14/12/2022 |
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Es conocido como “el más francés de los compositores belgas”.
El sábado pasado se celebró el 200º aniversario del nacimiento de César Franck, «el más francés de los compositores belgas», renovador de la literatura para órgano y la música nacional francesa. Nacido el Lieja, Bélgica, en 1822, Franck vivió en París gran parte de su vida, donde fue organista de tres catedrales, profesor en el Conservatorio y miembro de la Société Nationale de Musique. Llegó a París por primera vez en 1835. Su padre, Nicolas Joseph Franck, impuso a sus dos hijos una severa disciplina para hacer de ellos virtuosos de fama internacional. Rechazado una primera vez por no ser ciudadano francés, Franck fue finalmente aceptado en el Conservatorio de París en 1837, a los 14 años. Durante sus años como estudiante, Nicolas Franck sometió a su hijo a una frenética agenda de conciertos para darse a conocer y mantener así a la familia.
En 1848, César Franck decidió, contra la voluntad de su padre, casarse con su alumna de piano Eugénie Félicité Saillot Desmousseaux. Finalizó aquí un periodo de composición forzosa, con piezas escritas para interpretar en sus conciertos, e inició otra de mayor libertad pero marcada por las dificultades económicas. Entre las dos décadas siguientes, Franck fue nombrado organista en la iglesia de Nôtre Dame de Lorette (1849) y en la nueva basílica de Sainte Clotilde (1860). Es este un «momento trascendental» en su vida, indica Víctor Pliego, que considera «el contacto con este instrumento [dos órganos construidos por Aristides Cavaillé-Coll] el despertar de un nuevo afán creativo para este oscuro organista». A este momento pertenecen las «Seis piezas para órgano» y los «Tres corales», con los que consigue aportar al instrumento «una profundidad plenamente adecuada».
El optimismo de estos años culmina con la obtención de la cátedra de órgano en el Conservatorio de París, que alivió sus problemas económicos y le dejó más espacio para la composición. Un año antes, en 1871, se fundó la Société National de Musique, a la que Franck se adhirió desde el primer momento. Impulsada por Romain Bussine y Camille Saint-Saëns, el objetivo de la Sociedad era promover la composición francesa y auspiciar el estreno de obras de jóvenes compositores, una reacción a la recién iniciada guerra francoprusiana con la que reafirmar la posición de la música francesa frente a la tradición germánica.
Esta será la etapa más fecunda de Franck, que escribió entonces el «Quinteto en fa menor», el himno «Panis angelicus», los poemas sinfónicos «Leonora», «El cazador maldito» y «Psyché», las «Variaciones sinfónicas para para piano y orquesta», la «Sonata para violín y piano», el «Preludio, coral y fuga», la «Sinfonía en re menor», el «Cuarteto de cuerdas» y la ópera «Hulda». La Société le nombrará presidente en 1887 y tres años después se extenderá su reconocimiento gracias a la popularidad del «Cuarteto». Sin embargo, complicaciones de salud debilitaron al compositor, que falleció en la capital francesa en 1890.
Aparte de sus piezas para órgano, y aunque su obra es extensa, hoy día se programa casi exclusivamente su música de cámara y, muy especialmente, la «Sinfonía en re menor», una página que han abordado casi todas las grandes orquestas con su directores titulares al frente. Si embargo, personalmente, tengo una especial predilección por «Las Bienaventuranzas», un oratorio para solistas, coro y orquesta basado en San Mateo con adaptación de Mme. J. Colomb. Me resulta inolvidable el concierto que tuve ocasión de disfrutar en la Herkulessaal de Múnich en 1974 bajo dirección de Rafael Kubelick con los Coros de la RTF, la Orquesta Sinfónica de Radio Baviera y un plantel canoro inconmensurable: Jessye Norman, Brigitte Fassbaender, Birgit Finnilä, René Kollo, Dietrich Fischer-Dieskau y Raffaele Arié. Les recomiendo vivamente la grabación existente.
GONZALO ALONSO
la Razón