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El mito de la naturaleza

4/2/2005 |

 

No es casual que la obra postrera de Richard Strauss tropiece, una y otra vez, con la metamorfosis. Cambio, regeneración, vida nueva. El compositor que vio morir la Europa de la seguridad convivió, en sus últimos años, con el odio, la locura y el nazismo. Ante el absurdo siempre cabe el compromiso de la pancarta. También el refugio de la metáfora. Es ahí donde «Daphne» se aparece como una ópera posible, de artrítica dramaturgia pero de elevada y sugerente belleza poética. Importa en ella el estilo de lo sinfónico alentado por una escritura que rememora en temas y maneras a Wagner, cuya obra es una constante en la trastienda de la partitura. Al menos, con una fluidez instrumental acorde, lo han explicado Semyon Bychkov y la Orquesta de la WDR en el Festival de Canarias.

«Daphne» tiene su punto culminante en la escena final, allí donde la ninfa se convierte en laurel para evitar que Apolo la posea. Bychkov llegó a ese momento, estrictamente orquestal, mediante una versión ensamblada al margen de cualquier sentimentalismo, con medida delectación. Cabe entender así la obra y ese momento contemplativo. También es posible verla con mayor dulzura, asimilando el flujo melódico a cierta inmaterialidad, en cercanía con la poesía que destilan algunos últimos «lieder» del viejo Strauss, cuyas resonancias ya se anuncian. Pero orquesta y solistas se entregaron a una visión sustanciosa. Entre ellos la protagonista Anne Schwanewilms, soprano de bellas resonancias, quien resolvió su complicado papel con voluntad lírica y deseo de trascender. Anna Larsson vino a dominar el escenario con las graves resonancias de su timbre y una solemne interpretación. Del lado masculino, el tenor Jörg Schneider cantó su parte con facilidad y justeza en la emisión; Manfred Hemm, en sustitución de Robert Holl, resolvió la suya con voz vibrante en la zona central, forzado en el agudo y no del todo suelto en la línea; Jeffrey Dowd, por último, encarnando al osado Apolo, apretó buscando una punta de heroísmo en su interpretación, pero anduvo justo en la proyección y no siempre bien afinado. Pastores y sirvientas formaron conjuntos muy bien avenidos a la naturaleza evocadora de esta «tragedia bucólica».

Alberto González Lapuente
Abc

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