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Katia y Marielle Labèque: “Todo lo condiciona el miedo a no llenar”

16/10/2004 |

 

Después de tres décadas de carrera conjunta, las hermanas Labèque, Katia y Marielle, configuran el dúo pianístico más famoso de la actualidad. Han sabido rodear sus actuaciones de un glamour capaz de destruir muchos prejuicios. Después de sus éxitos junto a la Sinfónica de Euskadi, las artistas vasco-francesas abren hoy el ciclo de Juventudes Musicales de Madrid y volverán con la Orquesta Nacional el próximo mes. En esta entrevista con El Cultural hablan de las complejidades de su vínculo artístico.

Si cualquier carrera musical resulta difícil de mantener, el caso que afecta a Katia y Marielle Labèque es casi único. Contados son los intérpretes que han mantenido su vínculo artístico a la vez que el familiar durante tres decenios. Aunque se recuerda el ejemplo de las gemelas turcas Güher y Süher Pekinel o el de Alfons y Aloys Kontarski, el de las Labèque ha superado a todos en duración y fama. Habituales de las formaciones más prestigiosas, con numerosas grabaciones en su haber, su personalidad se plasmará esta tarde en el Auditorio Nacional junto a otros dos hermanos, Renaud y Gaultier Capuçon, abriendo el ciclo de Conciertos de Juventudes Musicales.

–¿El hecho de ser hermanas les abocó a integrarse en un dúo?
–(Katia) En realidad no teníamos una formación de intérpretes de dos pianos, no habíamos hecho unos estudios especiales, sino que ha sido resultado de un trabajo de casi treinta años. Fue al acabar la carrera en el Conservatorio de París, después de obtener el premio, cuando nos vino la idea de trabajar el repertorio para dúo. Al principio no lo conocíamos así que todo se ha ido construyendo poco a poco.
–(Marielle) El dúo es resultado de un equilibrio. Cuando tocamos juntas debemos sentirnos muy bien, pero también cuando lo hacemos individualmente. Es necesario sentirse muy independiente para luego encontrarse en el dúo.

–¿Qué han aportado como tal?
–(M) Una imagen fuerte que nos distingue de todos. Aunque somos dos hermanas que llevan tocando durante tres décadas, después de tanto tiempo es como si fuéramos un matrimonio. Hay muy pocos ejemplos. En alguna medida, hemos abierto el repertorio mucho. Porque antes había muy poco para dos pianos. Y aunque hay piezas muy diversas, a nosotras nos interesa, sobre todo, divulgar el repertorio del siglo XX, autores como Debussy, Bartok o Stravinski. A veces se trata al público como si fuera estúpido y no pudiera comprender su música, pero con la sala totalmente llena, nos encontramos siempre con gente entregada y entusiasmada.
–(K) En muchas ocasiones es como si fuera un milagro. Nuestro comportamiento viene a ser casi el mismo que si se tratara de una pareja. Sin embargo, Marielle tiene otro concepto de las cosas, aspira a guardarse su tiempo para vivir, a disfrutar de su vida de casa y de pareja. Y yo he aceptado eso. Por eso tengo una carrera individual junto a Viktoria Mullova, hago montajes con Alessandro Baricco o con Herbie Hancock, Chick Corea, Gonzalo Rubalcaba o Michel Camilo”. Para a pensar, en plena euforia, y sigue: “Nuestra personalidad como dúo ha venido de abordar un repertorio que otros intérpretes no hacían y que nosotras aspirábamos a asumir con un sentido de modernidad. No ha sido una carrera organizada sino que el resultado ha tenido mucho de espontáneo. Al comienzo no había sentido de marketing, el proceso era más natural. Luego, para sobrevivir, entras en el mercado aunque nuestra obligación es separar la basura de lo interesante. Porque hay demasiada música basura”.

Personalidad propia
–La mayoría de los dúos acaban por separarse para encontrar su propia personalidad.
–(M) Creemos que nuestra personalidad no sólo está en el dúo, sino en que cada una tenga su propia vida artística y, lógicamente, humana para aportar al conjunto cosas diferentes. Un amor artístico como el nuestro, no vive así como así. Hay que trabajarlo. Pero lo más importante es no perder el placer de hacer música juntas.

–Ustedes han sabido conectar con un público muy variado sin perder sus referencias y exigencias.
–(M) El mercado influye mucho en los organizadores y en los músicos. Se está haciendo terrible. La música clásica no es el pop. Es triste que no se utilice lo que tenemos para formar al público. Ahora la obsesión es agradarle rápidamente. Siempre nos piden autores como Bernstein o Gershwin. Todo muy cerca del “cross-over”. No me gusta estar forzada porque creo que el público es más inteligente que todo eso. En la televisión sólo te incluyen ráfagas de tres minutos porque piensan que la gente no aguanta. Todo está condicionado por el miedo a no llenar, por tener audiencias cuanto más numerosas, mejor. Es triste y peligroso. Es una dirección que parece inspirada en Estados Unidos, con salas cada vez más grandes y determinadas por el dinero. Desde luego, no es suficiente.
–(K) El mercado es peligroso si está en manos de gente que no lo entiende. Y, desgraciadamente, la gente más capaz no es la que decide. Pero tampoco se puede negar que el marketing forma parte de nuestra época.

–De ahí su obsesión por las obras nuevas y por estrenarlas.
–(M) Es que gran parte de nuestro repertorio es totalmente contemporáneo. Ahí están las piezas de Berio, de Philippe Boesmans. Encargamos muchas obras, algunas muy interesantes y otras que no acaban de funcionar. Es verdad que en algunos casos pueden resultar difíciles porque hay siempre compositores que sólo trabajan para minorías. Pero tampoco hay que pensar que la música ha de ser necesariamente accesible a todo el mundo. De todo nuestro repertorio contemporáneo, la obra que más me gusta es el Concierto para dos pianos de Luciano Berio.

–No negarán que su manera de presentarse al público ha sido determinante de su éxito.
–(M) A lo mejor hace treinta años más que ahora (se ríe). Una carrera no se puede basar sólo en un físico bonito. Esto no es el pop y tampoco se trata de convertir a los músicos clásicos en top-models. Pero no podemos negar que es importante tener una buena presencia en escena que pueda llamar la atención. Porque ahora el físico ayuda mucho. Incluso me atrevería a decir que puede ser tan fundamental como en otros casos. Ahí está el caso de Hélène Grimaud. Es mejor ver alguien bello, que también impacta a través de las fotos. Estamos en el siglo de la imagen.

–El peso creciente del “cross over”, parece imponerse al clásico.
–(K) Si, desgraciadamente, hoy el “cross-over” se come al mundo clásico es porque nosotros nos dejamos ganar ese terreno. Con su lenguaje nuevo o fuerte, las obras clásicas son inmortales, pero la forma de presentarlas en la actualidad puede resultar aburrida. Creo en el potencial de la música clásica sin perder las raíces de la música popular que son una fuente de inspiración para cualquiera. Algo de culpa nuestra hay en el hecho de que la música clásica se haya anclado en un museo. De todos modos, hay una nueva generación que va a obligar a cambiar muchas cosas.
–(M) Yo nunca desprecio al mundo pop, como pasa con muchos colegas. Hay gente que ha hecho cosas estupendas como Sting o Madonna. Para el mundo clásico resulta difícil competir cuando hay unos videoclips increíbles mientras que nosotros estamos todavía en la televisión que hacía Bernstein.

Música y moda
–Ustedes abrieron en alguna medida el mundo de la moda a la música a la hora de presentarla.
– (K) Siempre me ha interesado la moda. Pero es que cuando lees las cartas de Mozart, te das cuenta que él está perfectamente al cabo de la moda de su época. Al salir aportas al escenario todo lo que tú eres. Tocar no deja de ser una verdad contigo misma y no va conmigo salir al escenario vestida al modo en que lo hace la mayoría. Es posible que en el pasado fuera un riesgo. Pero me gusta cambiar. Es muy divertido. Es una manera de reconocerse también. Una de las cosas que más admiro de Madonna es que siempre se ha anticipado a su tiempo. Posiblemente es una razón de su éxito. Cuando le pregunto, ella me dice que no le interesa relacionarse con gente aburrida o que vista mal. Aunque entiendo todas las posturas, estamos en el siglo XXI.

–¿Cómo ha sido su experiencia de trabajar con grupos de música antigua como Il Giardino Armonico?
–(M) Esto sí ha sido un cambio de mentalidad de trabajar, nada que ver con el “cross-over”. ¡Es extraordinario! ¡Como aprender una lengua que no hablaba antes! Trabajar con Giovanni Antonini (director de Il Giardino) ha sido una experiencia excepcional. Es un músico muy valioso. Hemos aprendido mucho del barroco, sobre todo en lo que se refiere a la articulación, y lo aplicamos a otras muchas cosas en otros repertorios. Me gustaría improvisar. De hecho, el pianista que más admiro en este campo es a Robert Levin que improvisa las cadencias para los conciertos de Mozart.

Luis G. Iberni
El Cultural

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