28/1/2005 |
El Festival de Canarias acoge –el próximo martes en Las Palmas y el miércoles en Tenerife– el estreno español, aunque en versión concierto, de la ópera Der König Kandaules (El rey de Kandaules) de Alexander von Zemlinski (1871-1942). Pocas cosas resultan más estimulantes para el aficionado que la audición por vez primera de una obra que hasta entonces, por ignorancia u olvido, le era desconocida. Sin duda ambos accidentes ha sufrido el compositor austriaco, cuya figura y producción ha sido relegada a un plano menor hasta hace poco más de dos décadas, cuando aparecieron las primeras versiones de su Sinfonía Lírica. Punta del iceberg de un corpus creativo que, si bien no ‘cambió’ la historia de la música, sirve de auténtico testimonio para narrar los apasionantes cambios vividos por ésta entre 1890 y 1940. Nacido en Viena y educado en la religión judía, destacó pronto como extraordinario pianista y no tardó en pasar a la dirección, donde desarrolló una notable carrera. Un viaje que le llevó a ocupar los más importantes cargos en distintos teatros de ópera de Viena, Praga y Berlín. Regresó a su ciudad natal en plena subida al poder de Hitler lo que le obligó a emigrar, tras el Anchsluss, a Nueva York donde murió bastante olvidado por todos. Como compositor, transitó de una inicial estética brahmsiana a formar parte del círculo de Mahler. Fue importante su labor como dinamizador de la vida cultural vienesa de principios de siglo, un papel que no ha encontrado su justo reconocimiento quizás por no haber llegado a asumir el credo atonal y luego dodecafónico defendido en ese momento por su amigo y cuñado Arnold Shönberg y sus discípulos.
Carlos Forteza
El Cultural