18/12/2020 |
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El legendario pianista y director dirige sin público el ‘Concierto de Aniversario’ en la Ópera de la ciudad natal del compositor, que ‘cumple’ 250 años
Todo ha sido trastocado este 2020 por la tragedia pandémica. Nadie podía presagiar, a comienzos de año, que la solemne conmemoración del 250º aniversario de Beethoven, el 17 de diciembre –fecha de su bautismo–, iba a contemplar a Alemania convertida en uno de los países más golpeados por la covid-19, con casi un millar de fallecidos en las últimas 24 horas. En origen, la Beethoven Jubiläums GmbH, la sociedad afiliada de la Fundación Beethoven-Haus que ha gestionado su aniversario, había programado un broche final para el Año Beethoven con la Novena sinfonía dirigida por Daniel Barenboim a la Orquesta del West-Eastern Divan. Pero la situación sanitaria ha obligado a cambiar el programa. A prescindir de las voces, pero también del público. Y a conjugar una velada en torno a la dramática tonalidad de Do menor, con un concierto pianístico y una sinfonía, aunque con un final triunfante. De hecho, tanto el Concierto para piano nº 3 como la Quinta sinfonía culminan sus pentagramas en la luminosa tonalidad de Do mayor.
La ausencia del público fue lo primero que subrayó el violinista Daniel Hope, presidente de la Beethoven-Haus y presentador de la retransmisión, con un plano cenital de la platea de la Ópera de Bonn. Pero el evento ha podido seguirse en directo, a partir de las 20:15, por radio (WDR3), televisión (3Sat), Internet (www.bthvn2020.de), YouTube y Facebook. Una difusión tan grande como el compositor que cumplía años, según recalcó el Presidente Federal alemán, Frank-Walter Steinmeier, en un discurso de bienvenida, que siguió a un breve documental donde un infante Beethoven recorre los principales atractivos turísticos de la ciudad de Bonn, marcada por los signos de la pandemia. Y termina recluido en su casa natal, en la calle Bonngasse; más concretamente, en la habitación del segundo piso en donde se supone que nació el compositor.
En esa casa, una de las pocas conservadas en Bonn de la época barroca, se ubica la sede de la Fundación Beethoven-Haus. Y en su famoso sótano abovedado, denominado “cámara del tesoro”, se guarda la mayor colección de manuscritos del compositor que se ha incrementado estos días. Un coleccionista anónimo ha regalado a la institución una carta autógrafa de Beethoven por su 250º cumpleaños. Una misiva dirigida a Friedrich Sebastian Mayer, el creador del personaje de Pizarro en su ópera Fidelio, fechada en abril de 1806. En ella, el compositor muestra su preocupación hacia todo lo relacionado con la interpretación de su música. Y con esa preocupación está también relacionado su famoso interés hacia el metrónomo de Mälzel. Un aparato que utilizó para determinar las rapidísimas indicaciones de tempo de sus sinfonías, entre otras composiciones.
Pero una interesante investigación acaba de rebajar en 12bpm esas indicaciones. Beethoven parece que no se debía tocar tan rápido. La firman dos jóvenes españoles, Almudena Martín Castro e Iñaki Úcar, y sus resultados se han hecho públicos en la revista estadounidense PLOS ONE. Es probable que Barenboim todavía no conozca este estudio, pero sus tempi, que podrían resultar lentos para los intérpretes históricamente informados, ahora se ajustan bastante bien a las nuevas mediciones. En todo caso, no fue fácil para los músicos de la Orquesta del West-Eastern Divan, ataviados en su mayoría con mascarillas FFP2, encontrar la tensión inicial del allegro con brio del Tercer concierto beethoveniano en un auditorio completamente vacío. El propio Barenboim reconocía esta dificultad, en un breve documental acerca de los preparativos del concierto, que se emitió en el descanso. “El problema no son los aplausos”, aseguraba, “sino cómo hacer llegar la música a un público que no puede estar presente”.
La entrada del piano solista, en el primer movimiento, ayudó a los integrantes de la orquesta a encontrar el mordiente sonoro. Y Barenboim conversó admirablemente con ellos en el desarrollo, en ese deambular del tema inicial por varias tonalidades menores. El pianista, ahora con 78 años, exhibe menos frescura en sus dedos, aunque atesora mucha más sabiduría. Lo demostró en el largo central, que dotó de exquisitos destellos de musicalidad. Y la orquesta respondió mucho mejor en el rondó final, con esos cambios de carácter que, tras una breve cadencia del solista, despejan la meta en Do mayor.
Tras el referido documental en el descanso, con algunas declaraciones de Barenboim que culminó con una frase lapidaria (“Estoy seguro de que Beethoven tendrá una vida más larga que el coronavirus”), se pudo escuchar la Quinta sinfonía. Pero antes, Hope dio entrada a Malte Boecker, director de la Beethoven Jubiläums GmbH, cuya programación ha tenido que adaptarse a la pandemia. No obstante, sus actividades se ampliarán hasta septiembre de 2021, por lo que tendremos Beethoven para rato.
Faltaba, para terminar, lo mejor de esta virtual celebración beethoveniana: una Quinta tensa y bien narrada. Barenboim dejó bien claro, ya desde el principio, la famosa trama bélica contra el destino (léase también contra la covid-19). Y contó para ello con un intenso batallón de cuerda liderado por su hijo Michael Barenboim como concertino. La madera aportó expresión y, en especial, el oboe, con ese nostálgico solo que interrumpe el inicio de la recapitulación. Fluyó con serenidad el andante con moto y lo mejor del tercer movimiento fue el trio con unos contrabajos en estado de gracia.
Pero Barenboim encontró el matiz siniestro en la repetición del scherzo para encarar la transición al finale. Y dio sentido a ese paso desde la oscuridad de un túnel a la cegadora luz que estalla en el arranque del movimiento final. Un ambiente triunfante, en Do mayor, que coronó el concierto entre aplausos de los integrantes de la orquesta junto a un protocolario choque de codos del director con los primeros atriles.
La celebración se ajustó a la triste situación presente, a la espera de fastos menos virtuales. Pero Beethoven ha recibido hoy otro regalo en su ciudad natal. Durante las obras de restauración de la Catedral de Bonn, un capitel del ábside ha tenido que ser sustituido. Y el nuevo ha sido decorado con las consonantes del compositor (BTHVN). Un logo diseñado para este 250º aniversario del compositor que ahora también formará parte de la catedral de su ciudad. Y se convertirá, a buen seguro, en otro de sus atractivos turísticos.
PABLO L. RODRÍGUEZ
El País