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José Cura: “La rutina en la vida del cantante resulta traumática”

28/1/2005 |

 

El tenor argentino José Cura (Rosario, 1962) protagoniza el lunes 31 de enero Il Corsaro de Verdi en el Liceo, donde volverá el año que viene con Otello. El cantante habla con El Cultural sobre su relación con el Real, el proyecto del Teatro de las Tres Culturas y su carrera como director.

Tras ganar el Operalia a mediados de los noventa, su llegada al mundo de la lírica se vivió como todo un acontecimiento, “algo que forma parte de la maquinaria del mercado y que no puedes controlar. Son modas, luego todo eso pasa y uno sigue, al mismo nivel o incluso mejor. Después vino Alagna, se cansaron de él y pasaron a otro. Hoy le toca a Flórez, también le pasará y le tocará a otro”. Desde entonces se ha centrado en ser un “buen cantante” para que, “una vez pasada esa borrachera de fuegos artificiales, te vean como un artista serio y respetado”. Convertido hoy en uno de los más reconocidos tenores dramáticos de su generación, es capaz de absorber todos sus talentos y compatibilizar su carrera con la dirección, “un tiempo durante el cual mi voz descansa y viceversa, algo muy importante. Son vocaciones que van en paralelo”.

–Aún cuesta tomar en serio como director a un cantante, pero no si se trata de un pianista o un violinista.
–Son prejuicios del pasado. A lo largo de la historia, salvo rarísimas excepciones, el cantante ha sido una persona que se demostraba por su voz y punto. Si a parte entendía lo que estaba pasando en el foso, mejor y si no, no pasaba nada. Eso es cada vez menos común, los cantantes están cada vez mejor preparados.

–¿Dirigir le sirve para salir de la a veces terrible rutina del cantante?
–Sin duda. Trato de no cantar la cantidad de funciones que hacía antes, llegaron a ser cien al año, termina por ser traumático. Y no sólo desde el punto de vista físico, sino como artista, acabas subiendo al escenario diciendo, ¡uf otra vez!... Ahora hago la mitad y subo con unas ganas locas. La voz lo agradece infinitamente. Además, dirigir es una vía de escape que me hará mucho menos horrible el día que deba decidir dejar de cantar.

–El boom de voces latinoamericanas, ¿es pura coincidencia o configuran una raza especial?
–Las condiciones de vida en América son muy diferentes a las europeas. Para transformarse en un músico serio tienes que invertir como mínimo entre doce y quince años de tu vida para luego poder decir ya tengo una madurez, una autoridad para ser considerado, ¿cuántos jóvenes hay en Europa dispuestos a invertir ese tiempo? Son apuestas de vida que necesitan de una fuerza, de una rabia sana que sale a menudo de la desesperación, por eso tanto cantante viene de allí o de la antigua URSS, saben que hay que luchar porque si no no se come...

–Brinda espectáculo a la ópera, ¿es lo que quiere el aficionado?
–Si atiendo al éxito que me ha acompañado tengo que decir que sí, pero me consta que hay gente a quien no le gusta la forma en que abordo los personajes. A mí, como público, me gusta ir a ver un artista pasional y entregado. Para escuchar una interpretación excelente pero sin corazón prefiero quedarme en casa y poner un disco.

–¿Por eso prefiere grabar en vivo?
–El vivo se impone hoy por economía, ya que es mucho más barato. Por otro lado, al ser un animal de escenario, al que llevo treinta años subido, lo prefiero aún con los riesgos que conlleva. Allí puedo exhibir todo mi potencial de fuerza y de carisma. Si uno no es el tipo de artista que identifica el perfeccionismo con calidad sino con carisma, mensaje y emociones, entonces es preferible el vivo.

–Volverá al Liceo con Otello, caballo de batalla de su repertorio.
–Aquel que ha visto mi Otello entiende lo que quiero transmitir, con un modo original de tratar la voz y de mover el cuerpo. Mis interpretaciones se basan más en el mensaje teatral, en transmitir mucho Shakespeare y no sólo Verdi. En ese sentido me identifico mucho con el Otello de Ramón Vinay, no fundamentado en la belleza e infalibilidad de la voz, sino en un mensaje que llega a través de ese timbre no bello pero que creaba un Otello angustiado y tremendo.

–El incidente del Real está ya olvidado, pero sigue sin cantar allí
–Lo primero que hizo Sagi al llegar al cargo fue venir a almorzar a casa para ver qué podíamos hacer para que volviera. Todavía no se ha presentado la oportunidad. Por mi parte se olvidó diez días después, poco después de saber que las motivaciones que había detrás de todo aquello eran extrartísticas.

–¿Dirigirá el Teatro de las Tres Culturas de José Luis Moreno?
–Tengo la mejor voluntad pero no hay un contrato firmado todavía. El señor Moreno me propuso ser el director musical cuando Montserrat Caballé iba a ser el artístico. Ella decidió apartarse del asunto, me ofrecieron asumir ambos puestos y dije que sí. Estamos todavía viendo la mejor forma de llevarlo a cabo. Cuando se inaugure tendré unos 46 ó 47 años, será un proyecto para encarar en el inicio de la madurez del artista y del hombre, una nueva etapa.

Carlos Forteza
El Cultural

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