir Arnold Bax, Arthur Benjamin o Sir Malcolm Arnold.

Thomas Newman, sempiterno candidato –ya se empieza a pensar si lo que se perjudica es ser del “terruño”, es decir, haber nacido en el mismo Los Ángeles en 1955–, vuelve a brillar con su inventiva, divertida y brillante, en los “eventos desafortunados”: su partitura es inteligente, virtuosista y polimórfica, como su sensacional trabajo del año pasado para Buscando a Nemo (Newman va de un “Finding” a otro “Finding”: pues a ver si lo encuentra).

La verdad es que John Debney (Glendale, USA, 1957), músico habitual de los filmes de Arnold Schwarzenegger y, más recientemente, de El rey Escorpión y los Spiderman, ha firmado un buen trabajo para The Passion de Mel Gibson, sobre el que ha declarado que su redacción “fue una autentica lucha con Satanás” (?), aunque su propuesta sólo tiene como rémora su similitud estética (incluso con algunos solistas idénticos) con otra página de temática pareja, la admirable de Peter Gabriel para La última tentación de Cristo de Martin Scorsese.

El perenne aspirante
James Newton Howard es otro perenne aspirante al Oscar, con el mismo problema de vecindad que su colega generacional Thomas Newman (haber venido al mundo en Los Ángeles, 1951), pero pocas veces habrá estado más cerca que en esta ocasión, con su formidable composición para The Village de Manoj Night Shyamalan, verdadero concierto para violín y orquesta –como La lista de Schindler de John Williams o El violín rojo de John Corigliano, las dos, no lo olvidemos, premiadas en su día por la Academia–, aquí protagonizado en lo instrumental por la joven y virtuosa Hillary Hahn. Con ello llegamos al recién mentado John Williams (Long Island, Nueva York, 1932, el veterano absoluto, con sus 73 años a las anchas espaldas), progenitor de pentagramas soberbios para el tercer Potter, El prisionero de Azkaban, que no sólo es para algunos la mejor novela de la serie, sino, en su caso, el mejor film de los tres realizados –con el mexicano Alfonso Cuarón tras la cámara– y, en lo que hace a Williams, su mejor trabajo para el ciclo.

De la orquesta al sintetizador
Con polisemia de recursos que van desde la orquesta sinfónica al conjunto de música antigua, y desde el sintetizador hasta el coro infantil, Williams proclama de nuevo su soberanía en el campo de la partitura fílmica. Tanto él como Newton Howard serían dignos recipiendarios del Oscar, con la única desventaja para el patriarca de La guerra de las galaxias o Indiana Jones de contar con varias estatuillas que ya ornan su vitrina.

Como ya es inveterada tradición, la Academia de Hollywood ha dejado en la cuneta a varios de los más relevantes competidores de esta campaña, como Rachel Portman por la nueva versión de Mensajero del miedo (The manchurian candidate) de Jonathan Demme, el debutante alemán –pupilo de Hans Zimmer– Harald Kloser con su música para El día de mañana de Roland Emmerich, el también germano Klaus Badelt –igualmente llevado al cine americano por Zimmer– por Sky Captain y el mundo del mañana de Ferry Conran, y, sobre todo, a Alan Silvestre por su impresionante cometido para el Van Helsing de Stephen Sommers.

Una carencia “sonada”
Pero ninguna carencia de la ceremonia va a ser tan “sonada” en lo musical como la del ausente más incomprensible: Howard Shore (El Señor de los Anillos), ganador hace unas semanas del Globo de Oro musical por su contribución a El aviador de Martin Scorsese, composición que la Academia ni ha nominado (!). Es comprensible que a los votantes les haya parecido que ya era suficiente haber premiado al músico canadiense en dos de las tres últimas ediciones, pero de eso a privarle de la nominación...

Drexler y el coro francés
La noche de la música en los Oscars tendrá un apartado que también “sonará” al espectador que haya frecuentado las pantallas de cine. La categoría a la Mejor Canción Original (otro de los highlights de la noche) no tendrá este año la popularidad de un Bruce Springsteen (Streets of Philadelphia) o de un Bob Dylan (Times Have Changed), ambos poseedores de un Oscar, aunque sí tiene en su nómina a otro cantautor, Jorge Drexler (en la imagen), que compite con su canción Al otro lado del río –del filme Diarios de motocicleta–. En la terna también entran los dos temas de las películas animadas Shrek 2 –Accidentaly in Love, de Adam Duritz– y Polar Express –Believe, de Glen Ballard and Alan Silvestri–, aunque el triunfo del tema Vois Sur Ton Chemin de Bruno Coulais y Christopher Barratier ya parece seguro desde que el disco de Los chicos del coro ocupa los primeros puestos de ventas. No hay que subestimar, sin embargo, el poder de Andrew Lloyd Webber y su tema Learn To Be Lonely compuesto para el filme El fantasma de la ópera.

José L. Pérez de Arteaga
El Cultural

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