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Lang Lang: “Tocar es mucho más que un juego”

21/1/2005 |

 

El ciclo de Grandes Intérpretes que organiza la Fundación Scherzo es uno de los mayores acontecimientos de la vida musical madrileña. En la temporada que comienza el 24 de enero, destaca la presencia del pianista chino Lang Lang que a sus veintidós años ya está lanzado al estrellato del teclado. De personalidad arrolladora, ha concedido una entrevista a El Cultural donde se constata el peso creciente de los artistas orientales en un mundo plenamente globalizado.

Entre las personalidades que figuran en el ciclo de Grandes Intérpretes de Scherzo que se inicia el lunes, destaca el arrollador talento del pianista chino Lang Lang, que la crítica internacional ha recibido con indescriptible entusiasmo. Lang Lang, con veintidós años, se ha ganado un lugar en los grandes ciclos del mundo. Al poco de iniciar esta entrevista ya muestra una madurez muy por encima de su edad cronológica y una sensibilidad en la que se refleja ese cruce de caminos que es el panorama musical actual. “La primera vez que tomé contacto con la música clásica fue a través de los dibujos animados de Tom y Jerry en la televisión, donde sonaba la Rapsodia húngara de Liszt que, curiosamente, me llamó mucho la atención. Después parece que me motivaron a través de la radio las músicas de Mozart, Beethoven y Chaikovski. Con dos años empecé a estudiar con Zhu Ya-Fen, un profesor que había estudiado con un británico en Shangai. Y me hacía tocar Bach, lo que es bastante raro en China”, señala.

–Con sólo 5 años empezó a participar en concursos y se enfrentó a un auditorio de 800 personas.
–Me gustaba estar en el escenario porque me sentía muy bien. Al principio es como un juego, aunque luego deja de serlo. Me gustaba mucho tocar hasta el punto de que si no lo hacía en dos días, me sentía fuera de control. Cuando eres un niño el piano es un instrumento fácil porque suena inmediatamente. No es como el violín o la trompeta, que demandan otro tipo de esfuerzo.

–Se profesionalizó muy pronto.
–(Se ríe). Yo creo que cuando tenía cinco años ya quería ser pianista. Mis padres estaban preocupados pero me cuidaban y me inspiraban una disciplina estricta, a base de trabajo duro. Luego me intentaron transmitir que la música es mucho más que un juego. Como en mi ciudad, Shenyang, aunque es grande, no es lo bastante, decidieron ir conmigo a Beijing. Debió ser algo después de los ocho años. Fue una época muy difícil. Trabajaban muy duro. Tuvimos que ir a un apartamento barato en la ciudad, en unas condiciones horribles. Era un sitio muy triste y muy incómodo para estudiar.

Exigente nivel chino
–¿Cómo es el nivel medio del Conservatorio Beijing?
–En el Central hay un nivel medio muy alto y la formación es muy dura, muy profesional. El sistema se acerca bastante al ruso, con una dedicación de muchas horas. Tuve un profesor que me ayudó, Zhao Ping - Guo, que había estudiado en Rusia. El sistema en la base es muy bueno. Pero cuando creces tienes que ver como caminas. Es como si supieras cómo tocar pero sin entender las obras. Demanda otro tipo de acercamiento, en el aprendizaje y en los sentimientos, para apreciar lo que es la música. Yo creo que la gente usa la música cuando no puede utilizar su idioma. Lo difícil es tocar Beethoven diferenciándolo de Rachmaninov. Cómo usar tus habilidades para sentirte cómodo haciendo música y ver cómo te llega al corazón. Eso lleva su tiempo.

–¿Cómo es su forma de estudiar?
–Antes leía la música directamente al piano. Ahora paso mucho tiempo con la partitura, estudio los detalles, dejo que corra en mi mente antes de sentarme al teclado. La cabeza ha de tener siempre el control. El problema es que tú tienes emociones y te sientas y tocas. Pero eso no es suficiente. Antes debes tener la mente más clara que nunca.

–¿Qué recibe de sus colaboradores, de los directores?
–Los grandes directores te llevan a otro nivel. Cada obra tiene un carácter muy diferente. Los grandes maestros no hablan mucho pero inspiran con sus manos, en una manera de hacer la música siempre fresca. Por ejemplo, un crescendo que a lo mejor no está en la partitura, puede con ellos tener toda la lógica.

–¿Cómo es su relación con el compositor chino Tan Dun?.
–Tan Dun es como muy hermano para mí, alguien muy próximo. En Estados Unidos nos vestimos los dos de negro y parecemos miembros de una mafia china. Él piensa mucho sobre cómo debe evolucionar la música y está igualmente próximo a oriente como a occidente. También para mí la música es algo muy emocional, con sentimientos igualmente válidos para los chinos y para los demás.

–¿Cómo vive la eclosión china?
–Está en un proceso de evolución sorprendente. Cada vez hay más gente que se dedica a la música, en una explosión cultural con un nivel cada vez más profesional. Hace diez años la gente aplaudía después de cada movimiento. Este año iré con la China Philharmonic Orchestra a América. El nivel de esta orquesta ha subido tanto que en diez años estará a la altura de las más grandes del mundo. Por otro lado, los Juegos Olímpicos van a cambiar muchas cosas y, de hecho, Beijing se está transformando a gran velocidad, casi de un día para otro.

–¿Hay un acercamiento de los occidentales a la sensibilidad china?
–Peter Serkin, Emanuel Ax o Christoph Eschenbach ya interpretan músicas chinas. Personalmente, creo que la interpretación musical es algo individual. Yo no tengo una afinidad especial con un compositor por el hecho de que sea alemán o chino. A mí me gusta tocar el piano y basta. No hay nacionalidades. Trabajo con Hans Zimmer que quiere componer para mí dentro de un estilo que podíamos llamar clásico.

Material morboso
–¿Apuesta por la música contemporánea de su país?
–Algunas obras me gustan y otras no. A veces la encuentro muy interesante. Pero sólo cuando la entiendo la toco, prefiero no hacerla por compromiso. La situación cultural del país inspira mucho. Hay muchas leyendas urbanas sobre lo que pasó en China en los últimos años que proporcionarán un buen material para la música pero también para la televisión o el cine. Ahora se ha estrenado Madam Mao, una ópera sobre un tema morboso. Creo que China, Sudamérica, India, aportan culturas que, como el jazz en su día, invitan a al mestizaje. Tengo presente ir a Mongolia y trabajar en contacto con los músicos de allí.

–Usted, pese a su edad, ejerce un papel como embajador cultural.
–Sí, de la UNICEF. Está en mis planes ir a África a tocar. Quiero ver cómo nos transforma el intercambio entre las distintas culturas. Hace poco estuve con el cellista Yo-Yo Ma, y hablamos de la necesidad de interrelacionar las diferentes culturas, para aprender de éstas.

–Ahora vive en Estados Unidos.
–Es un país muy curioso. Me llama la atención que en la televisión nunca se oiga música clásica, todo es rock y pop. Parece que conciben la música clásica como algo anticuado y minoritario. Si abres las revistas, caso de Vanity Fair, nunca se ve a músicos que no sean del pop. El periódico USA Today jamás escribe nada que tenga que ver con la música clásica. Creo que es un error muy grave. Pero, en parte, a lo mejor es culpa nuestra. Necesitamos una nueva generación que conecte con esta sociedad desde el principio. Que inste a los niños a interesarse para que luego, en su crecimiento, comprendan lo que la música clásica aporta.

–¿Cómo lleva los compromisos profesionales de su vida?
–Me gusta viajar y doy unos cien conciertos al año. Estudio en el hotel, en los viajes. En alguna medida procuro seguir jugando con la música. Reproduzco una melodía que me impacta en la calle o el pasodoble que he tenido ocasión de escuchar en los toros. La vida es como tú la lleves. Todo está en tu mente. Y aunque pueda sentirme a veces exhausto no puedo dejar de verme como un ser privilegiado.

Las nuevas estrellas del teclado
El ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo se ha consolidado ya como uno de los más importantes, sobre todo en lo que se refiere al teclado. Con el atractivo seguro de contar con los grandes nombres, en su décima edición parece decantarse por las nuevas estrellas del teclado. Tal es el caso de Lang Lang, que brindará un progama muy variado compuesto por obras de Rachmaninov, Chopin, Liszt o Schumann. A su lado hay que destacar al austríaco Till Fellner, novedad en el ciclo, que interpretará piezas de Beethoven y Mussorgski. Aunque no tan jóvenes, tanto la francesa Hélène Grimaud como el polaco Piotr Anderszewski aportan diferentes maneras de acercarse al instrumento. Sin duda, tiene interés especial encontrarse con dos tendencias muy diferentes a la hora de abordar la obra de Chopin, referente para cualquier pianista de fuste. Entre los más reconocidos, ahí están Grigori Sokolov, que abre el ciclo el lunes, artista estratosférico, lo mismo que Maurizio Pollini, Krystian Zimerman o Alfred Brendel. Mayor interés tiene el regreso a Madrid –siempre que no decida anular a última hora– de Martha Argerich junto a un grupo de jóvenes instrumentistas. A aplaudir el encuentro en la cumbre de Christian Zacharias, Frank Peter Zimmermann y Heinrich Schiff.

Luís G. Iberni
El Cultural

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