Manda el Kaiser
23/11/2004 |
Se ha escrito que con Christian Thielemann resucitan las viejas glorias de la música alemana. Dicho en otras palabras, perdida la supuesta grandeza de tiempos pasados y tras vivir inmersos en la nostalgia cabe felicitarse por el advenimiento del mesías. O sea, que Furtwangler, Knappertsbusch y Nikisch, qué decir de Wagner o Strauss, pueden descansar tranquilos. Todo en orden. Y como corresponde, a Thielemann no parece pesarle tanta responsabilidad. Es más, tiene genio para eso y mucho otro. También algunos gestos que no le hacen especialmente simpático. Muchas ganas de mandar, cierta soberbia en la mirada, arrebato en las reacciones, firmeza marcial en el andar e inflexibilidad suficiente como para permitirse regañar a aquél del público que ose chistar. A los directores los conocemos por sus maneras y luego por la bondad de su música. En Thielemann aquéllas son algo desagradables y ésta alcanza a ser enorme.
Thielemann ha pasado por Madrid al frente de la orquesta de la Deutsche Oper de Berlín. Fue un programa «sinfónico» dedicado a Wagner, más allá de la propia naturaleza orquestal del primer acto de «La valquiria» o el final de «El ocaso de los dioses». Sencillamente porque Thielemann le dio bríos más que sobrados a una orquesta que, con ser grande, interesa más por su densidad sonora y la capacidad para desentrañar aquellas partituras por su pureza instrumental y aun exquisitez. El chorro instrumental fue, en mucho, responsabilidad de Thielemann, quien supo extraer más sustancia de «El ocaso», quizá sin alcanzar ese punto de tensión que nace por crecimiento del discurso, y desde luego la versión tuvo presencia y anduvo sin premuras.
Y aún así, lo contundente dejó espacio a la mezzo Gabriele Schnaut para mostrar sus propósitos interpretativos por encima de las propias condiciones. Antes, en la primera parte, Susan Anthony, Stephen Gould y Jyrki Korhonen sucumbieron al tormentón instrumental, poniendo sangre la primera, aplomo y medido heroísmo el segundo y dotes baritonales antes que peso y gravedad el tercero. Thielemann fue el protagonista de la sesión, levantó de la butaca a buena parte del público y provocó la discusión. Eso sí que es algo que se ha recuperado gracias al director alemán.
Alberto González Lapuente
Abc