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La autenticidad sin concesiones de Ludwig

16/12/2020 |

 

https://www.lavanguardia.com/cultura/20201216/6124923/beethoven-novena-sinfonia-aniversario-novena-josep-pons.html

La 9.ª Sinfonía es la culminación, el final de una vida. El maestro busca redimir al ser humano para lo cual despliega una estrategia

Llegado el último episodio de esta novena –en su sentido más terapéutico– con la que La Vanguardia ha ido tomando el pulso a las sinfonías y la personalidad de Ludwig van Beethoven en ocasión de su 250º aniversario que se celebra hoy, es momento de hacer balance de las aportaciones del genial compositor alemán a la historia de la música, el arte y la humanidad en general.

Una de ellas sería, como ya se apuntó en esta serie al hablar de la 3.ª Sinfonía , la transgresión que supuso atreverse a cruzar el límite de la belleza y romper ese marco estético que nunca antes en el arte se había osado traspasar. Beethoven hace cosas bellísimas, desde luego, pero para él el conflicto es un elemento esencial. Y lo establece con ritmos, polirritmos y disonancias que traspasan los límites de la fealdad, del mismo modo que Goya lo hacía cuando pintaba en aquel tiempo Los fusilamientos del 3 de mayo. Lo explica el director de orquesta Josep Pons, quien recuerda que este es un camino que seguirá luego Wagner y que se llevará más allá”.

Otra de esas aportaciones de Beethoven la anotaba el compositor Benet Casablancas al ahondar en la 8.ª Sinfonía, esto es, su capacidad de desarrollo. “Muchos compositores hacen variaciones -prosigue Pons, director musical del Liceu- , pero variar, hacer posturas, no es desarrollar. Beethoven comienza la 5.ª con el famoso pa-pa-pa-paaa, que no es un tema, es una célula. Una célula que en la 9.ª es todavía más esencial: pa-pa. Le ha quitado dos notas. Y con una sola célula es capaz de construir un movimiento en un juego de constante ir y venir, un compás va y el otro vuelve. Su sentido de desarrollo es brutal. Es lo que harán luego Brahms, Chaikovski, Mahler... Él cambia el discurso, abre un camino”.

Beethoven innova también aportando instrumentos a la orquesta: es el primero en introducir el piccolo, que ya aparece en la 5.ª y lo utiliza también en la 9.ª. En esta última Sinfonía mete a su vez el contrafagot. O la percusión a la turca, que ya estaba en la ópera pero no en el campo sinfónico. Y, por supuesto, le añade la voz por primera vez. Es su sinfonía coral.

Himno de Europa
Es la obra del repertorio sinfónico a la que más se recurre en acontecimientos con autoridades. Un postureo que no sería del agrado del creador
Hablamos de la obra del repertorio sinfónico a la que más se recurre en acontecimientos con autoridades. Se ha usado como himno de Europa. Bernstein la dirigió cuando cayó el muro de Berlín, Y aunque probablemente este postureo no sería del agrado de su creador, la obra ha adquirido cualidad representativa de las libertades. Su mensaje tomado de la Oda a la Alegría del poeta Friedrich von Schiller sublima un ideal humano de fraternidad.

¿Cuál es el secreto de su vigencia? ¿Por qué sigue siendo tan de actualidad? “En primer lugar, porque es auténtico -responde Pons-, Beethoven habla honestamente, no es de cartón piedra. Richard Strauss decía que mirando atrás veía que había obras que las había hecho con la mano izquierda, mientras hacía otras cosas con la derecha. Eso es algo que con Beethoven no pasa. Hay un anhelo de autenticidad. No hace ninguna concesión. Y habla de las grandes batallas de la humanidad. Cuando fracasa es en una batallita puntual, como la batalla de Wellington: entonces pasa de moda, muere en el tiempo. En cambio una 5.ª o una 9.ª aún nos sacuden, porque conectamos”.

Beethoven es de los que escribe, tacha, rompe, vuelve a escribir. ¡Cuántos puntos hay en la 9.ª hasta que no llega a la idea simple de esta sinfonía (la melodía del Himno de la alegría). Es todo un trabajo, una idea que se le resiste, advierte Pons, y la trabaja duramente. "Lo cual me hace pensar que es un compositor telúrico. Hay una espiritualidad que le vemos en la 9.ª y en la Missa Solmenis. Son casi un ideal estético, porque es casi irrealizable por el hombre. Musicalmente tiene límites, nos fatigamos al interpretarla, los agudos nos agotan, no podemos con los continuos acentos que pide. Y la Missa Solemnis ves que es perfecta pero irrealizable. Piensa en el ser humano pero no en sus limitaciones".

Los mecanismos
El genio compone en el 3.º movimiento un adagio de gran belleza, como un anhelo nos quiere llevar a un estadio superior... Y ¡patam!, estalla el 4.º con su mensaje de redención
Sus sinfonías le evocan a Pons un mineral, una pedrada. “Por eso hay que respectar sus metrónomos -dice-. La 9.ª es el viaje final, y en ella busca transiciones entre estados de ánimo para lanzar su mensaje último. El 1.º movimiento, que como decíamos nace de una célula, acaba en marcha fúnebre. Esa marcha fúnebre la disipa Beethoven en el 2.º movimiento, un skerzo trepidante. Y el 3.º , un adagio de gran belleza, está aquí para hacernos olvidar. Adagio molto e cantabile, como un anhelo que va creciendo en un intento de llevarnos a un estadio superior... Y ¡patam!, estalla el 4.º. Nos prepara para el 4.º , que es un collage cinematográfico con un mensaje de redención del hombre, la expresión de una condición humana superior”, concluye.

Beethoven conocía la obra de Schiller como conocía la de Goethe. El electorado de Bonn estaba en su época en manos de un hombre abierto que facilitaba la lectura de libros que no estaban bien vistos, y ahí es donde se forma el compositor, hijo de músico que aprendió el oficio familiar con fines crematísticos. Schiller, iconoclasta, prácticamente subversivo para el Vaticano de la época, escribe la Oda que da lugar a la 9.ª con 26 años. La concibe en un primer momento como una oda a la libertad, pero cambia Escribe "Freiheit" pero lo cambia por "Freude" (alegría). Y expresa en este canto una condición humana superior en la que millones de personas se abrazan con el deseo de mejora. Cree que eso permitirá que desaparezcan los estados políticos e impere el gobierno de la armonía y la razón.

La autenticidad sin concesiones de Ludwig
Pons en el concierto dramatizado sobre la vida de Beethoven que ha producido La Caixa
La experiencia de dirigir a Beethoven le resulta al maestro catalán vampirizante. "Lo he abordado mucho y acabo exhausto, más que con cualquier otro compositor. Una opera de cinco horas de Beethoven no la resistiría, caería muerto. Noto que el material no le era fácil, no era de primer chorro como Mozart, que componía más rápidamente que su copista copiaba. Mozart la había elaborado en la cabeza y decía: 'La obra ya está hecha, solo hace falta escribirla'".

A medida que se acerca el final, con más fuerza ve Beethoven una justificación de su lugar como creador. Cree que tiene la misión de transmitir una luz que le viene de arriba. Con más fuerza aún cuando escribe la Missa Solemnis. El genial compositor moriría en la calle de los Españoles Negros, donde justo antes de la desamortización había habido un monasterio de monjes de Montserrat, en Viena. En una de aquellas celdas, ahora habitaciones de alquiler de mala muerte, acaba sus días Beethoven, sordo y pobre. Varios de sus hermanos habían muerto al poco de nacer. Y él estaba convencido de ser el segundo al que bautizaron Ludwig 

Maricel Chavarría
La Vanguardia

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