20/2/2021 |
https://www.lavanguardia.com/cultura/20210220/6256476/revolucionarias-violin.html
Dos destacadas violinistas de la escena nacional, Vera Martínez Mehner y Lina Tur, toman el pulso al panorama de la clásica.
Son dos de las más destacadas intérpretes del violín sin las cuales en España no se podría presumir del boom de la excelencia que experimenta el panorama de la clásica. Formada una en la Escuela Reina Sofía de Madrid y la otra en las universidades de Friburgo y Viena, Vera Martínez Mehner y Lina Tur han revolucionado la escena nacional de la música de cámara y la música antigua respectivamente.
La primera, miembro desde hace 25 años del aclamado Quartet Casals, Premio Nacional de Música 2006, con una sólida trayectoria como solista internacional, deslumbró a la crítica barcelonesa estos días en L’Auditori, con su sensibilidad de concertino de la Orquestra Da Camera que impulsó en su día Ibercamera. La segunda, de familia ibicenca pero criada en Murcia, es una diosa del barroco historicista –Diapason d’Or francés por su penúltimo cd La bellezza, con anónimos de Antonio Vivaldi– que además toca la viola y la viola d’amore, e investiga, dirige y realiza proyectos con otros artistas.
La Vanguardia convoca a estas dos grandes damas del violín para conversar sobre el panorama de la clásica y sobre ese instrumento exigente y virtuoso en el que no tantas mujeres han sobresalido en este país. Hacía tiempo que no coincidían y se las ve felices intercambiando pareceres acerca de los arcos que utilizan.
Lina Tur enfunda el violín barroco en un lado del estuche mientras en el otro reposa el que utiliza para el repertorio clásico y romántico. Se encuentran en Casa de València, en Barcelona, donde la murciana/ibicenca ensaya Las cuatro estaciones de Vivaldi con Vespres d’Arnadí, el ensemble que dirige Dani Espasa y con el que hoy sábado actúa en el Palau de la Música, dentro del ciclo Simfònics al Palau que les cede la Orquestra Simfònica del Vallès.
“La música de Las cuatro estaciones parece que sea el tono de la llamada en espera del 902 –ríe Lina Tur–, pero es una obra maestra. Un Hamlet o un Otello , una obra intemporal que habla de las emociones universales, todo el mundo hemos sentido el olor de la primavera”.
Vera Martínez, por su parte, actúa mañana como concertino/directora de la Orquestra Julià Carbonell de Les Terres de Lleida, con un programa romántico que incluye la Serenata para cuerdas de Elgar y la de Chaikovski. “Es una orquesta que se mueve por proyectos aunque le gustaría hacer algo más estable. Y es que falta más ayuda institucional –apunta–. En la música estamos dejados de la mano de Dios y así es difícil mantener la motivación de hacerlo bien, pero ese grupo la tiene”.
El parón de la pandemia ha supuesto para ambas más propuestas para tocar como concertino...
V.M.M: Las cancelaciones que hemos tenido en el Quartet Casals son incontables, pero se ha abierto una vertiente de probar cosas que, por no tener tiempo o no habérmelo planteado, no había hecho nunca. La Orquesta de Gran Canaria me pidió ser concertino en dos proyectos, uno de ópera. Y con Da Camera era mi primera vez de concertino. Fue algo que montamos en tres días juntando a la gente que podía...
L.T.: A mí me ha pasado lo mismo. Ya lo venía haciendo, pero me ha llamado la Orquesta Nacional y estoy yendo bastante. En el confinamiento, aparte de que empecé a coser – mi madre era modista y siempre quise aprender– descubrí que me encanta ser músico. Es maravilloso lo que hacemos; muy difícil, complicado, trabajoso e ingrato pero es maravilloso dar eso a la gente. El ritual del concierto está cogiendo una dimensión más profunda. Tiene sentido ahora hacer música.
España era el erial de la clásica y ahora luce talentos mientras el mundo tiene las salas cerradas.
V.M.M. : Hace diez años era impensable hacer una orquesta con españoles de alto nivel. Este camino, hay que recalcarlo, es gracias a ciertas personas que lo apoyaron. Y me refiero a la escuela que me cambió la vida, la Reina Sofía de Madrid, que se fundó al lado de casa, en Pozuelo. Todos los que tenemos nuestras raíces allí ahora somos profesores en escuelas, estamos formando a una segunda generación.
L.T.: Yo aprendí a leer música antes que letras, pues mi padre era un joven ibicenco al que le gustaba tocar el clarinete, pero empecé tarde y mal con el violín, tengo un defecto físico en un dedo y no sabían qué instrumento darme. Tenía casi 14 años. Luego me fui a Alemania y fue todo muy rápido. Mi camino ha sido poco ortodoxo. Hay una situación muy bonita en España a nivel de músicos pero hay que acordarse tanto de la escuela como de los pioneros que se fueron al extranjero y volvieron para formar a gente.
V.M.: Lo que se está viviendo con el auge de músicos no está a la par con el apoyo institucional. Sin apoyo la gente ha de irse fuera, como en tantos otros ámbitos.
¿Cómo decidieron dedicarse sobre todo a la música de cámara y a la antigua respectivamente?
V.M.M.: Fundamos tan pronto el Casals que no fue algo pensado. Te lo pasas bien, te gustan las obras y vas creando carrera. Pero cada vez soy más consciente de la suerte que tenemos porque en pocos ámbitos se puede trabajar con tanta profundidad, retomar la obra al cabo de un tiempo, profundizar aun más, notar que hay todo un aspecto de energías que no se pueden explicar casi con palabras porque se crean durante el concierto, una magia especial…
L.T.: Yo en la antigua empecé por casualidad, me prestaron un violín barroco y me di cuenta de que ni podía renunciar a tocar Brahms, ni podía dejar de tocar Bach de esa manera. Pero es un aprendizaje de años y aún sin dejar de estudiar violín moderno decidí dejar de dar conciertos, lo cual fue un riesgo... Pero me salió bien: ahora puedo tocar ambos. En la música me interesa mucho la creatividad y la barroca te da mucho margen para eso, que luego puedes aplicar también a la clásica.
¿El violín ha ido dejando de ser el instrumento rey que era en el barroco, preeminente y virtuoso como la voz de castrato?
L.T.: No creo que pierda su reinado porque además es un instrumento versátil, los violinistas podemos tanto tocar en una orquesta, en formato de cámara, de solistas, acompañando... Es verdad que nace a finales del XVI y a principios del XVII ya es el rey, pero luego tienes a Paganini en el XIX, y después a Prokofiev, etc. Está claro que en la música contemporánea instrumentos como el saxofón coge más importancia... Pero la del violín no cambia.
V.M.M.: Creo que lo que cambia son los violinistas, no tanto el violín. El violín depende de la obra y de cómo quiere ser tocada. Pero sí ha habido cambio en la transmisión de la partitura al intérprete: 40 o 50 años atrás los violinistas tenían el ego por las nubes; ahora se está versatilizando y abriendo la veda a apoyar, a ayudar, a liderar, a acompañar. Va con la sociedad. Se está democratizando todo y hemos empezado a hablar desde el respeto y no desde la imposición. Se crean cosas como Da Camera, que es una gestión entre todos y el resultado es otro, porque está todo el mundo implicado y convencido de lo que hace.
L.T.: Es que la historia de la música a menudo se piensa a través de la obra de grandes compositores. Para mí son tres cosas: las obras, los luthiers (que cambian del clave al fortepiano, etc.) y los intérpretes. Los tres factores han ido cambiando la historia. Bach se tocaba de una manera en su época, de otra en el XIX, distinta hace 50 años y de otra ahora. Vivimos en una época historicista que nos lleva a preguntarnos cómo se debía tocar en aquel tiempo. Es como cuando ruedas una peli de romanos: ahora hay expertos que evitan que salga un fresco que por entonces aún no habría sido pintado . En la época de mis profesores se intentaba tocar todo a la Chaikovski, pero eso no es malo, porque había otros parámetros de belleza. A mí no me importa tocar en Las cuatro estaciones tocar tormenta que suene algo rasgada. En la época de mi profesor tenía que sonar bonito.
El violín, como otros instrumentos de cuerda, exige un gran capacidad de afinación. Junto con el oboe es a partir del cual se afina toda una orquesta. ¿Dónde radica la dificultad?
V.M.M.: (Desenfunda su Giovanni Battista Cerruti del 1793 para demostrar lo que quiere explicar). Un oído fino de percepción es lo que permite detectar si un Re, por ejemplo, está bajo o fuera de afinación. Y es que hay que encajar la afinación con los armónicos que se crean con las notas alrededor. Y eso es lo que crea esa afinación tan fina y lo que siempre estamos buscando. Es saber encontrar la frecuencia de las notas adyacentes a lo que estamos tocando para que suene afinado.
L.T.: La importancia está en la resonancia, en los armónicos. Justamente la viola d'amore se llama así porque tiene cuerdas de resonancia. Porque cuando amamos a alguien resonamos con él o con ella.
Hablamos del un instrumento asociado a la tradición errante, el que se llevaba puesto el pueblo judío, los zíngaros... el que sobrevuela los tejados en los cuadros de Chagall. ¿Se hace sentir de algún modo su carga cosmopolita?
L.T.: El violín habla directamente al corazón, es una música muy emocional. Quienes han tenido que abandonar su tierra o seguir viajando han encontrado un gran consuelo.
V.M.M.: Y es el instrumento muy fácil de transportar.
¿En su generación las niñas necesitaban referentes para pensar en grande? ¿Cómo ven la presencia de mujeres en el podio?
L.T.: Yo no tuve la sensación de no poder hacer cosas por ser chica. Y cuando me llaman para dirigir no siento un trato distinto, pero seguramente hace diez años eso no era así. Hemos evolucionado mucho y vamos por el buen camino. Para que yo sienta esa tranquilidad deben haber pasado muchas cosas antes.
V.M.M.: No era consciente de ello en aquel momento. Ahora todavía me enfada ver que no estamos donde nos tocaría estar. Se están haciendo progresos pero no bajaría la guardia. Hay que seguir luchando y empujando para tener la igualdad de condiciones en todos los aspectos de la vida. Que se busque la paridad efectiva en el podio. Y que en la conciliación dejemos de estar tan retrasados respecto a los nórdicos. Se dice mucho que ya está, y no, eso aún no está. Se empiezan cambiando leyes y hechos, pero cambiar mentalidades cuesta más. Está mal visto conciliar, estigmatizado…
Ambas tienen proyectos pedagógicos, Martínez Mehner da clases en Esmuc, y ambas tuvieron de profesor a Günter Pichler, del Cuarteto Alban Berg. ¿Cambiarían algo de cómo hicieron su propio aprendizaje?
V.M.M.: Con respecto a los profesores que he tenido creo que mi manera de dar clase es muy distinta, al menos lo intento. Porque la manera de encarar la pieza era siempre desde la técnica. Podía ser tanto Bach como Mendelssohn o Chaikovsky, era igual, había que pasar el arco así, vibrar así, todo desde el punto técnico… Yo intento que sea desde el punto musical, y a partir de ahí trabajar la técnica.
L.T.: Siempre digo que técnica sin música no funciona y música sin técnica tampoco, es imposible. No puedes tocar perfecto si no tienes un buen fraseo. Tuve grandes profesores y aprendí mucho de ellos y repito cosas. Pero intento entender de qué forma hay que explicarle algo a cada alumno. Hay quien necesita una explicación intelectual, a otras personas les tienes que hablar de emociones, colores... y otras que necesitan que toques e imitarte. Yo no soporto que me imiten porque no sirve de nada, si imitas que sea a uno mejor que yo, pero a veces aprenden por ósmosis.
V.M.M.: Este comentario un hombre no lo habría hecho.
L.T.: Vas probando. Porque la intuición es una de las cosas 'femeninas', jaja, más maravillosas, es una información mucho más directa. A mí me ha funcionado ver cuál es el punto débil de cada alumno. La única manera de conectar con un cerebro es ponerte en su lugar. Intentar dar herramientas, y no verdades, para que ellos se monten las suyas, sus verdades.
¿Cómo imaginan el futuro de la clásica? ¿Decadente?
V.M.M.: En la pandemia me da un poco de miedo pensar en el futuro de la múica, porque como desde arriba no se le da la importancia que yo creo que tiene, temo que la pandemia se vaya a usar como excusa para lo que no interesa no apoyarlo. Y si no se apoya, todo lo que se está consiguiendo hasta ahora corre el peligro de desintegrarse. Pero por otro lado creo que la música está muy por encima de las cuestiones políticas, los gobiernos actuales y la sociedad.
L.T.: Porque siempre sobrevive.
V.M.M.: Siempre sobrevive, es un lenguaje universal, es emocional, lo necesitamos como seres humanos y seguirá existiendo. A corto plazo me da un poco de miedo, a largo plazo no tengo ninguna duda de que va a seguir adelante.
L.T.: Pienso igual. A mí me ha tocado ser guerrera y creo que no se puede bajar la guardia, pero al final sobrevive a todo. Además la necesitamos más que nunca.
V.M.M.: Como los instrumentos, nos sobreviven también.
L.T.: Ahí está. Estaría bien que no fuera una cuestión de héroes y heroínas, que es lo que somos en España. En España somos héroes quienes tocamos, quienes damos clases, quienes tienen clases, quienes montan un conservatorio, quienes hacen conciertos, quienes los programan, quienes van al concierto… todo el mundo que tiene que ver con música son héroes.
¿Se sienten profetas en su tierra?
V.M.M.: Yo creo que sí, hemos abierto camino y hemos creado una escuela, y mucha gente va a conciertos y aprecia que se haya abierto camino desde aquí.
L.T.: Al principio costó un poco más porque trabajaba más afuera que aquí, pero ahora me siento querida y respetada.
MARICEL CHAVARRÍA
La Vanguardia